11-12-2011
GRAIN recibe el Premio Right Livelihood 2001 por su trabajo contra el acaparamiento de tierras
El 5 de diciembre de 2011, Henk Hobbelink, coordinador de GRAIN, recibió el conocido como “Premio Nobel Alternativo” en el Parlamento sueco en Estocolmo. Reproducimos a continuación el discurso que pronunció durante aquella ceremonia.
Crédito Fotografía: Henk Hobbelink
PREMIO RIGHT LIVELIHOOD 2011
Discurso de aceptación GRAIN
5 de diciembre, 2011
Es tiempo de repudiar a los acaparadores de tierra
Hace tres semanas, el 16 de noviembre, Cristian Ferreyra fue asesinado por un disparo de bala a manos de dos hombres armados frente a su casa y su familia. Cristian vivía en San Antonio, un poblado al norte de Santiago del Estero en Argentina. Pertenecía a una comunidad campesina, y era miembro de una organización compañera, la organización campesino-indígena MOCASE-VC. ¿Su “delito?” Negarse a abandonar su tierra natal para dar lugar a una masiva plantación de soya, una de tantas plantaciones que se han incrustado en las comunidades rurales de Argentina en los últimos diez años. Así que los dueños de la plantación lo mandaron asesinar. Cristian tenía 25 años de edad.
Hace seis semanas, el 26 de octubre, un campesino murió y otros 21 resultaron heridos, diez de ellos en estado crítico, en el poblado de Fanaye en el norte de Senegal. También ellos intentaban frenar el arrebato de sus tierras. Los funcionarios del gobierno habían entregado 20 mil hectáreas alrededor de su territorio a un empresario italiano que quería cultivar remolacha y girasol para producir agrocombustibles para los automóviles europeos. El proyecto desplazará poblados enteros, destruirá áreas de pastizal para el ganado y profanará cementerios locales y mezquitas. Ganaye no es un caso aislado. En los últimos años, casi medio millón de hectáreas en Senegal se han cedido a empresas agroindustriales extranjeras.
Gambela es una región de Etiopía que limita con Sudán del Sur. Es el sitio donde ha ocurrido uno de los casos más extremos de acaparamiento de tierras en el mundo. Más de la mitad de toda la tierra arable en la región se ha entregado a inversionistas de la India o Arabia Saudita que ya están allí con sus tractores y expulsando a la gente. Etiopía está en medio de una grave crisis alimentaria y es muy dependiente de la ayuda alimentaria para darle de comer a su pueblo. No obstante, el gobierno ya entregó cerca del 10% de toda la superficie agrícola del país a inversionistas extranjeros para producir materias primas para el mercado internacional. A principios de este año participamos en la producción de un video en torno a la situación de los pueblos anuak de Gambela que ahora enfrentan la pérdida de sus fincas, sus comunidades y sus territorios ancestrales. Queríamos ayudar a amplificar sus voces a nivel internacional pero el video tuvo que distorsionar su voz y esconder sus rostros, para protegerlos de las represalias del gobierno etiope.
Podríamos continuar con muchos ejemplos de cómo es que es expulsada, criminalizada y en ocasiones asesinada la gente que lo único que quiere es cultivar alimentos y vivir de la tierra (con tal de dar cabida a la producción de mercancías de exportación o a la opulencia de otros). Hoy, somos testigos de nada menos que un asalto frontal a los campesinos del mundo. Esto no ocurre sólo en el Sur global. Aquí en la Unión Europea, hemos perdido tres millones de establecimientos agrícolas desde el año 2003. Esto significa la quinta parte de todas nuestras granjas en tan sólo ocho años. Vivir de la tierra se ha vuelto más difícil y, en muchas partes del mundo, más peligroso conforme pasan los días. Los campesinos que han estado alimentado al mundo durante miles de años —y lo siguen haciendo— son ahora calificados como retrógrados, ineficientes; como obstáculos para el desarrollo. El mensaje para nada sutil es: “deberían dejar de existir”.
GRAIN se fundó hace veinte años para ayudar a evitar la pérdida de la biodiversidad agrícola del mundo, y los saberes tradicionales asociados con ésta. Aprendimos, sin embargo, que el problema no era tanto la pérdida de semillas y variedades nativas sino la pérdida de la gente que crea, nutre y mantiene esa diversidad. La “erosión genética”, como le llamábamos hace veinte años, es en realidad únicamente la consecuencia de un proceso mayor que impulsa la agricultura industrial y que conduce a la aniquilación de los pueblos rurales del mundo.
Pero estos pueblos, por todo el mundo, luchan y resisten. En todos los rincones del planeta existen dinámicos movimientos de resistencia y reconstrucción, donde la gente está luchando para defender sus territorios y mantener sus sistemas alimentarios, sistemas que les permiten adaptarse y resistir.
Los campesinos pueden alimentar y enfriar el planeta
Vía Campesina, el movimiento campesino internacional, le ha llamado al 5 de diciembre el “Día Internacional de la Soberanía Alimentaria para Enfriar el Planeta”. Justo en este momento, los miembros y aliados de la Vía Campesina están saliendo a las calles en Durban, Sudáfrica, para protestar por las negociaciones de falsas soluciones al cambio climático, y para insistir en que los campesinos no sólo pueden enfriar el planeta sino que pueden alimentarlo. Y tienen razón.
La idea básica de la soberanía alimentaria es que las aspiraciones y necesidades de quienes producen, distribuyen y consumen los alimentos deben estar en el corazón de nuestros sistemas alimentarios, y no las exigencias de las corporaciones transnacionales. Esta idea prioriza la producción local de alimentos, basada en la agroecología, el cultivo familiar y los mercados locales. Mantiene las semillas y la biodiversidad en manos de las comunidades que cultivan y se mantienen libres de transgénicos. Se nutre y construye a partir de los saberes tradicionales sobre suelos, semillas y sistemas de cultivo de los pueblos. Reconoce el papel crucial y central que juegan las mujeres.
El mundo necesita soberanía alimentaria desesperadamente. Es nuestra mejor esperanza para resolver las crisis más acuciantes del planeta. Hoy, más de mil millones de personas no tienen suficientes alimentos que comer. Un 80 por ciento de estas personas son productores de alimentos que viven en el campo. Esta intolerable situación no se debe a falta de comida o tecnología. Se debe a las políticas gubernamentales que deliberadamente reemplazan la agricultura campesina con un modelo industrial impulsado por las exigencias de las corporaciones transnacionales. Este modelo produce mercancías para los mercados globales. No alimenta ni puede alimentar a la gente.
Todos estamos conscientes de la crisis climática. ¿Pero cuánta gente se da cuenta de que el actual sistema agroalimentario mundial contribuye con casi la mitad de todos los gases con efecto de invernadero? Uno obtiene esta cifra si se suman las emisiones producidas por la agricultura industrial, más el cambio en el uso del suelo cuando los bosques se vuelven plantaciones, más las enormes distancias que los alimentos y los forrajes deben transportarse por todo el mundo, más la energía que se lleva el procesamiento y el congelado, más el desperdicio de energía y comida que ocurre en las cadenas de supermercados más y más concentradas. La soberanía alimentaria, que prioriza los cultivos agroecológicos y los mercados locales, puede reducir drásticamente estas emisiones. GRAIN calcula que simplemente restaurar las prácticas de cuidado de la fertilidad del suelo puede reducir entre una cuarta parte y una tercera parte de las actuales emisiones anuales de gases con efecto de invernadero. Los campesinos sí pueden enfriar la tierra.
También pueden alimentar al mundo. A principios de este año, el Relator Especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación presentó un informe que mostraba que la agroecología, con los apoyos suficientes, puede duplicar la producción de alimentos en regiones enteras en un lapso de diez años, y al mismo tiempo mitigar el cambio climático y aliviar la pobreza rural. Otros han mostrado que las políticas orientadas a promover mercados locales, los circuitos cortos y la agricultura campesina, contribuyen a ese mismo fin. El punto es tan simple como mantener los alimentos en manos de la gente, no de las corporaciones.
No obstante, nunca antes habían estado tan en riesgo de extinción los campesinos, los pescadores y otros productores de alimentos.
Detengamos el acaparamiento de tierras
Nunca antes se había invertido tanto dinero en el sistema alimentario industrial. En la última década fuimos testigos de un espectacular incremento en la especulación en los mercados de alimentos básicos de exportación, lo que disparó los precios en todas partes. Con las actuales crisis financiera y económica a nivel global, el capital especulativo busca sitios seguros donde multiplicarse. Los alimentos y las tierras de cultivo son esos sitios. “Todo el mundo debe comer”, es el mantra que recitan en las juntas directivas. La carrera es por ver quiénes logran controlar los recursos para la producción mundial de alimentos —las semillas, el agua y la tierra— y la distribución global de los mismos. Hoy, gran parte de esos recursos y sistemas alimentarios siguen en manos de los campesinos. Por ejemplo, 90 por ciento del mercado de la leche en India, el más grande del mundo, sigue en manos de millones de pequeños productores de lácteos y de vendedores ambulantes que colectan la leche y la llevan fresca a los consumidores. Éstos son la clase de mercados que las corporaciones, los bancos y los inversionistas quieren controlar.
El dinero también fluye directamente hacia la agricultura industrial y las adquisiciones de tierra. Los bancos, los fondos de inversión y los fondos de pensiones se utilizan activamente para comprar tierra por todo el mundo. Los datos y los contratos son muy difíciles de obtener, pero los cálculos actuales nos hablan de entre 60 y 80 millones de hectáreas que han pasado a manos de los inversionistas extranjeros para producir alimentos tan sólo en los últimos años. Esto es igual a la mitad de la tierras agrícolas de toda la Unión Europea. La mayor parte de esto ocurre en África, donde los derechos consuetudinarios de los pueblos a la tierra están siendo ignorados de manera flagrante.
Esta última tendencia de acaparamiento global de tierras —en pos de una producción dislocada— es sólo parte de un asalto mayor a la tierra, los territorios y los recursos. El acaparamiento de tierra provocado por la minería, el turismo, los agrocombustibles, la construcción de represas, los proyectos de infraestructura, la madera y ahora el comercio de carbono son parte del mismo proceso: volver a los campesinos refugiados en su propia tierra.
Hay mucho por hacer. Pero GRAIN quisiera utilizar esta oportunidad, aquí en el Parlamento Sueco, para hacer un llamado a una acción específica. Debemos ponerle fin inmediato al acaparamiento global de tierras —un urgente “repudio” masivo a los acaparadores de tierras, un decomiso tal como lo hacen las autoridades de sanidad alimentaria con algún alimento contaminado que hay que sacar de la circulación. Hacemos un llamado a todos para que hagamos todo lo posible por frenar el flujo de dinero que va a la adquisición global de tierras de cultivo. Llamamos a restituirle sus tierras a todas las comunidades rurales afectadas. Ponerle un alto al acaparamiento de tierras no sólo tiene que ver con lo que es legal. Tiene que ver con lo que es justo.
Aquí en Suecia, la gente puede comenzar por hacerle frente a compañías como Black Earth Farming, que ha comprado o rentado tierras de cultivo en el extranjero. Aquí en Suecia no se les permite hacerlo y no debe permitírseles hacerlo afuera. Debemos lanzar campañas para presionar a Swedfund, que utiliza dinero de los contribuyentes para financiar a Addax, que acapara tierra en Sierra Leona. El fondo de pensiones sueco AP2 entra también a las adquisiciones globales de tierras de cultivo como nueva estrategia para supuestamente proteger los ahorros de retiro de los trabajadores suecos. Los programas suecos de asistencia al desarrollo deben someterse a escrutinio, y ya hay indicios de que algunos promueven el acaparamiento en Mozambique y otras partes. Tales acciones y campañas ya se están gestando en otras partes de Europa y Estados Unidos. Debemos fortalecerlas y apoyarlas: debemos detener el acaparamiento de tierras en su mismo origen.
Las comunidades rurales han alimentado al mundo por milenios. Hoy, la expansión masiva de la agricultura industrial de gran escala está destruyendo nuestra capacidad para seguir adelante. En GRAIN continuamente estamos denunciando lo que va mal, mientras luchamos por un sistema alimentario justo y sustentable junto con las organizaciones campesinas y otros movimientos sociales. Este premio le da un tremendo empujón a estas luchas. Lo vemos no sólo como un reconocimiento a nuestro trabajo sino como un poderoso reconocimiento a las contribuciones de incontables personas y organizaciones involucradas en la lucha por una genuina soberanía alimentaria basada en la comunidad. Juntos, continuaremos esta lucha. No tenemos otra opción si hemos de sobrevivir en este planeta con alguna dignidad.
Muchísimas gracias. Por este premio y por su atención.
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