25-10-2022
El chancho desaparecido: turismo y cambios en la percepción de la limpieza en los Andes
Jordi Gascón | UBLa desaparición del chancho, y los cambios en la percepción de la limpieza que lo explican, sintetiza las relaciones de dependencia y subordinación del mundo rural e indígena frente al urbano y occidental, las estrategias de los isleños para articularse a esta sociedad, y las diferencias económicas que hay entre ellos.
Crédito Fotografía: Amantaní. Imagen de Juan Castillo bajo licencia creative commons.
Hasta la década de 2000, el chancho o cerdo era un animal omnipresente en Amantaní, la isla más grande que el Perú tiene en el lago Titicaca (Andes centrales), habitada por población campesina quechua. Todos los grupos domésticos criaban, al menos, una pareja de cerdo criollo. A finales de la década, el número que lo hacían estaba disminuyendo, hasta que el animal desapareció de la isla en la década siguiente.
Lo acontecido con el chancho es resultado de una transformación en la concepción de la limpieza y la higiene entre la población rural andina. El objetivo del presente texto es determinar los factores que explican estos cambios. Hay que recordar que antónimos como pureza y contaminación, o higiene e insalubridad, son relativos. Son convenciones socialmente aceptadas dentro de un determinado esquema de valores que determinan qué se debe hacer y qué no(Douglas, M. 2003[1966]; Smith 2007).
Como primera hipótesis, planteamos que esos factores son de dos tipos: los que impulsaron un cambio en la percepción; y otros, de carácter instrumental, que permitieron transformar las prácticas para adecuarse a esa nueva percepción. Esta tesis conduce a una segunda: los cambios en la concepción de la dicotomía limpio-sucio, o higiene-insalubridad, no solamente son resultado de un cambio de mentalidad, sino también de oportunidad. Es decir, de la disponibilidad de determinados recursos que permiten abandonar unas praxis y sustituirlas por otras nuevas.
Cambio en la percepción de la limpieza
Cuando se pregunta a los isleños por qué dejaron de criar chanchos, apuntan al cambio en la estructura del hogar y la densidad poblacional. Tradicionalmente, la vivienda y almacén agrario se construía rodeando un patio central, en el que la familia hacía su vida. Detrás de estos edificios se situaba la porqueriza. En las últimas tres décadas, el incremento de la población ha acentuado la densidad de espacio construido en los núcleos poblacionales. Encontrar un lugar adecuado para colocar la porqueriza sin molestar a los vecinos empezó a ser complicado. Y es que el chancho, ahora, olía. Un nuevo sentido de la limpieza empezó a considerarlo un animal sucio que debía distanciarse del espacio de vivienda. El turismo ha sido uno de los factores que más ha contribuido a este cambio de percepción.
El turismo no es una actividad nueva en Amantaní. Los isleños iniciaron su promoción en los 70. La dificultad de acceso a la isla hizo que los primeros años no fueran muy productivos. Y cuando el número de visitantes empezó a incrementarse, el conflicto armado de Sendero Luminoso hundió el turismo en el Perú. La recuperación del sector a mediados de los 90, incrementó el número de visitantes en Amantaní, facilitado por el surgimiento de lanchas más rápidas y nuevas vías de comunicación con tierra firme.
Fuente: Amantaní. Imagen de Heartpandas, bajo licencia creative commons.
Que el turismo funcione como un recurso comunal no significa que los isleños tengan pleno control sobre el sector. De hecho, dependen de las agencias de viaje que proveen de viajeros a la isla. Y este predominio les permite imponer precios y condiciones a los isleños (Gascón, 2005). Una de esas condiciones se refiere a las pautas de limpieza, que han de ser las “apropiadas”, entendiendo como tales aquellas de corte urbano y occidental.
En la primera mitad de la década de 2010, la Municipalidad de Amantaní negoció con diversas agencias distribuir a sus clientes siguiendo un sistema de rotación. Antes de la pandemia de la Covid-19, más de la mitad de los isleños recibían turistas mediante este sistema. No obstante, el reparto de los beneficios era disímil. Aquellos con una infraestructura más preparada obtenía mayores beneficios, pues tenían acuerdos bilaterales con agencias de viaje más exigentes que no estaban en el sistema de rotación (Gascón y Mamani, 2022).
Si bien el sistema de rotación permitió incrementar el número de población beneficiada por el turismo, también comportó una mayor exigencia de calidad. La Municipalidad, temerosa que las agencias abandonasen el proyecto si los viajeros se quejaban del servicio, incorporó nuevos mecanismos de supervisión. De esta manera, la Municipalidad se convirtió en garante de las condiciones de higiene y calidad del servicio. En julio de 2019, esta institución preveía que un número indefinido de alojamientos serían clausurados.
Cuando se pregunta a los isleños por las familias que no participan en el sistema de rotación, identifican tres perfiles: aquellas no interesadas porque tienen otras fuentes de ingresos; aquellas que no tienen suficiente capital para arreglar convenientemente sus casas; y aquellas, conformadas por ancianos, que no tienen un sentido adecuado de la higiene. Muchas agencias de viaje se oponen a que sus clientes vayan a las casas de estos últimos por esta razón, y esta actitud recibe la connivencia del resto de isleños.
Por la misma razón, se ha disparado una carrera por mejorar las infraestructuras privadas de alojamiento, en las que prima el concepto de “nuevo” como sinónimo de “higiénico”, para poder establecer acuerdos bilaterales con agencias de viajes. En los dos años anteriores a la pandemia, por ejemplo, algunas familias iniciaron la construcción de habitaciones con baño privado, toda una novedad en Amantaní. A medida que se acelera este círculo vicioso, la exigencia de calidad aumenta, y la lógica urbana y occidental de higiene se consolida.
Fuente: Amantaní. Imagen de Yan-Di Chang, bajo licencia creative commons.
El turismo ha sido un vector de adoctrinamiento en educación sobre higiene, pero no ha sido el único. Otras estrategias de control social sobre la población rural e indígena también han repercutido en un cambio de valores sobre la higiene. Entre otras, la escolarización. Amantaní cuenta con diferentes escuelas en las que son ubicuos los afiches sobre limpieza y aseo personal. Tampoco se puede olvidar el papel de las campañas de salubridad estatales y de organizaciones no gubernamentales, muchas canalizadas a través de las escuelas.
Uno de estos centros educativos es adventista. Es la escuela más antigua que tiene la isla, lo que indica el arraigo histórico de esta religión. El adventismo propugnauna nueva concepción de la pureza que pasa por no tener contacto con animales considerados impuros, como el cerdo, y cuidar la higiene personal. Si bien el porcentaje de creyentes no católicos nunca ha sido grande, la mayoría ha sido, en algún momento, adventista. Sus principios han impregnado el comportamiento cotidiano de la población. Esta influencia ha sido patente en el ámbito de la higiene y en la marginación del chancho.
La emigración temporal es un fenómeno crónico en Amantanídesde la década de 1960. La mejora de los sistemas de comunicación viaria en las últimas décadas permitió impulsar la doble residencia. Muchos empezaron a destinar el capital que obtenían fuera de Amantaní en mejorar sus casas de la isla para conseguir ventajas competitivas en el turismo. Y este desplazamiento de recursos no solo era de capital; también de perspectiva. Los gustos occidentales y urbanos, con los que esta población convivía e iba asimilando, empezó a influenciar en el diseño de las nuevas construcciones residenciales amantaneñas y en las nuevas lógicas sobre limpieza e higiene. Amantaní, sin dejar de ser rural, se urbanizó en su actitud.
Finalmente, no se puede olvidar el papel de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que permite a los amantaneños estar conectados con ese mundo urbano de gustos occidentales sin salir de la isla. Una conexión que influye en sus prácticas cotidianas, como la música, el vestuario o los hábitos de higiene.
Disciplinamientomediante diversos mecanismos (turismo, escuela, religión…) e inoculación de unas costumbres urbanas y occidentales cada vez más cercanas a través de la emigración y las TIC, explican el cambio en la percepción de lo que es sucio y limpio, de lo que es puro y contaminado. Pero difícilmente esta transformación hubiera sido posible sin un “racismo higiénico” que identifica lo rural e indígena con suciedad. Una ideología que no solo existe en la estructura mental de los grupos sociales dominantes, sino que es asumida por la población indígena como una forma de colonización del pensamiento.
Cambio en la disponibilidad de recursos
El papel del chancho, y del ganado en general, en una economía campesina va más allá de su aportación alimentaria, o en tejido y cuero (Ríos Ocsa, 1992). Criar cerdos era una estrategia para enfrentar la vulnerabilidad en contextos caracterizados por la dificultad de acceder a un mercado de bienes y de trabajo, por unos recursos agrarios limitados, y por los riesgos inherentes a la producción agraria, siempre dependiente del clima y los fenómenos meteorológicos. A eso hay que sumar el carácter parsimonioso de la agricultura: la cosecha no siempre está disponible ante a una emergencia. En estos casos (enfermedad, mala cosecha, etc.), el cerdo era un activo que se podía vender rápidamente, actuando como fondo de seguro. También servía como mecanismo de ahorro para enfrentar inversiones futuras, como gastos ceremoniales o la escolarización de los hijos. Finalmente, el chancho ofrecía el beneficio de sus purines, un potente fertilizante.
Como ya hemos adelantado, nuestra tesis es que la transformación de la percepción de la limpieza, y el surgimiento de nuevas prácticas que materializaban ese cambio, no fueron paralelos. Solo cuando los amantaneños tuvieron acceso a determinados recursos que les permitió no depender del chancho, les fue posible activar nuevas prácticas higiénicas y abandonar los tradicionales.
Fuente: Amantaní. Imagen de Heartpandas, bajo licencia creative commons.
A partir de finales de la década de 1990 se iniciaron cambios estructurales en la economía isleña. Por un lado, se superó el estado de crisis que había caracterizado las décadas anteriores. El crecimiento reflejado en las estadísticas macroeconómicas desde los 90 parecía haber llegado a los sectores populares; entre ellos, los rurales-andinos (Asensio, 2017). Nuevos programas asistenciales gubernamentales proveían, ahora, de un pequeño ingreso a los amantaneños en peor situación económica. La Municipalidad Distrital empezó a gestionar fondos públicos que se destinaban a la rehabilitación de infraestructuras en los que se emplea y remunera la mano de obra isleña. A ello hay que sumar el factor turismo, en crecimiento. Finalmente, las mejoras en el transporte facilitaron una relación más fluida entre la ciudad y la isla, que permitió aplicar nuevas prácticas económicas como la doble residencia, de la que ya hemos hablado.
En este nuevo contexto fue desapareciendo la utilidad que tenía el chancho. Por ejemplo, el incremento de los ingresos y el mayor acceso al mercado laboral moderno redujo el papel del ganado como mecanismo para enfrentar la vulnerabilidad campesina. La formación de un sistema de ahorro y crédito al que el campesino puede acceder eliminó el papel que el ganado tenía como fondo de inversiones y urgencias. A esto hay que sumar la disminución de los gastos ceremoniales, pues ahora los cargos políticos reciben presupuestos estatales. Desapareció el papel del chancho como fondo de ahorro para cubrir esos gastos. Además, se estableció un mercado accesible de estiércol con la península de Capachica, zona productora de ganado ovino.
Finalmente, no podemos olvidar el crecimiento del porcentaje de población que alojaba turistas, y que, por lo tanto, estaba obligado a mantener unas determinadas medidas higiénicas en sus hogares.
Conclusiones
Hemos analizado el caso del chancho con una mirada que podríamos denominar “micro-etnográfica”. Y esto es posible porque la higiene y la salubridad se pueden interpretar como lo que Mauss (2009[1925]) denomina un “hecho social total”; es decir, un fenómeno que refleja el orden global. La desaparición del chancho, y los cambios en la percepción de la limpieza que lo explican, son un pequeño universo que sintetiza las relaciones de dependencia y subordinación del mundo rural e indígena frente al urbano y occidental, las estrategias de los isleños para articularse a esta sociedad, y las diferencias económicas que hay entre ellos.
Pero un hecho social total no refleja necesariamente estructuras sociales inmutables. El chancho sufre cambios porque vive en una sociedad en transformación. Una transformación resultado de una conjunción de vectores: aquellos que, de forma explícita o implícita, buscan disciplinar al indígena rural (turismo, escolarización, religión,…), y aquellos que han facilitado la propagación por contagio de costumbres urbano-occidentales (emigración, doble residencia, nuevas tecnologías de la comunicación).
Sin embargo, la activación práctica de la nueva concepción de limpieza no habría sido posible sin cambios en el contexto económico y en las estrategias de reproducción de la sociedad amantaneña. Y estos procesos explican la segunda tesis de nuestro trabajo: la transformación en la percepción de limpieza y la adquisición de nuevas prácticas no necesariamente acontecen a la vez. En Amantaní hubo una divergencia temporal: el cambio en la mentalidad fue anterior al cambio en las prácticas. El isleño solo las activó cuando se encontró en el contexto material adecuado. Además, los ritmos en el cambio en la apreciación de la limpieza y la higiene, y en la asunción de nuevas prácticas, no fue homogénea en toda la sociedad amantaneña. Factores como la edad, la participación en la actividad turística o el grado de relación con el mundo exterior, jugaron un papel.
La sociedad rural-indígena se ocupa de la limpieza, tanto material como simbólicamente, de forma diferente a la urbana-criolla (Moser, 2007). Pero la relación inequitativa y de subordinación que hay entre estos dos mundos hace que las segundas tiendan a transferir sus valores a las primeras. Esta transferencia no ha sido automática. El amantaneño ha asumido los principios urbano-criollos sobre limpieza y pureza a su manera y ritmo. Y es posible que, si las condiciones materiales cambian, también cambien sus prácticas al respecto. No olvidemos que el campesino adecua su modelo de producción a las condiciones del mercado. Si estas condiciones empeoran, puede aplicar estrategias dirigidas a conseguir una mayor autonomía económica (Ploeg, 2012). En este caso, podría readmitir al chancho en sus vidas, y recrear una nueva percepción acorde sobre la limpieza y la higiene.
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