04-10-2022
Turismo, naturaleza e incendios
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLos bosques son clave para la vida humana y, también, suponen un escenario para el esparcimiento y la participación en actividades culturales. La amenaza de incendios, cada vez más frecuentes y peligrosos, tendrá consecuencias para ese tipo de turismo, los territorios y su ciudadanía.
Crédito Fotografía: Ylvers en Pixabay.
Los bosques siempre han tenido una función importante en la sociedad, aunque muchas veces se destaca su finalidad económica como proveedores de madera. A pesar de ello, con el paso del tiempo han ganado importancia sus posibilidades culturales y espirituales (Donaire y Gordi, 2003), de salud y bienestar personal, y también para el ocio.
Turismo y naturaleza
La visita a los bosques ha ganado peso como recurso turístico. La extensión de las zonas urbanas hace que se revaloricen las zonas verdes para el ocio de la población. Entre sus usos más conocidos pueden mencionarse su vínculo con el turismo rural, la visita a espacios naturales protegidos, su función como lugares de encuentro, socialización, esparcimiento y asociacionismo de personas que aprecian el valor de los bosques y quieren protegerlos (Donaire y Gordi, 2003). Los bosques y montes a veces son identificados como lugares cargados de mitos y símbolos culturales (Thomé-Ortiz, 2015), transmitidos a través de los años o como fuente de inspiración para artistas y escritores, que acogen talleres artísticos y rutas literarias (Donaire y Gordi, 2003). Sin olvidar que pueden visitarse lugares de preservación de la flora y la fauna y acceder a contextos donde prima la tranquilidad y el silencio.
Estas actividades, en zonas boscosas o naturales, juegan un importante papel en la conservación de la naturaleza y disminución del impacto del cambio climático. Humberto Thomé-Ortiz (2015: 14) destaca el papel de la micología, que consiste en una “modalidad de turismo en el espacio rural, en la cual convergen naturaleza y cultura basada en recolección, degustación y aprendizaje sobre los hongos comestibles silvestres. Considera que bien desarrollados y gestionados, los ingresos obtenidos por el alojamiento, los servicios gastronómicos o la venta de productos pueden disminuir presión sobre la tala de los bosques. Una perspectiva muy cercana a lo expuesto por Carla Izcara (2020) respecto a las posibilidades del agroturismo a la hora de diversificar la economía rural, evitar la despoblación e incrementar las posibilidades de mantener la ganadería, agricultura y, también, la masa forestal.
No obstante, el uso que a veces se da no es respetuoso para la conservación del medio y puede causar erosión, pérdida de la cubierta vegetal o incendios, entre otros. Además, en ciertas zonas se produce una masificación de visitantes, algunas personas muestran comportamientos poco cívicos al tirar basura. Es por ello, que resulta básico replantearse y planificar nuevamente la función recreativa de los territorios boscosos (Donaire y Gordi, 2003).
Riesgos y ataques a la masa forestal
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio ambiente (PNUMA), del año 2022, estima que los incendios forestales se incrementarán un 30% en menos de 30 años, y para finales de siglo aumentarán un 50%. Esto afectará a amplias zonas del globo, ninguna se encontrará completamente a salvo debido a los efectos del cambio climático. Estos dos elementos, cambio climático e incendios, se encuentran relacionados y crean un ciclo de empeoramiento mutuo. El cambio climático aumenta las temperaturas y la sequía, lo cual favorece la extensión de las quemas. Por otro lado, los incendios liberan carbono que nutre el cambio climático, junto con la destrucción de ecosistemas que contribuyen a paliar el calentamiento global. A esto debemos aunar los efectos de la modificación de los usos de la tierra de los bosques, que también suponen una ayuda para la propagación de estos.
Imagen de Picography en Pixabay.
Entre los efectos de estos incendios podemos encontrar el coste de vidas humanas, los problemas de salud de tipo cardiovascular o respiratorio y la destrucción de los medios de vida de numerosas personas. Se ha producido un aumento del número zonas del planeta que se encuentran en riesgo, donde encontramos causas comunes y otras propias de cada lugar. La Amazonia, cuya selva tropical es la más extensa del mundo, se encuentra en peligro por la elevada deforestación y la explotación de cultivos como la soja y la caña de azúcar. Esto supone una merma de las posibilidades de la selva para evitar las quemas y contener los gases de efecto invernadero.
Tanto Portugal como España se ven afectados por las consecuencias del cambio climático, la falta de una política forestal eficiente y el abandono de numerosos montes. Tal y como apunta Lourdes Hernández, experta en incendios forestales e integrante del Programa de bosques de la Asociación para la defensa de la naturaleza WWF/ADENA España, los bosques no cuidados suponen una acumulación importante de combustible y también se ha producido una sustitución de lo que antaño fueron plantaciones por especies más inflamables, como eucaliptos. A esto se deben aunar las extremas condiciones meteorológicas, debido también al cambio climático, que hacen que las sequías y las altas temperaturas fomenten los incendios. La despoblación de muchos territorios y el progresivo cese de asentamientos agrícolas y ganaderos extensivos ha facilitado el crecimiento de matorrales. A esto se ha unido la ausencia, o escasa, gestión sobre estas zonas que les convierte en territorios vulnerables al fuego (Hernández, 2022; United Nations Environment Programme, 2022).
El cambio climático ha hecho que zonas de Europa Central hayan ampliado sus temporadas secas y de mayor temperatura. Esto ha supuesto que, en 2019, países como Alemania o Polonia hayan sufrido incendios (Hernández, 2020). Lo cual ha alcanzado incluso zonas frías del planeta como Siberia. Asimismo, es también el acicate principal de los grandes incendios de Australia y de California. Los primeros con gran acumulación de combustible e intencionalidad y, los del estado americano, favorecidos por la cada vez mayor ocupación urbana en las zonas forestales (Hernández, 2020). No conviene olvidar que estas grandes quemas conllevan importantes consecuencias: económicas, de erosión e inundaciones de las cuencas hidrográficas, contaminación atmosférica, destrucción de recursos y muerte de plantas y animales dedicados a la agricultura y ganadería respectivamente, pérdida de biodiversidad, efectos negativos para la calidad del suelo y para la salud, entre otros (Sabuco Cárdenas, 2013).
Algunas propuestas
Para hacer frente al creciente problema de los incendios forestales, lo primero que habría que hacer es promover la concienciación y lucha contra el cambio climático. Esto supone una modificación de estructuras productivas y del uso energético (Hernández, 2020), modelos de consumo, así como de estrategias de transporte y movilidad, entre otros muchos aspectos.
Paulo Fernandes, científico de incendios y autor del informe de la PNUMA, señala que las acciones habituales de lucha contra incendios concentran su atención en el corto plazo, concretamente en la extinción, pero en cambio se realiza mucho menos esfuerzo en su prevención. Se necesita apostarpor la restauración y el rediseño de los nuevos bosques de una manera más consciente (Hernández, 2020) y resiliente. Para poder evitarlos se debe cambiar la perspectiva y enfocarse en un largo espacio de tiempo, frenarla deforestación, la tala abusiva de árboles y la promoción de los recursos naturales. Esto también es importante de cara a enfrentarse al peligro cada vez mayor de los llamados “incendios de sexta generación” que, como explica Raúl De la Calle, secretario general del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales de España, se trataría de grandes fuegos que superan las 500 hectáreas y que aúnan una gran agresividad con unas condiciones climatológicas adversas. Son muy peligrosos y difíciles de extinguir por lo que se requieren de medidas de mayor amplitud. Ejemplos de este tipo se han dado, recientemente, en Canadá, California, Australia, Chile, Portugal y España.
También se debe promover el consumo de cercanía para mantener la población rural, que es la que conserva en buen estado la masa forestal. En este mismo sentido, Lourdes Hernández (2022) ve necesario crear oportunidades laborales, para que la población se quede, facilitar el acceso a tierras y casas abandonadas y fortalecer los servicios. Todo ello para reconocer el valor del trabajo rural, también en la prevención de los incendios, a la par que conectan el campo y la ciudad. El pastoreo jugaría un importante papel no solo por la producción sino también por su vinculación con otras actividades como la industria alimentaria, la artesanía o el turismo. Permite así mismo conservar infraestructuras valiosas para la extinción como cortafuegos o cañadas y las labores de vigilancia (Hernández, 2022). Como destaca Raúl De la Calle, hay que apoyar la prevención, pero también que haya ganado en el monte para su mantenimiento. Esto también es señalado por Andrea Duane, investigadora del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña, que incide en la recuperación de las zonas agrícolas y el pastoreo, para tener bajo control el combustible acumulado en los bosques.
Por su parte, desde la WWF remarcan la necesidad de localizar las zonas de riesgo y elaborar planes que se adapten a cada una de ellas y mejorar la planificación territorial de los paisajes. Esto supondría primar los bosques autóctonos, recuperar el uso de los montes y su revalorización, así como disminuir las especies más inflamables.
Imagen de Nico Franz en Pixabay.
Otras propuestas pasan por combinar las medidas contra el cambio climático con la preservación de la naturaleza y con el tejido productivo. Esto se logra a través de la recuperación de los paisajes, la agricultura y ganadería extensiva, los bosques autóctonos, una protección eficaz de la zona urbana-forestal y unas masas de bosque bien planificadas y gestionadas.
Por una relación más sana
El turismo de proximidad da respuesta a las necesidades de ocio de un número importe de personas en la sociedad, especialmente las clases populares, aún en mayor medida tras las limitaciones de movilidad impuestas por la crisis sanitaria. Este tipo de turismo también supone una oportunidad para luchar contra el cambio climático (Cañada, 2020). Plazas y parques, pero también los espacios forestales suponen lugares donde desconectar de las ciudades, socializar y realizar actividades en la naturaleza.
Aunque en numerosas ocasiones se destaque la función económica y productiva de los bosques, lo cierto es que su utilidad va mucho más allá. Suponen un espacio de esparcimiento y socialización, son también un marco de acciones culturales y recreativas y pueden, en muchos casos, favorecer la mejora del bienestar y salud percibidos. El turismo no es ajeno a estas posibilidades e incluye entre su oferta servicios relacionados con el turismo rural, la visita a zonas protegidas, turismo micológico o vinculado con la agroecología, entre otros. Estos servicios bien gestionados suponen una ayuda para evitar la tala masiva de los bosques, aunque no resulta suficiente sin más apoyos. Además, la visita a estos lugares puede también provocar la masificación, la acumulación de basura y el daño al entorno natural. La amenaza cada vez más frecuente de los incendios, por su número, extensión y gravedad, pone en el foco de sus causas en el comportamiento humano. Ya sea por la tala masiva de árboles, la producción masificada o los escasos esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. Las consecuencias sociales y medioambientales son lo suficientemente graves como para que nos replanteemos, ciudadanía y representantes públicos, un consumo más consciente, una prevención y gestión más efectiva de los bosques, una apuesta por las zonas rurales y el mantenimiento de las áreas boscosas. El conservar los bosques es una responsabilidad común, para lograr una vida mejor y, también, para lograr un turismo más respetuoso y sostenible.
DE TURISMO Y PRECARIEDAD
El blog de Gema Martínez-Gayo
Sobre el análisis del empleo turístico desde una perspectiva de género
Investigadora social y Doctora en Análisis de Problemas Sociales. Mis líneas principales de investigación se centran en el análisis de la precariedad laboral y el género en el ámbito turístico. Esto se plasmó en varios artículos de esta temática y en mi tesis doctoral “Precariedad laboral y social en la industria turística española: el caso de las camareras de piso”. En este blog se hablará de las condiciones laborales de diferentes ocupaciones turísticas, especialmente las desempeñadas por mujeres, desde una perspectiva crítica.