12-03-2012
Tola: La Playa del Pueblo, una lucha justa
Manuel Fandiño, redactor de la revista Enlace y colaborador de Alba Sud, recoge los testimonios de los protagonistas de la lucha comunal por conservar la Playa del Pueblo en el municipio de Tola, Nicaragua. Una de las muchas historias de resistencia frente a los procesos de desposesión.
Crédito Fotografía: Playa del Jiquilsque, Tola. Fotografía de Manuel Fandiño
Hablar de las playas de Tola es hablar de turismo, de inversión y de conflictos, porque muchos de esos lugares que hace quince años eran municipales y no valían nada, hoy valen oro. Fue aparecer los turistas, y dispararse el precio de la tierra, la especulación y la lucha por apoderarse de ella… Aunque fuera a costa de las comunidades, que habían disfrutado libremente de esos lugares por generaciones.
Esto mismo pasó en la Playa del Pueblo, una parte de la playa Jiquiliste, siempre en el municipio de Tola, como explica William Zuñiga, poblador de El Limón #2 y uno de sus luchadores: Esta ha sido la Playa del Pueblo todo el tiempo. El lugar son dos manzanas de tierra entre el mar y un estero, con abundantes árboles para fresquear a la sombra, y un buen pedazo de playa para bañarse, jugar fútbol o pasear. Aquí siempre han llegado las familias de todas las comunidades de alrededor: El Limón #1 y #2, Virgen Morena y Las Salinas, a recrearse, a pasar un feriado o por Semana Santa, por eso la comunidad no estuvo de acuerdo cuando la alcaldía la dio en alquiler por 99 años. Formamos un comité para la defensa de nuestra playa y nos metimos a esa lucha porque era justa, porque ese terreno siempre había sido de la comunidad. Si nos quitaban esa playa ¿dónde íbamos a ir a pasear, cómo íbamos a protegernos del sol?
Willma Zúñiga y Benita Bonilla, comunitarios de Tola.
La Playa del Pueblo, una lucha cívica
La lucha de la comunidad de El Limón #2 y # 1 por su playa fue una lucha cívica sin agresiones ni daños, apoyada por todo el pueblo que duró más de 10 años. Tuvieron que pelear con abogados, viajar a los juzgados de Tola, Rivas y Granada,y al final, por defender una causa justa, sus líderes hasta fueron condenados a la cárcel… aunque se salvaron de cumplir la pena en el último momento, como explica doña Benita Bonilla, una de las líderes de este movimiento: La lucha de la comunidad ha sido larga… Primero el pueblo se levantó cuando la alcaldía dio nuestra playa en alquiler por 99 años a un particular, y después tuvimos que pelear con una familia que quiso apropiarse de ella para negociarla…¡Aunque no tenían papeles, cuando se dieron cuenta del valor que tiene esa costa, cercaron nuestra playa, buscaron un abogado y empezaron a pelear contra la comunidad!
La primera lucha no fue tan difícil porque el señor que empezó a alquilar no quiso pelear con la comunidad, pero la segunda fue dura, porque las autoridades estaban de parte de la familia que reclamaba nuestra playa. ¡Fue terrible! ¡Nos acusaron de ladrones, de que los del Comité queríamos hacernos dueños, cuando estábamos peleando el derecho de todos! También fue un gasto enorme en abogados, viajes a los juzgados, papeles…!
La comunidad nos apoyó aportando cada quien lo que podía, pero también tuvimos que poner dinero de nuestro bolsillo… Fue una lucha en conjunto, sin colores políticos. Si no hubiera sido por esta unidad no lo hubiéramos logrado. ¡Y mientras, la familia que quería apoderarse a la fuerza de nuestra playa, se decía que estaba peleando sin gastar nada, prometiendo a su abogado y a las autoridades que la apoyaban un lote de nuestro terreno si ganaban!
Después de años de ir y venir, de apelar las sentencias, que siempre eran contra nosotros, todavía nos condenaron a los 9 líderes que encabezábamos el Comité a uno y dos años de cárcel. Algunos se corrieron para Costa Rica, otros tuvimos que dejar nuestras casas y dormir en el monte, por miedo en que en cualquier momento llegara la policía a traernos… ¡Eso costó una barbaridad: sudor, lágrimas, incertidumbre, dinero!
Al final, justo cuando íbamos a ir presos, con el apoyo de la alcaldesa de Tola, doña Loida García, que acababa de asumir su cargo, se paró todo y obtuvimos una certificación de la alcaldía, aprobada por el concejo municipal, de que esa playa es de la comunidad… ¡Todavía después de esto tuvimos que gastar 35 mil córdobas para borrar el récord de policía, porque uno queda manchado!
¿Qué si valió la pena tanto sacrificio? ¡Claro que valió la pena, porque estábamos defendiendo la libertad que siempre hemos tenido de ir a pasear a nuestra playa! Hoy, gracias a nuestra lucha, la Playa del Pueblo sigue siendo nuestro balneario y el de todo el que quiera llegar allí...”
Una versión más corta de este artículo será próximamente publicado en el número 100 de la revista Enlace.
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