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Reportaje | Turismo Responsable

13-01-2016

Un viaje al árbol de la vida

Grettel V. Navas | Alba Sud

Relato de la investigadora de Alba Sud en su viaje hacia las comunidades piaroa en el Estado de Amazonas de Venezuela, hasta donde se trasladó con Mavaco, una empresa de turismo familiar fundado y gestionado por indígenas de la zona.


Crédito Fotografía: Viajando por el río Autana.

A las 10:30 am tomamos un avión en Caracas hacia Puerto Ayacucho, ciudad ubicada en el Estado de Amazonas, Venezuela. Al aterrizar nos esperaba Tito Amaya, gerente y fundador de Eco Turismo Mavaco, única empresa de turismo en la región, fundada y gestionada por indígenas. Del aeropuerto viajamos hacia el Hotel Amazonas, ansiosos de que comenzara el tour de cuatro días hacia el Tepuy Autana, montaña sagrada para los indígenas piaroa.

Los inicios de Mavaco

Titonos cuenta que trabajó como guía turístico durante más de diez años para varias empresas criollas (no indígenas) pero que en el 2000, junto a su hermano, fundaron la empresa Mavaco con el objetivo de independizarse económicamente y dar trabajo a otros indígenas de su comunidad. Desde su fundación  pasaron tres años para que Mavaco tuviera su primer tour, por lo que Tito cuenta que fue una alegría inmensa poder comenzar a trabajar. Con dinero escaso y con ayuda del Chamán –su padre– habían invertido en la construcción de un campamento para turistas (dos chozas: una para poner hamacas, otra que funciona como cocina y un baño), una lancha (Mavaco I) y algunos utensilios para poder brindar las tres comidas a los visitantes.

Cuando le pregunté sobre las principales dificultades para la creación de Mavaco, me respondió que fueron las cuestiones administrativas (papeleo tanto para inscribir la empresa como para gestionar permisos de operació) y atraer turistas. Hoy para promocionarse y comercializar su oferta son parte de Piñero, un tour operador de turismo de aventura en Venezuela, tienen su propia página en Facebook, y una página web, pero también afirma que la mejor promoción es que el visitante cuente su experiencia y les recomiende a amigos y familiares. No obstante, en los últimos años se ha presentado otra dificultad: por la crisis política y económica que vive Venezuela el turismo extranjero ha disminuido notablemente. Antes solían llegar muchos europeos y en menor medida, japoneses.

Logo Ecoturismo Mavaco. Mavaco es el nombre de una palma.

Otra dificultad de carácter endógeno, lograr la aceptación de miembros de la comunidad Mavaco (compuesta por 80 familias) para aceptaran el ingreso de turistas a sus tierras. Tito cuenta que la idea de que los turistas no vienen inocentemente a conocer sino que a buscar o explorar/explotar algún recurso está muy vigente en el imaginario de los indígenas piaroa. La idea de la "colonización de América les da miedo", aclara. Pero este problema terminó resolviéndose, los que antes se oponían han visto que la cantidad de turistas que llega es poca y que no vienen a hacer daño si no a compartir y conocer.

Primer día: Mavaco

Al día siguiente comenzamos nuestro viaje desde el Hotel Amazonas. Una hora en carro hacia Puerto Morganito, donde nos esperaba William (chofer de la lancha) y Dagne (guía turístico), ambos indígenas piaroa y cuñados de Tito. Durante el camino nos cuentan que ellos ven en el turismo un ingreso extra a sus actividades productivas de siembra y pesca; y que también les gusta conocer gente de todo el mundo y compartir con ellos sus costumbres, dar a conocer su comunidad y aprender de los visitantes. Pero no ven el turismo como una fuente estable de ingresos, a pesar de la gran oferta de tours que existe. Por año hacen alrededor de tres a seis viajes únicamente. Y además reafirman lo mencionado por Tito: la percepción sobre la inseguridad en Venezuela que se ha vendido a nivel mundial ha afectado el ingreso de turistas al país y por ende ha impactado de manera negativa a empresas de turismo familiar en lugares recónditos como Mavaco.

En el pasado –unos diez años atrás– el turismo era una de las principales fuentes de empleo en la región. Nos cuentan que por día se veían hasta cuatro lanchas diarias con más de quince personas que se adentraban en el río hacia las comunidades. Hoy llegan muchos menos grupos y principalmente de venezolanos. En la zona hay seis empresas de turismo, cinco son de criollos y, como decía anteriormente, únicamente Mavaco es de indígenas. Cuentan que las empresas de criollos están igual: con baja demanda de tours y todos esperan que "la cosa se recupere".

Mavaco I, nuestro medio de transporte

William y Dagne (motorista y guía turístico).

Desde Morganito zarpamos por el río Orinoco hacia el Sur, hasta que tomamos el río Sipapo y después de hacer una parada para almorzar y bañarnos llegamos a la comunidad Mavaco, nuestro primer campamento. Caminamos por el Conuco –espacio dedicado a la agricultura–, donde siembran yuca, plátanos, piña, cupuaçu, entre otros productos de subsistencia. Las mujeres nos reciben haciendo mañoco (harina de yuca) de manera artesanal y materia prima para el casabe (tipo de pan usado para acompañar todo tipo de comida).

"Todos hacen de todo", me contestaron cuando pregunté sobre la división del trabajo entre géneros: "El hombre ayuda a la mujer en todo, el hombre también cocina, también hace mañoco, pesca, ayuda a limpiar, la mujer también siembra, pesca, no hay división. Siempre entre todos ayudamos",  cuenta William quien además de pescador, motorista, agricultor y albañil también es partero.

Comunidad Piaroa Mavaco.

Mientras Dagne hacía la cena nos bañamos nuevamente en el río junto a los niños de la comunidad, pero poco fue el diálogo pues los más pequeños no hablan castellano, únicamente Piaroa. Instalamos las hamacas y a la luz de las velas pudimos saborear el delicioso sabor de un pescado fresco del río.

Niños piaroa disfrutando el río.

Campamento.

Ceguera

Al día siguiente después del desayuno (arepas) navegamos por el río Autana hacia Ceguera, otra comunidad Piaroa. Nos acercábamos al Gran Tepuy Autana y de camino Dagne nos cuenta sobre su vida. Finalizando la escuela en Mavaco tuvo que migrar a Puerto Ayacucho, la ciudad más cercana, para finalizar el colegio, y después de haber trabajado en diferentes lugares decidió volver a la comunidad: "En Puerto Ayacucho se necesita dinero para todo, para tomar agua, para comer, para la fruta, en la comunidad no necesitamos nada. Solo salimos para comprar jabón y sal, nada más. Con lo que se gana en algún establecimiento en Puerto Ayacucho no alcanza para vivir Por eso prefiero vivir en Mavaco, porque no necesitamos nada. Tenemos comida, pescado, agua. El turismo es bonito porque conocemos a mucha gente pero yo vivo principalmente de la siembra en el conuco".

De camino también nos comentó sobre la etnia Piaroa. Son alrededor de 9.000 habitantes, la comunidad más poblada es Mavaco con 80 familias. Su lengua es muy diferente a las otras lenguas indígenas con las que comparten el río. Los Yanomamis son el grupo más numerosos, alrededor de 13.000 habitantes. La interacción con las otras comunidades es poca, para comunicarse paradójicamente utilizan el castellano. Los niños, que tienen como primera lengua el piaroa, van a la escuela en la misma comunidad, y únicamente salen a Puerto Ayacucho para ir el colegio y son pocos los que van a la universidad. Suelen ser familias numerosas pero la escasez de recursos básicos no es una preocupación. Como bien dijo Dagne en Mavaco lo "tienen todo".

Vista desde Ceguera.

Como cualquier comunidad alejada el principal obstáculos que tienen es obtener la gasolina para las lanchas. Se debe ir hasta Puerto Ayacucho, y si bien es barata tienen que hacer largas colas para poder obtener la cantidad necesaria y no tener que volver cada semana. De hecho a lo largo de nuestro viaje se observan bongos metálicos que transportan tanques de gasolina. Debido a la escasez que se vive en estos momentos en Venezuela hace que la sal y el jabón lo vayan a buscar a la frontera con Colombia, donde también hay algunos indígenas piaroa (a los que llaman parientes) que les venden a bajo costo los pocos productos que necesitan.

Avanzado el día llegamos a Ceguera, nuestro segundo campamento. Nos quedamos en la choza de otro indígena piaroa quien recibe un pago por parte de Mavaco por alquilar el espacio. Ponemos las hamacas y directo a tomar un baño en el río Autana admirando el bello paisaje del Tepuy Autana, del Huajari (montaña central) y del Indio Dormido. Por la tarde hicimos una caminata de dos horas para ver parte del atardecer en un mirador, donde el bosque virgen alberga la algarabía de miles de aves entre las que observamos guacamayas, tucanes y pericos.

Baño en el rio con la montaña indio dormido atrás decorado con mariposas amarillas.

Cuenta la leyenda que el Tepuy Autana era el árbol de la vida. Allí existía todo tipo de frutos.

El árbol era tan alto que sobrepasaba las nubes, sostenido con unas lianas que caían desde el cielo.

Sin embargo el chamán al ver tanta riqueza, quiso compartir el árbol. Tumbó el árbol y el mismo cayó hacia atrás dejando dispersando sus frutos y semillas. Es por eso que hoy hay siembra y tierra fértil en las comunidades aledañas.

La imagen que se ve es el tronco restante del gran árbol de la vida. Sagrado para los piaroa. Por respeto a su sacralidad los indígenas no dejan que el tronco sea utilizado para escalar ni para el turismo de montaña. Lo más cercado a lo que se puede llegar es al cerro Huajari, la montaña central desde tomamos la siguiente fotografía:

Tepuy Autana. 

Un confín aún en libertad

A diferencia de otros grupos indígenas en el continente, los piaroa no están amenazados por la industria extractiva, tienen tierra para sembrar y agua limpia para tomar. La tierra es de propiedad común, cuando alguien desea trabajarla únicamente corta el bosque y comienza a sembrar su conuco. La agricultura es familiar y de subsistencia, si hay excedente, se busca vender en Puerto Ayacucho, pero no es el fin de la siembra.

La perspicacia para identificar cada movimiento del bosque, conocer cada árbol, su función en el ecosistema pero también su utilidad para el ser humano fue una de los asombros más relevantes. En Mavaco el dinero es inútil. Una comunidad que vive en libertad, un confín en donde el capitalismo, la acumulación y la escasez no se asoma, los niños saben nadar desde pequeños, aprenden a conocer las corrientes del río, el sonido de los pájaros, sus padres les enseñan desde muy pequeños la importancia de la caza, de la pesca, de la agricultura. Ningún químico colabora con el crecimiento de los alimentos, contra los insectos utilizan un remedio del bosque.

El turismo (por razones exógenas) se ha mantenido de baja escala y ha colaborado a que las comunidades piaroa no se sintieran amenazadas. Ven poco flujo de turistas al año y no se ha convertido en una actividad de la cual dependan los trabajadores, y ni siquiera Tito es asalariado de Mavaco. El bajo flujo no lo permite, pero eso tampoco pareciera ser una inquietud relevante.

Únicamente cuatro días vividos fuera de la cotidianidad ha sido útil para pensar en lo absurdo de la sociedad de la cual soy parte, del suicidio colectivo hacia un motor en donde prevalece el individuo y no lo común. En donde debemos comprarlo todo, hasta el agua, hasta la vida. Una sociedad en la cual no vivimos sino sobrevivimos.

Esto ya se ha dicho muchas veces, pero nunca está demás recordardo: ¡Adiwa Mavaco! [¡Gracias Mavaco!]

 

* Fotografías de Grettel V. Navas.