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Artículo de Opinión | Turismo Responsable

01-04-2013

Los límites olvidados. Reflexiones sobre turismo global, sostenibilidad y decrecimiento

Rodrigo Fernández Miranda | Alba Sud

A pesar de los buenos augurios anunciados por los representantes de las grandes corporaciones y sus instituciones, la industria turística se enfrenta con serios obstáculos y límites a un crecimiento supuestamente ilimitado.


Crédito Fotografía: Anabelle Handdoek. Licencia creative commons.

“Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos” (Fernando Pessoa)

El turismo internacional dominante en la globalización económica ha mostrado un crecimiento sin precedentes de oferta y demanda, expansión geográfica, segmentación de mercados y beneficio empresarial durante las últimas décadas, superando en 2012 por primera vez los 1000 millones de turistas. El texto reflexiona sobre las ideas dominantes y los límites con los que se enfrenta una de las industrias más boyantes del Siglo XXI.

Salud y límites de la industria turística

Muchos autores coinciden en que el turismo internacional es la industria más paradigmática de la globalización económica. Aunque su despegue comienza después de la II Guerra Mundial, este turismo se consolidó como el principal sector económico del planeta en los inicios del nuevo siglo.

La presión desreguladora y liberalizadora de actividades económicas a escala planetaria, el movimiento acelerado de personas y mercancías, la energía barata, las economías de escala y la hegemonía del consumismo son factores que contribuyeron a colocar al turismo en la globalizacióncomo la primera línea del comercio internacional, la tercera parte de la exportación mundial de servicios y la décima parte del producto bruto global. Asimismo, este sector ha sabido crear una imagen pública de “industria sin chimeneas” que esconde una parte sustancial de sus impactos.

Dos aspectos centrales en este modelo turístico han sido el crecimiento permanente y la expansión hacia territorios periféricos. Primero, los desplazamientos internacionales se multiplicaron 50 veces en los últimos 60 años (en 2009 se duplicaron respecto a 1989; para 2030 se prevé el doble que en 2009 y 90 veces más que en 1948) [1]. Segundo, los países periféricos aumentaron su participación en la tarta del turismo global un 30% en 15 años, llegando casi al 50%.

Este turismoes parte de un modelo de consumo que ejerce menos del 20% de la población mundial,sólo es relativamente accesible en países del Norte, mientras que en la periferia entre el 80% y el 99% de su población queda excluido de su consumo. Es decir: una séptima parte de la población del planeta puede hacer turismo en las otras seis séptimas partes (Duterme, 2007) [2].

A finales de 2012, al superarse el umbral de los 1000 millones de turistas, en la presentación de la campaña “mil millones de turistas, mil millones de oportunidades”,  el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, señalaba que “cada turista representa una oportunidad para alcanzar un futuro más justo, más integrador y más sostenible” (Europa Press, 2012).

Bajo la lógica de “cuanto más, mejor”, el crecimiento de este turismo se considera, sin matices, positivo en sí mismo, no sólo para la industria, las corporaciones transnacionales, los Estados de emisión y recepción y los consumidores, sino también para las sociedades y entornos naturales anfitriones, más aun cuando se trata de un país empobrecido.

Para evaluar la salud de una actividad económica, la mitología desarrollista se apoya en indicadores que miden fundamentalmente el crecimiento del volumen, el beneficio económico y la acumulación de capital. Según los indicadores oficiales, la industria turística global goza de una excelente salud y de unas perspectivas inmejorables, ya que crece continuadamente y se prevé que siga haciéndolo en los próximos años.

Un ejemplo: el indicador oficial por antonomasia, el Producto Interior Bruto (PIB), sólo se centra en la riqueza material. El PIB no contempla la destrucción, la distribución, la factura ecológica, la satisfacción de necesidades de las personas y la biosfera, ni la enorme cantidad de funciones de reproducción social no monetarizadas pero imprescindibles para la vida (Herrero, Cembranos, & Pascual, 2011).

Bajo el objetivo capitalista del crecimiento infinito subyace la idea de la ausencia de límites con los que toparse: las posibilidades ilimitadas de recursos, fuentes de energía, producción y acceso a bienes, generación de residuos o movimiento. A pesar de su baja carga lógica, esta verdad instalada ocupa un significativo espacio cultural y simbólico, muy presente en el pensamiento, el modus vivendi y el imaginario colectivo de las sociedades de consumo.

Al igual que el capitalismo global en su conjunto, el turismo internacional muestra un interesado olvido de cualquier límite de input y output en su expansión. Contrariamente, elementos que caracterizan un escenario de límites, como el cambio climático, el “pico del petróleo”, la contaminación, la pérdida de biodiversidad o el agotamiento de materias primas obligan a cuestionar categóricamente la posibilidad de un turismo cada vez más rápido, frecuente, lejano, barato y masificado.

Es una realidad que la demanda humana, de la que los países centrales son los principales responsables, ya ha superado la capacidad de carga del planeta: las capacidades ecológicas son superadas por el nivel medio de consumo mundial en un 50% [3] (WWF, 2010) y la “translimitación ecológica” alcanza un déficit del 50%, lo que supone que el planeta demora 1,5 años en regenerar los recursos renovables y en absorber el CO2 producido durante un año (WWF, 2012).

Así, el optimismo del crecimiento turístico ad perpetuam se enfrenta  con un contexto de límites biofísicos que convierten a esta panacea en un absurdo, y obligan a un replanteamiento fundamental sobre las entrañas de la propia industria.

La sostenibilidad imposible

La idea de la sostenibilidad está cada vez más presente en el discurso de los grandes actores del turismo internacional. Para la OMT el turismo sostenible es el que “tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas” (Organización Mundial del Turismo). ¿Es viable un turismo sostenible bajo este modelo? [4] ¿Es una posibilidad real o un intento de maquillar o poner parches a un modelo insostenible?

En primer lugar, para la sostenibilidad en el turismo se deberían tener en cuenta principios como:

· Principio de suficiencia: planificación a pequeña y mediana escala, adecuada a la capacidad de carga del territorio.

· Principio de coherencia: turismo integrado en el territorio [5], que potencie sus valores endógenos socioculturales y ecológicos sin deteriorarlos ni mercantilizarlos, adecuando el modelo a las especificidades de cada territorio.

· Principio de visión integrada: planificación que considere el medio y largo plazo, y la evaluación continua de sus impactos sobre territorio y poblaciones [6].

· Principio de ecoeficiencia: condición necesaria pero no suficiente para la sostenibilidad, la ecoeficiencia se relaciona con el establecimiento de mecanismos de ahorro de agua y energía, de consumo de embalajes o de productos de usar y tirar, entre otros.

· Principio de equidad social y buena gobernanza: fomento de políticas sectoriales que tengan en cuenta la sostenibilidad; coordinación entre Administraciones públicas; creación de espacios y mecanismos de participación del tejido asociativo, organizaciones sindicales y ciudadanía local en la toma de decisiones.

En las antípodas de estos principios, el modelo dominante de turismo cuenta con elementos que aseguran su insostenibilidad. Entre éstos se pueden subrayar la escala (masificación, grandes complejos, parques de ocio y centros comerciales, que implican externalidades contaminantes, impactos territoriales, sociales y sobre el consumo de energía y recursos), el diseño centrado en la urbanización y las infraestructuras (inadecuado para la preservación de las condiciones ecológicas y de espaldas a las poblaciones locales) o las políticas públicas que lo enmarcan (desregulación, liberalización, falta de planificación responsable y evaluación socioambiental de la actividad).

Este modelo asegura la quiebra del equilibrio climático, la destrucción de biodiversidad y el fraccionamiento de ecosistemas provocado por los grandes complejos, la contaminación de agua, tierra y aire, el uso de recursos renovables con una cadencia superior a su renovación, desigualdades sociales y concentración de riqueza en pocas manos.

Un turismo bajo el crecimiento económico permanente y el lucro cortoplacista como objetivos nucleares, se convierte en irreconciliable con la sostenibilidad. Los acuerdos multilaterales impulsados en la globalización económica han desconsiderado aspectos de índole social o ambiental, o los han contemplado cosmética o marginalmente. La idea de “explotar la naturaleza pero intentando no deteriorarla demasiado” no es válida como premisa para la sostenibilidad.

A pesar del avance de la “comunicación responsable” de organismos y transnacionales del sector, la sostenibilidad está reñida con los elementos definitorios de un modelo de turismodisociado de las necesidades y posibilidades, exento de racionalidad y límites, un ejemplo de vivir a expensas del futuro. Cuanto más crezca este turismo, más se profundizarán las desigualdades sociales, mayor será la huella sociocultural y medioambiental (Fernández Miranda, 2011). Por lo tanto, la posibilidad de un turismo sostenible pasa necesariamente por una transformación de las reglas y dinámicas que caracterizan a la versión dominante de esta actividad.

Decrecimiento, nuevo paradigma de turismo internacional

Si no decrecemos voluntaria y racionalmente, tendremos que hacerlo obligados por las circunstancias de carestía de la energía y cambio climático que acompañan hoy al despliegue del capitalismo global (Carlos Taibo)

A pesar de la eficaz construcción ideológica del crecimiento infinito, una actividad que necesita crecer para subsistir es ajena a los mecanismos de funcionamiento de la vida.La extralimitación es una norma del modelo, consecuencia de la necesidad de crecimiento ilimitado en el seno de un planeta con recursos limitados. La actual crisis socioambiental global no se puede superar con mayor eficiencia ni con parches de un capitalismo más verde, sino que la cuestión pasa imperiosamente por una reducción de los niveles de producción, transporte y consumo [7]. Es en este contexto dónde aparece la propuesta del decrecimiento.

Además de denunciar la inviabilidad de la lógicadel crecimiento sin límites, la idea del decrecimiento propone una reducción radical de la extracción de materiales y la generación de residuos.Una propuesta que, además, plantea la necesidad de una transformación sociocultural que incida en el estilo de vida y consumo, principalmente de las economías centrales.

Pero, ¿qué supondría el decrecimiento aplicado al turismo globalizado?Si se tiene en cuenta que la maquinaria turística es uno de los principales factores de deterioro ecológico a nivel mundial, la necesidad de reconversión y reducción del modelo dominante deben ser puntos de partida de la propuesta decrecentista. Este modelo turístico tiene repercusiones directas en los tres ejes que configuran la crisis medioambiental global (energética, climática y ecológica), devenida del desajuste creciente entre el funcionamiento de los procesos naturales y el sistema económico [8].

El turismo globalizado depende directamente de una enorme demanda de combustible fósil barato, cuya capacidad de aprovisionamiento está llegando a su fin [9]. El modelo de movilidad motorizada [10], la urbanización acelerada y dispersa y el turismo intercontinental de masas están entre las principales manifestaciones de la dependencia del petróleo (Fernández Durán, 2008). Entonces, la propuesta de “vivir mejor con menos” aplicada al turismo pasa, necesariamente, por un ajuste radical de los procesos socioeconómicos a las posibilidades materiales del planeta y la biosfera (Herrero, Cembranos, & Pascual, 2011).

Decrecer supondría, en primer lugar, una reducción sensible del volumen de oferta y demanda turística internacional. Por otro lado, implicaría una transformación de las lógicas que sostienen el estilo de vida de los países centrales, una reflexión colectiva sobre la conveniencia de renunciar, al menos parcialmente, a la propia idea del turismo internacional como satisfactor. En definitiva, el decrecimiento turístico plantea el reto de un desaprendizaje, una conciencia de la biodependencia y un cambio de la mirada sobre la realidad, sobre las formas hegemónicas de viajar, conocer, disfrutar y descansar.

Asimismo,la posibilidad de la sostenibilidad turística pasa por el fortalecimiento de políticas públicas regulatorias y el incremento de la capacidad de los poderes públicos y las comunidades locales para la planificación, evaluación de impactos y control de la actividad. Otras vías para la sostenibilidad apuntan, además de a la definición precisa y vinculante de capacidades de carga de los territorios anfitriones,a la organización de la actividad apoyándose en elementos renovables, eldesarrollo endógeno, la diversificación económica y políticas de participación social [11].

Un nuevo paradigma de turismo internacional, camino a la sostenibilidad, debería plantear el acotamiento de alternativas turísticas que favorezcan el deterioro ambiental y contribuyan a una superación aún mayor de los límites de la biosfera y el planeta, estableciendo parámetros, límites o cuotas de huella turística, no sólo en destino sino teniendo en cuenta todo el proceso. Asimismo, se podría limitar, a través del establecimiento de un objetivo de huella ecológica, el uso de recursos o la generación de residuos por persona y año.

Asimismo, si se tienen en cuenta las importantes externalidades negativas derivadas o la reposición de recursos locales empleados, este turismo internacional low cost no paga los costes que genera.La implementación de ecotasas finalistas sería una forma de internalizar parte de estos costes medioambientales que sus precios de venta no computan [12].

En definitiva, se trata de construir un modelo de turismo participativo [13] y que considere los mecanismos de funcionamiento de la vida, siempre en el marco de un decrecimiento en general: un tipo de viaje y ocio que preserve el medio ambiente, que revalorice la proximidad, que sea más frugal, lento y mesurado.En la transición hacia el “postfosilismo” y en un contexto de colapso ambiental, la más sostenible de las alternativas se relaciona con un estilo de vida que no esté atado al uso insostenible de recursos, materiales y energía.

El debate sobre una limitación sustancial del turismo internacional masificado se hace ineludible, junto con una reivindicación de la quietud, la proximidad, la lentitud, la austeridad o el inmovilismo como elementos de formas de vida posibles. “En definitiva, se trata de cambiar los criterios que hoy prevalecen por otra racionalidad económica que se someta a las exigencias sociales y ambientales que permiten el mantenimiento de la vida. Orientar las decisiones económicas hacia la igualdad no es sólo cuestión de normativa o instrumentos económicos, sino de impulsar también cambios culturales” (Herrero & González Reyes, 2011).

Volviendo a las recientes declaraciones del Secretario General de la OMT, ningún modelo puede ser “justo, integrador y sostenible” si obvia los límites. El reto del decrecimiento conlleva una refundación del turismo dominante, que implica cambios profundos en las prácticas, la valoración cultural y las políticas públicas y marcos legislativos que regulan la actividad. Pero el tiempo no corre a favor de la sostenibilidad, y la posibilidad de que decrecer sea una elección voluntaria y consensuada estará cada día más limitada.

 

Notas:

[1] Desde entonces los desplazamientos pasaron de unos 20 millones de personas en 1948 a 200 en 1975, 420 millones en 1989, 860 millones en 2007, yen 2012 se superó la cifra de los 1000 millones. Las previsiones de la OMT no reducen el ritmo de crecimiento: se prevén 1800 millones de desplazamientos internacionales para 2030.

[2] Para más información ver: El viaje tras el goce. Alba Sud. (Fernández Miranda, 2012).

[3] Por persona corresponderían 1,8 hectáreas de terrenos productivos, mientras que el nivel medio de consumo mundial se encuentra en torno a las 2,7 hectáreas, justamente, el componente más importante de la Huella Ecológica es la huella de carbono (WWF, 2010).

[4] ¿Es posible un turismo sostenible cuando éste tiende a la masificación, está explotado por empresas transnacionales y se desarrolla en el marco de políticas públicas y de relaciones comerciales neoliberales?

[5] Un turismo que se integre de forma armónica en la naturaleza, promoviendo el cierre de ciclo de materiales, el uso de las energías alternativas o el fomento de la biodiversidad, entre otras cuestiones.

[6] A través de indicadores como la huella ecológica, consumo de agua y energía, densidad de la ocupación, generación de residuos y gases efecto invernadero, entre otros.

[7] Una economía capitalista no puede decrecer de forma prolongada. Por el contrario, el exceso creciente de la producción y el consumo es una condición necesaria para el crecimiento y la expansión del capitalismo. Un sistema que sólo puede continuar existiendo si se producen y consumen cada vez más bienes y servicios, a la vez que se amplían el espectro de actividades monetarias y lucrativas.

[8] Paralelamente, el avance de la urbanización, la construcción y las infraestructuras turísticas para la recepción, estancia y movilidad de las masas de visitantes representan otro factor de (sobre) consumo de energías, impactos diversos sobre el territorio, demanda de materiales y recursos finitos e irrecuperables.

[9] La cantidad de petróleo que se consume en la actualidad es 4 veces superior a la que se descubre (Herrero, Cembranos, & Pascual, 2011). Esta fuente de energía puede ser barata, justamente, porque su precio no repercute todos sus costes sociales y medioambientales, como la contaminación y la regeneración ambiental durante los próximos siglos.

[10] Una de las actividades indisociables del turismo, el transporte motorizado (y su relación de interdependencia con la energía y la construcción), exige grandes infraestructuras para su uso, y cuánto mayores son las distancias recorridas y la velocidad, mayor es la demanda de energía. En el caso del avión, medio de transporte más utilizado por este turismo, los impactos en cuanto a consumo de energía fósil, emisiones de gases de efecto invernadero o necesidades de infraestructuras y materiales se multiplican.

[11] Asimismo, en muchos casos el nivel de agresión sobre el territorio que ha supuesto la turistización es tan elevado que deberían implementarse medidas de replanificación territorial.

[12] Para más información, ver Cae un tabú: Alemania crea un impuesto climático sobre la aviación. Alba Sud. (Buades, 2010).

[13] Con una participación activa del Estado, la ciudadanía, las organizaciones y los movimientos sociales en la toma de decisiones que rige la actividad.

 

Bibliografía citada

Buades, J. (2010). Cae un tabú: Alemania crea un impuesto climático sobre la aviación. Alba Sud.

Duterme, B. (2007). Turismo hoy: ganadores y perdedores. En VV.AA., Turismo hoy: ganadores y perdedores. Alternativas meridionales. Editorial Popular.

Europa Press. (13 de diciembre de 2012). El turismo internacional alcanza el récord histórico de 1000 millones de turistas. Europa Press.

Fernández Durán, R. (2008). El crepúsculo de la era trágica del petróleo. Virus Editorial.

Fernández Durán, R. (2011). La quiebra del capitalismo global: 2000 – 2030. Preparándonos para el comienzo del colapso de la Civilización Industrial. Libros en Acción.

Fernández Miranda, R. (2012). El viaje tras el goce. Alba Sud.

Fernández Miranda, R. (2011). Viajar perdiendo el Sur. Crítica del turismo de masas en la globalización. Libros en Acción.

Herrero, Y., & González Reyes, L. (2011). Decrecimiento justo o barbarie. Viento Sur. N. 118 .

Herrero, Y., Cembranos, F., & Pascual, M. (2011). Cambiar las gafas para mirar el mundo. Una nueva cultura de la sostenibilidad. Libros en Acción.

Organización Mundial del Turismo. (s.f.). www.unwto.org. Recuperado el marzo de 2013, de www.unwto.org.

Taibo, C. (2009). En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo, crisis y barbarie. Los Libros de la Catarata.

WWF. (2010). Planeta vivo. Informe 2010. Biodiversidad, biocapacidad y desarrollo. WWF.

WWF. (2012). Planeta Vivo. Informe 2012. Biodiversidad, biocapacidad y propuestas de futuro. WWF.