22-01-2012
Emigrar: el frágil espejismo en Centroamérica
La revista Cultura Obrera, que se publica en las Islas Baleares, se hace eco del documental Y me fui, producido por Alba Sud, con un artículo firmado por Tiu Kolomeike, sobre las migraciones en Centroamérica.
Crédito Fotografía: Plantación piñera en Costa Rica. Fotografía de ElPaís.Cr
Hace unos meses tuve la oportunidad de volver a Nicaragua. Durante quince años ese país había sido mi segunda casa y, en cinco años de ausencia, todo había cambiado. Se habían multiplicado los pequeños comercios con productos antes poco accesibles para la mayoría. Los célulares habían dejado de ser un objeto privativo de los ricos, los coches inundaban pequeñas ciudades, las motos deslizaban como hormigas por algunas comunidades del sur, mientras que al norte las máquinas tragaperras parecían convertirse en el nuevo opio del pueblo.
Una mirada acrítica concluiría que la calidad de vida de los nicas ha mejorado. Es indudable que las "políticas sociales" del gobierno sandinista han paliado la extrema pobreza del segundo país más pobre de Centroamérica, pero la valoración que pueda hacerse del modelo económico en que se ve inmersa Nicaragua y el resto de la región, y de sus efectos a largo plazo, queda lejos de las aspiraciones a una sociedad equitativa.
No es nuestro objetivo analizar las políticas económicas de este país, sino reflejar la situación de buena parte de la población centroamericana sobre la que recae el peso de estas políticas. Condenados a la especialización en la exportación de mano de obra barata no calificada, los países de Centroamérica - con la excepción de Costa Rica -, viven el goteo constante de fuerza de trabajo a cambio de una de las principales entradas de divisas, las remesas familiares, activadoras de una economía basada en el consumo de productos de importación y la dinamización del sector servicios, pero no en la producción y, mucho menos, en la creación de alternativas sociales.
En la búsqueda de un futuro que imaginan mejor
La vertiginosa circulación de bienes que pasaba ante mis ojos contrastaba con las 200 mil personas en paro (variable según las fuentes), en un país que no llega a los 6 millones de habitantes y donde los niveles de pobreza aún afectan a un 42% de la población según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía. ¿De dónde sale el dinero que dinamiza todo ese consumo? ¿Del trabajo paupérrimo en las maquilas? Los salarios de los trabajadores del campo que no llegan a los 100 US$? Si, de acuerdo al Instituto Nacional de Información de Desarrollo, una familia de 6 personas necesita para la canasta básica 406 US$, los números no cuadran. En buena medida, la respuesta se encuentra en la llegada de dinero que los familiares emigrados envían desde los países de acogida.
Si Estados Unidos ha sido siempre destino preferente de los emigrantes centroamericanos, el boom turístico que vivió Costa Rica durante los años 90 y la década de 2000, así como la potenciación de la agroexportación, hicieron de este país el principal destino para los nicaragüenses.
La permeabilidad de la frontera entre ambos países y el elevado precio de la documentación - entre 200 y 600 US $, mientras el ingreso de un inmigrante en Costa Rica es de 150 a 200 US$ mensuales - hacen que una parte importante de los inmigrantes sean "ilegales" e invisibles en las estadísticas. Se calcula que entre 300 mil y medio millón de nicas viven en territorio tico.
Hasta la llegada de la crisis, abundaba el trabajo precario en el sector de la construcción de grandes complejos hoteleros y de segundas residencias para costarricenses adinerados y estadounidenses, también en las grandes plantaciones. En el nuevo contexto de regresión, muchos han pasado a subsistir del reciclaje en los grandes basureros del país.
Paradójicamente, el trabajo de estos trabajadores descansa en el abuso de las grandes compañías constructoras y agroexportadores sobre las poblaciones locales. La implantación de complejos hoteleros supone la privatización de sectores litorales, el desplazamiento de poblaciones pesqueras, la sobre explotación de los recursos naturales y, a menudo, su privación a los habitantes.
Las grandes plantaciones también dan lugar a fuertes conflictos. El acaparamiento de tierras por parte de las grandes compañías toma prestado el principal recurso de subsistencia de muchas familias que, a su vez, ven cómo se reduce drásticamente el cultivo de productos básicos como el maíz y el frijol, provocando su importación y subida de precios.
Inmersos en este contexto de precariedad, los y las inmigrantes nicaragüenses se ven presionados, además, por el ahorro del último céntimo: en 2005 enviaron remesas a sus familiares de Nicaragua por valor de 42 millones US$. Esta cantidad, casi el 1% del PIB del país, es sólo una pequeña parte del total de remesas recibidas por este país desde Europa y, sobre todo, desde los EEUU - que fue de más de 600 millones US $, cerca del 15% de su PIB. El beneficio para los intermediarios y los especuladores es incalculable.
Mientras se espera el retorno
La ausencia de los emigrados en los lugares de origen genera situaciones contradictorias: al tiempo que se dispone de unos ingresos que facilitan el acceso a nuevos bienes de consumo o servicios como la educación, o que incluso posibilitan la apertura de pequeños negocios o el pago de deudas, las familias sufren las consecuencias de la desestructuración.
En el peor de los casos, los y las niños que crecen sin la figura del padre, de la madre o de ambos, encuentran su espacio de socialización en grupos de pandilleros. Lo más común es que la llegada de remesas familiares se traduzca en elevados niveles de consumismo que no hacen sino reforzar la división social. A modo de ejemplo, casi la mitad de las familias de la ciudad salvadoreña de Santa Rosa de Lima son beneficiarias por este tipo de ingresos.
La descapitalización humana que sufren los países de origen afecta a sectores como la agricultura y la ganadería que, como en el caso de El Salvador, llega al extremo de necesitar de la incorporación de otros inmigrantes - "migración de relieve" - procedentes sobre todo de Nicaragua. Esta situación es paralela al envejecimiento e infantilización de una población que ve partir a su fuerza de trabajo joven.
En definitiva, la emigración plantea una situación de absoluta precariedad para los que se van. Las pésimas condiciones laborales y bajos salarios de los inmigrantes y el estrés psicosocial provocado por el desarraigo comunitario y familiar, se ven agravados por la condición de indocumentados de muchos de ellos y ellas, quedando totalmente marginados de los beneficios sociales en un contexto de elevada siniestralidad laboral, y desprotegidos ante la explotación laboral. Mientras tanto, otros quedan a la espera de su regreso. Creen mejorar sus condiciones de vida mientras se distancian socialmente de aquellos que no son beneficiarios de las remesas. La realidad, sin embargo, es que esta mejora coyuntural condena estos países a un modelo consumista y desestructurador a nivel individual y colectivo.
Fuentes de este artículo:
Blàzquez, M. i Cañada, E. (eds.) (2011): Turismo placebo. Nueva colonización turística del Mediterráneo a Mesoamérica y el Caribe. http://www.albasud.org
Cañada, E. (2011): Migraciones en Centroamérica, en el centro de un cambio estructural. http://www.albasud.org
Cañada, E. (realització i guió) (2011): Y me fui. Video: http://www.albasud.org
Monge, R. i Lizano, E. (2003): Bancarización de la remesas de inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica. http://idbdocs.iadb.org
Artículo publicado originalment en catalán en la revista Cultura Obrera, número 45, enero-febrero 2012, pág. 8.
- Audiovisual: Y me fui
- Publicación: Migraciones en Centroamérica, en el centro de un cambio económico estructural
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