06-08-2024
Asociacionismo en turismo y rescate del patrimonio rural en Argentina
Andrés Pinassi | Alba SudEl asociacionismo en turismo, como forma de cooperación entre agentes, contribuye a la (re)valorización del patrimonio rural. Analizamos en el ámbito de la provincia de Buenos Aires el caso de la organización Crecer Comunidades Rurales, que impulsa un trabajo en red que busca la dinamización de pequeñas localidades en situación de vulnerabilidad.
Crédito Fotografía: Organización Crecer Comunidades Rurales. Crédito fotografía: Crecer Comunidades Rurales.
En localidades rurales que sufren el despoblamiento, la carencia de infraestructura y servicios básicos, el desempleo, entre otras vulnerabilidades sociales, culturales y económicas, el asociativismo muchas veces estructura el único medio que permite generar oportunidades. En sentido particular, vinculado al asociativismo en los procesos de valorización turística del patrimonio rural, éste consolida los lazos sociales a través del rescate de bienes, historias e identidades, representativas de determinados colectivos.
En Argentina existen algunos ejemplos de asociativismo en turismo, tanto en el ámbito de los territorios rurales como de los urbanos. En el marco del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se destaca la Red Argentina de Turismo Rural, la Red Estratégica de Conocimiento de Turismo Rural y la Red de Turismo Rural del Centro Sur de la provincia de Buenos Aires, por citar sólo algunas experiencias (Guastavino et al., 2022; Haag y Bustos Cara, 2021; Haag, 2024). Otros casos de renombre son la Red Argentina de Turismo Rural Comunitario; la Red de Turismo Campesino de los Valles Calchaquíes de Salta (Cáceres, 2021); la Asamblea Rural de Jáchal en San Juan (Allende, 2022); la Cooperativa Ajayu en la ciudad de Buenos Aires; y la administración de los hoteles Bauen, Pipinas y Pismanta.
Estas iniciativas llevan a cabo formas de trabajo particular que se alinean detrás de fines comunes y labores colaborativas con unrol preponderante de las comunidades. Marina Guastavino, coordinadora de la Red Estratégica de Conocimiento de Turismo Rural del INTA, coloca a la cooperación y la promoción de alianzas entre los distintos actores como una forma de gestión clave en los territorios rurales, dado que “(…) facilitan proyectos asociativos que permiten potenciar las capacidades individuales, generando un proceso conjunto” (Guastavino, 2022:109).
Un “cambio rural” para “crecer” en comunidad
En el contexto argentino, un caso de relevancia lo constituye el Programa Cambio Rural. Éste forma parte de una política pública nacional impulsada en la década de 1990. El neoliberalismo que caracterizó a esta época, condujo a la fragmentación económica y social de la población en general y a una serie de transiciones en los territorios rurales en particular, que llevó, por ejemplo, a una reducción en las producciones agropecuarias en la región pampeana (Pérez Winter, 2024). También se agudizó el despoblamiento rural que atravesaban determinadas localidades, generado en parte por el cierre y desmantelamiento de ramales ferroviarios, impulsado por la privatización de servicios públicos, entre otras causas (Pinassi, 2024). En este marco, el programa intenta dar respuesta a las necesidades del sector productivo, en donde a través del turismo rural (entre diversas estrategias) se configura una alternativa conducente a contrarrestar las problemáticas acaecidas.
Dicho programa constituye una “herramienta de extensión rural y periurbana”, destinada al acompañamiento y asesoramiento de pequeños y medianos productores y empresas familiares capitalizadas mediante un trabajo asociativo (Secretaría de Bioeconomía, s.f.). Con el tiempo, esta mirada netamente productiva fue cambiando, dando lugar a nuevas estrategias de innovación que buscan el desarrollo territorial en el medio rural, entendido éste en un sentido integral (Pérez Winter, 2024). Actualmente, el programa se impulsa en el ámbito de la Secretaría de Bioeconomía del Ministerio de Economía de la Nación, y es co-ejecutado por el INTA, administración descentralizada de la misma esfera ministerial.
Según el último informe publicado por la Coordinación de Extensión y Cambio Rural (2024), en el país se registran un total de 760 grupos que trabajan de manera asociativa bajo este programa. Ello representa a 6.643 productores distribuidos en todo el país. Del total de grupos, un poco más del 8% forma parte de experiencias de turismo rural, ocupando el quinto lugar, luego de aquellos abocados a la producción vegetal, a la producción animal, a la apicultura y a las agroindustrias.
En el noroeste de la provincia de Buenos Aires cobra protagonismo la asociación Crecer Comunidades Rurales. Configura una “organización sin fines de lucro que busca mejorar la calidad de vida de aquellos que viven lejos de la ciudad”. Constituida en el año 2017, se desarrolla principalmente en el partido de Trenque Lauquen, aunque ha comenzado a realizar algunas estrategias fuera de los límites del distrito. Estructura una red de actores que trabajan de forma asociativa en pos de un objetivo compartido: volver a darle vida a las pequeñas localidades rurales que atraviesan el despoblamiento y sufren múltiples carencias sociales, culturales y económicas. María Virginia Roca, extensionista del INTA, coordinadora y gestora inicial del colectivo, comenta a Alba Sud que “Crecer surge a partir de un interés personal que impulsamos desde el INTA, con la idea de continuar con un programa de mujeres rurales, que en un momento se discontinuó. Así es que convocamos a diferentes instituciones (públicas y privadas) y armamos lo que es hoy Crecer Comunidades Rurales en Red; pasamos de trabajar sólo con mujeres del ámbito rural a familias y comunidades enteras”.
Video: Crecer Comunidades Rurales desde la mirada de su Coordinadora, María Virginia Roca. Crédito: Bichos de Campo.
La puesta en valor turístico del patrimonio se posiciona como uno de los ejes de trabajo. En este sentido, se inducen propuestas con el propósito de recuperar y reivindicar las historias locales, cotidianas y populares. Entre las estrategias de innovación territorial se destaca la creación de centros culturales de base comunitaria, la realización de circuitos turísticos (por fuera de las ofertas oficiales), el rescate de edificios históricos, la organización de peñas, el avistamiento de flora y fauna nativa, el astroturismo, la programación de jornadas y seminarios de carácter académico-profesional, entre otros procesos colectivos.
Astroturismo en el paraje rural Lértora. Crédito imagen: Crecer Comunidades Rurales.
El financiamiento de las distintas iniciativas es realizado a partir del aporte del INTA, a través de proyectos específicos, de privados y de actores gubernamentales que intervienen en la escala municipal. Una buena parte de la red la configuran los grupos asociativos de turismo rural de la región, que se desarrollan bajo el Programa Cambio Rural del INTA. María Virginia Roca comenta, “éste es un proyecto colectivo, que armamos entre todos, es asociativo, colaborativo y de amplia participación, donde los integrantes compartimos objetivos para la dinamización de los pueblos rurales”.
Una de las propuestas actuales que lleva a cabo la organización se da en el paraje Estación Victorino de la Plaza, en el partido de Guaminí. Es una pequeña localidad, de alrededor de 30 habitantes, contabilizando los residentes de los campos aledaños (según lo expresado por los entrevistados), que atraviesa un devenir poco alentador, producto del éxodo rural iniciado en la segunda mitad del siglo XX.
Postales de Victorino de la Plaza. Crédito imagen: Andrés Pinassi.
Reviviendo: el caso de Victorino de la Plaza
Victorino de la Plaza es un paraje rural en los bordes del oeste de la provincia de Buenos Aires. Al igual que gran cantidad de pueblos del interior del país, surge en el contexto del modelo agroexportador, en el año 1911, asociado al desarrollo del transporte ferroviario nacional, como se analizara desde Alba Sud en otras oportunidades, para los casos de Nicolás Levalle, General Rondeauy Sundblad. En la década de 1970, producto del retroceso y deterioro progresivo del sistema ferroviario y otras causas vinculadas al contexto agrícola-ganadero, comienza a sufrir un proceso de despoblamiento rural, característica común en las pequeñas poblaciones del interior del país.
La localidad se estructura por la estación de tren (adicionado al conjunto de bienes inmuebles y muebles que hacían a las funciones complementarias), las antiguas viviendas de los trabajadores ferroviarios, una capilla, el club y la escuela. Esta última es la única que se encuentra en funcionamiento regular.
En este marco, en 2023 se comenzó a trabajar de manera asociativa entre la organización Crecer Comunidades Rurales y la agrupación comunitaria Amigos de Victorino (conformada principalmente por residentes y exhabitantes del paraje y los campos aledaños). El propósito es desarrollar proyectos de valorización turística del patrimonio rural, que contribuyan al rescate de los bienes históricos del paraje, a través de usos vinculados al ocio de carácter popular. Al respecto expresa Marcelo Graffigna, integrante de la asociación civil local, “los beneficios de trabajar con Crecer son muchos, considerando la experiencia que tiene la red; esto nos permite agilizar diferentes proyectos que, en definitiva, buscan sostener un espacio colectivo compuesto por la escuela, el club social y la capilla”.
Agrupación comunitaria Amigos de Victorino. Crédito fotografía: Amigos de Victorino.
La iniciativa se enmarca en el proyecto denominado “Innovación territorial del noroeste de la provincia de Buenos Aires”, que se lleva a cabo desde el INTA y dentro del cual se inserta Crecer Comunidades Rurales. Éste contempla el desarrollo de estrategias y acciones en seis pequeñas localidades bonaerenses (Magdala, Bayauca, Santa Eleodora, Berutti, Girodias, Lértora y Victorino de la Plaza). Entre las actividades que se vienen implementando en Victorino y aquellas que pretenden concretarse en un futuro inmediato, se destacan las visitas guiadas a los sitios históricos del lugar, cenas y bailes de campo, cabalgatas, prácticas de forestación y huerta de aromáticas, recuperación de la capilla y el club, entre otros lineamientos que buscan articular otros actores, como la Escuela Rural N° 13, del mismo paraje. Liliana Di Sanzo, integrante de Crecer y nexo entre dicha organización y la comunidad local, en entrevista a Alba Sud comenta que “una de las primeras propuestas que se programó fue la cabalgata distrital, que congregó gente de todas las localidades cercanas. Para ello armamos un aula museo con todos los elementos históricos que pudimos recolectar, tanto en la misma escuela como en el pueblo. Esto sirvió para visibilizar parte de lo que se venía trabajando”.
Cabalgata en Victorino de la Plaza. Crédito fotografías: Liliana Di Sanzo.
De caras a un futuro inmediato, operativizan la creación un taller textil comunitario, impulsan la restauración de la capilla y organizan una festividad arraigada en la cultura rural. Según Liliana Di Sanzo, esto llevó a la articulación con otros actores, algunos con mayor interés y apoyo que otros, como instituciones religiosas de la ciudad de Trenque Lauquen y el Municipio de Guaminí. En palabras de Marcelo Graffigna, “el futuro de Victorino depende de la participación activa de los vecinos del lugar, como así también de la mirada de la ruralidad por parte de la misma comunidad”.
A modo de cierre: entre luces y sombras del asociativismo
El trabajo asociativo en turismo contribuye al rescate y preservación de patrimonios e identidades. A partir de un aprovechamiento turístico-recreativo respetuoso, impulsa mecanismos de asignación de valor social sobre ciertos componentes que hacen a la historia de los pueblos y parajes. En este marco, dicha labor mancomunada adquiere una capacidad transformadora (material y simbólica) de las realidades hostiles en las que se encuentran inmersas gran parte de las pequeñas aglomeraciones.
A pesar de los alcances de la gestión asociativa, también se identifican algunas limitaciones. Por un lado, las tensiones generadas en torno a las relaciones de poder estructuradas entre los actores, más aún en territorios tan complejos como los rurales; a su vez, en determinados casos, se destacan los periodos prolongados para la concreción de los proyectos, dada la participación de distintos agentes y la toma de decisiones consensuadas; asimismo, se observan dificultades para sostener en el tiempo las iniciativas. En ciertas oportunidades, también se destacan las divergencias entre los objetivos colectivos y los individuales y las desarticulaciones de los actores cuando intervienen desde escalas geográficas diferentes a la local, con una mirada foránea y distante sobre las realidades cotidianas de las comunidades (Pinassi y Schenkel, 2024).
Por último, cabe pensar estas sombras del asociativismo en el marco de un contexto político-económico nacional poco alentador, en el que existe una desinversión pública de este tipo de propuestas, más aún de aquellas políticas y estrategias destinadas a los turismos de proximidad y a la preservación patrimonial en aglomeraciones de reducida escala.
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