09-07-2024
Yunguilla: turismo comunitario con rostro verde y humano
Dennis García | Alba SudUbicada a unos 35 kilómetros al noroccidente de Quito, la capital del Ecuador, muy cerca de la Línea Equinoccial, la comunidad de Yunguilla ha logrado mantener al turismo comunitario como eje de la economía de sus familias gracias a la gran diversidad de su flora y su fauna durante 19 años.
Crédito Fotografía: Comunidad de Yunguilla. Fuente: Dennis García.
Yunguilla es parte del bosque nublado del Chocó Andino, que se extiende a lo largo del noroccidente de la provincia de Pichincha, hacia el norte, por más de 280.000 hectáreas. Es un segmento de una gran Reserva de Biosfera Chocó Andino para la conservación de bosques con alta biodiversidad, declarada por la UNESCO en 2018. Esto explica su abundante diversidad de árboles, plantas, aves y mamíferos.
De depredadores del bosque a cuidadores de la naturaleza
Hasta los años sesenta del siglo pasado, Yunguilla era un territorio de grandes haciendas destinadas a la agricultura y la ganadería. La Reforma Agraria de 1964 obligó a los terratenientes a entregar pequeños lotes a sus extrabajadores que fueron insuficientes para su subsistencia. Ante la escasez de tierra, los campesinos se dedicaron a la tala de bosques y a producir carbón, con los residuos de la madera. Además, para complementar su economía, aprovechando los culuncos (caminos ancestrales del pueblo Yumbo), algunos se transformaban en arrieros para contrabandear alcohol de caña, que se producía en las zonas bajas. En esos años la producción y comercialización de alcohol estaba prohibida por el Estado.
Colunco. Fuente: Martín Jaramillo Serrano, libro «Arrieros, historia de caña y contrabando» (2018).
Rolando Collaguazo, Coordinador del Área Ambiental de la Corporación Yunguilla, nos relata que «para garantizar su subsistencia, un campesino necesitaba talar, al menos, dos hectáreas al año. En esos años éramos 65 familias. Es decir, que anualmente talábamos más de 130 hectáreas de maderas finas: canelo, matachi, tarqui, colorado, motilón». Esta situación cambió en 1995 cuando llegó a Yunguilla la Fundación Maquipucuna, una organización no gubernamental que, trabajando junto a comunidades y gobiernos locales, logró crear la Reserva de Biosfera Chocó en el noroccidente de la provincia de Pichincha.
Esta fundación propuso a la comunidad el proyecto «Manejo adecuado de los recursos naturales», que fue aceptado solo por dieciocho familias. La primera actividad de este pequeño grupo fue la creación de un vivero forestal comunitario. Con las plantas producidas empezaron a reforestar las áreas taladas. A los tres años se plantearon la necesidad de emprender alguna actividad que generara ingresos en el corto plazo. Fue cuando empezaron a hablar de turismo comunitario. La fundación Maquipucuna apoyó con capacitación en gastronomía, guianza turística y administración. A finales de 1998 recibieron a un primer grupo de dieciocho visitantes holandeses. Esta visita evidenció algunas falencias: no contaban con un lugar adecuado para alojamiento, ni un espacio para que los visitantes comieran. Tuvieron que improvisar una casa familiar como alojamiento y otra casa como cocina y comedor.
Bosque nublado Yunguilla. Fuente: Dennis García.
Pero, sobre todo, esta primera visita enseñó al grupo a mirar su entorno con otros ojos. Rolando, recuerda que«los visitantes se fascinaron con los distintos tonos de verde de la naturaleza, con los árboles, las plantas, las orquídeas, con los colibríes, con las tangaras, con los loros, con los pericos, con las pavas de monte, con los tucanes… Antes de esa visita nosotros no tuvimos ojos para mirar la belleza de nuestro propio entorno. Ahí aprendimos que ese era el tipo de turismo que nosotros debíamos emprender». Posteriormente, la comunidad elaboró un inventario en el que se registraron 150 especies de orquídeas, 120 especies de aves y diversidad de mamíferos, entre ellos, 44 osos de anteojos.
Orquídea de Yunguilla. Fuente: Dennis García.
El sueño de la tierra
A fines de la década del 90 el Ecuador era un barco a la deriva. El país vivía una depresión sin parangón desde la época republicana. Si bien existían causas exógenas, analistas concluyen que el detonante de la crisis puede explicarse por los efectos de las políticas neoliberales implementadas a partir de 1992 (Acosta & Juncosa, 2000; Acosta, 2001). El capital financiero había convertido a los bancos en ventanillas de las empresas de los mismos grupos económicos que controlaban las entidades financieras. En los primeros días del nuevo siglo, ante la eminente debacle bancaria, el gobierno decretó un feriado bancario e inmediatamente la dolarización total de la economía. De esta manera muchos ahorristas e inversores vieron congelarse su dinero en las arcas de los bancos, lo que causó la quiebra de un sin fin de negocios y el fenómeno migratorio más grande de la historia del país.
Por efectos de esta crisis, en 1999, junto al poblado de Yunguilla, se puso en venta una finca ganadera de 27 hectáreas. Comprarla era una posibilidad que cambiaría radicalmente la vida de los comuneros. El acceso a tierra suficiente y buena es un sueño para cualquier campesino. El pequeño grupo de dieciocho familias decidió comprar la finca sin tener el dinero. Había que conseguirlo de cualquier manera. Lo primero que se les ocurrió fue proponer la compra al resto de la comunidad, que antes no se integró. La única condición era que todos pusieran una cuota igual de 500.000 sucres, que en ese tiempo (a un cambio de 11.632 sucres por dólar) equivalían a 43 dólares. Esta suma, hoy parece pequeña, pero en ese tiempo era significativa para la pobreza campesina. Esto alcanzaba apenas para entregar un abono al propietario de la finca, pero de ninguna manera para cubrir la totalidad del costo. De todas formas, la comunidad se entusiasmó y pasaron de dieciocho a cincuenta y cinco socios. A través de la fundación Maquipucuna se pusieron en contacto con el Programa de Pequeñas Donaciones de Naciones Unidas (PPD) y con RainForest, que decidieron apoyar la compra. Inmediatamente hicieron las gestiones para legalizar la organización. En junio del 2000 se aprobó la Corporación Microempresarial Yunguilla.
Casa de los abuelos: un pequeño museo en el Mirador de Yunguilla. Fuente: Dennis García.
La fundación Maquipucuna se retiró en el 2001, aunque continuó con capacitaciones y asesoramientos eventuales hasta el 2005. Esto constituyó un desafío para la autogestión. Toda la comunidad se integró a diversas actividades: las mujeres empezaron a fabricar mermeladas, los jóvenes a hacer quesos, todos a impulsar huertos orgánicos y, sobre todo, servicios turísticos.
El ecoturismo: apoyo fundamental a la economía comunitaria
En el 2013 la Corporación consiguió que el municipio de Quito declarara a Yunguilla Área de Conservación y Uso Sustentable del territorio (ACUS). Ser parte del subsistema metropolitano de áreas protegidas se constituyó en una nueva oportunidad. La Corporación decidió continuar con el turismo comunitario como un factor fundamental de apoyo a las economías familiares. Se consolidó una pequeña quesera que da trabajo permanente a dos personas, procesa 280 litros de leche al día aportada por diez familias, produce 75 quesos diarios y 40 litros de yogurt quincenales. Cuentan también con una pequeña fábrica de mermeladas en la que rotan siete mujeres y se nutre de mora, uvilla, chigualcán (una especie de pequeña papaya) y frutilla, producidas en los huertos familiares. En el 2018 inauguraron el Restaurante Mirador Yunguilla, que tiene una vista privilegiada del entorno y da trabajo a 22 jóvenes. Fue construido con la madera que la comunidad sembró en los años noventa.
La pequeña fábrica de quesos. Fuente: Dennis García.
El turismo devino en una fuente de ingresos muy importante. Cuando comenzaron no contaban con alojamiento para los visitantes, pero descartaron la posibilidad de construir algo parecido a un hotel. Optaron por mejorar las viviendas de los comuneros para alojar a los turistas. En entrevista con Alba Sud, Magdalena Proaño, presidenta de la Corporación, sostiene que «el turismo nos cambió la vida: de talar el bosque a sembrar árboles. Ha generado fuentes de trabajo en la parte administrativa, en la ejecución y coordinación de las actividades, en la mejora de las casas. Antes teníamos nuestras casitas de barro y teja, donde teníamos nuestros cuartitos y, ahí mismo, teníamos los cuyes (conejillos de indias). Pero con el turismo, mejoramos nuestra calidad de vida. Sacamos los animales a jaulas o corrales. Recibir turistas ha significado cambios en nuestra forma de vida para atender mejor a nuestros visitantes y también contar con un ingreso económico importante para las quince familias que mejoramos nuestras viviendas». De esta manera, el turismo ecológico comunitario se convirtió en el eje de la economía local, mejoró la producción sostenible, la conservación de la naturaleza, la infraestructura de las viviendas, activó otras ramas económicas y sigue generando ingresos y empleo a más de cuarenta personas miembros de la comuna.
Los emprendimientos descritos son manejados por la administración de la Corporación. Todos los recursos de los servicios prestados ingresan a una cuenta común desde la cual se paga a los responsables y ejecutores de cada emprendimiento y a las familias que alojan visitantes.
El nuevo tipo de viviendas en la comunidad de Yunguilla. Fuente: Dennis García.
Un turismo para conversar y compartir
Los miembros de la comunidad sostienen que el turismo que implementan es diferente. Afirman que la mayoría de turistas llegan a Yunguilla, no solo a conocer el verdor exuberante de su paisaje, sino a compartir las formas de vida de la gente. Por eso, la mayoría de sus visitas son jóvenes voluntarios que quieren participar en los cultivos del huerto comunitario, hacer quesos o mermeladas, ayudar en el restaurante, limpiar los senderos. Hay turistas que arriban con su pequeño proyecto, a proponerles cambios. Llegan también investigadores que buscan profundizar el conocimiento de la flora y la fauna. Desde luego, también llegan personas que simplemente quieren conocer el bosque nublado y biodiverso. Por ello, la Corporación construyó un mirador a veinte minutos del poblado. Tienen guías para una caminata de una hora a conocer los culuncos. Además, otra caminata de ocho horas, hasta la reserva Maquipuncuna, para conocer el bosque y la diversidad de la flora y las aves.
Pero lo que destacan es la riqueza del encuentro y el diálogo con sus visitantes. Así lo describió a Alba Sud Magdalena Proaño: «La relación con las personas que nos visitan es muy bonita porque vienen a compartir con la familia donde son alojados y llegan a sentirse parte de nuestras familias. Muchos dicen que, en sus países (pero también en muchas ciudades del Ecuador), ya no tienen espacios para compartir con sus familias, ya no se sientan todos a compartir un café o una merienda. Esto lo aprecian mucho. Nosotros conversamos mucho con nuestros visitantes y ellos dicen que esa cultura nuestra es muy interesante: conversar, hablar, compartir la comida… El día que se van les hacemos una pequeña despedida. Ellos valoran mucho el afecto con que los acogemos, dicen que en sus culturas se ha perdido la dulzura y el afecto». En el 2023 Yunguilla recibió 7.860 visitantes. De ellos, el 60% fueron nacionales y el 40% extranjeros, la mayoría de Estados Unidos. Establecen contacto con la Corporación de través de operadoras de tours o de agencias de viaje.
Nuevas miradas desde la comunidad de Yunguilla
«Cuando a nosotros nos propusieron hacer turismo comunitario pensamos: “¿Qué podemos enseñar nosotros, si solo tenemos este monte”? Después de la primera visita, nos dimos cuenta de que era justamente nuestra naturaleza y nuestra vida los que podíamos ofrecer y compartir con los visitantes», nos dijo Magdalena Proaño. Reconocerse y valorarse como parte de su entorno es uno de los mayores logros de la experiencia de turismo comunitario de Yunguilla. Esta nueva mirada sobre el territorio ha sido determinante para parar la tala de los bosques y emprender proyectos de reforestación.
«Para mí, lo más importante de nuestra experiencia ha sido nuestro cambio de mentalidad. Hemos procurado mejorar nuestra calidad de vida, adecuamos nuestras casas, tenemos una alimentación más sana, hemos podido dar a nuestros hijos una mejor educación, ahora vivimos mejor». Estos son los logros que Rolando Collaguazo señala como los pasos que la comunidad de Yunguilla está dando hacia el Buen Vivir.
Magdalena Proaño, presidenta de la comunidad. Al fondo el poblado de Yunguilla. Fuente: Dennis García.
Sin duda, un logro a destacarse es la pervivencia y mejora constante de las distintas actividades que desarrolla la Corporación. Especial mención merece la visión para desarrollar actividades que refuerzan el cuidado de la biodiversidad y emprendimientos, como el restaurante El Mirador de Yunguilla. A través de ellas se genera ocupación eventual y permanente para un número significativo de comuneros, sobre todo de jóvenes. «En los 29 años de trabajo de la comunidad, hemos podido garantizar nuestra sostenibilidad –afirma Rolando Collaguazo–. Hemos logrado hacer proyectos para financiar nuestras actividades. Ahora tenemos una Unidad de Proyectos que, a partir de nuestras necesidades, ha hecho acuerdos con instituciones públicas y privadas, con ONGs internacionales. Siempre hemos cumplido nuestros compromisos».
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