10-06-2024
Los ecologistas siempre tenemos razón
Rafael Borràs | Alba Sud
Crédito Fotografía: Rafael Borràs.
Tomo prestado el título a Amadeu Corbera que, antes, durante, y después de ser el presidente del GOB -Mallorca, ha insistido en esta idea [1]. Debía ser el 8 de mayo pasado cuando Amadeu Corbera escribía en la red X: "Repetimos: los ecologistas siempre tenemos razón y siempre nos la dan tarde". El tuit -o como se diga ahora- venía acompañado de la captura de un titular de prensa donde se podía leer: “Prohens admite que hay que restringir la llegada de turistas: Las Baleares han llegado a su límite", y se completaba con un subtítulo donde se afirmaba que la presidenta asegura que abrirá espacios de diálogo para evitar la saturación.
Ambas cosas, las declaraciones de la presidenta autonómica y la reivindicación de la razón de los ecologistas, permiten hacer algunos comentarios sobre los malestares causados por la turistificación de las Islas Baleares y un apunte sobre memoria histórica del ecologismo. Veamos:
1. Sin decrecimiento, los malestares crecen
El gobierno autonómico y las principales instituciones locales (Consejos Insulares y Ayuntamientos) gobernadas por el PP y VOX no pretenden abrir espacios de diálogo para evitar la saturación turística ni, mucho menos, poner en marcha una política holística de limitaciones turísticas. Sencillamente, han detectado que el malestar social por la masificación es profundo y creciente. Hace unas semanas el consejero de turismo del Consejo de Mallorca afirmaba que "Mallorca está en cabreo preventivo", es decir, reconocía una evidencia hasta ahora negada: la existencia de cabreo (el adjetivo "preventivo", es baldío y una tontería ya que, sociológicamente, "cabreo preventivo" no existe). Los fenómenos de masificación son los efectos y no la causa del malestar y del cabreo social. La causa, como está sobradamente demostrado, es la turistificació [2]. Poner límite al volumen y crecer en valor parece ser uno de los hits, al menos para este verano, de la turismofília industrial para elitizar la turistificación. Más lujo es agravar los problemas vitales de los residentes provocados por el exceso de turismo, por el hiperbólico monocultivo turístico.
Otro de los hits que escala posiciones es el de "gestionar la masificación" para que los y las residentes vuelvan a "sentirse visitados y no invadidos". Todo apunta que la pieza fundamental de esta gestión es la ampliación de las infraestructuras ya existentes (aeropuertos, puertos, infraestructuras viarias, etc.) y la construcción de otras nuevas (más aparcamientos "disuasorios" (sic) de coches, con la consiguiente invasión de cemento del suelo rústico, etc.). Añadámosle como elemento para gestionar la masificación el aumento del gasto público para continuar con la perversión de la desestacionalización. El consejero de turismo del Consejo de Mallorca, en la entrevista antes mencionada, apunta: "Tengo muy claro que hemos de cambiar el modelo de promoción. No tenemos un problema de demanda, sino que hemos de repartirla correctamente". En cualquier caso, una vez consolidado el modelo turístico neoliberal de plataforma impulsora de la industria del alquiler vacacional, ha desaparecido la posibilidad de gestión pública de los flujos turísticos en el marco de zonas turísticas predeterminadas como tales, reservando las zonas residenciales para los y las residentes. Este fue un modelo que durante décadas funcionó en Mallorca como apaciguador de malestares sociales.
En definitiva, las declaraciones de la presidenta autonómica que provocaron el mensaje de reivindicación de coherencia del ecologismo no eran otra cosa que un bla, bla, bla... Nada nuevo. El vicepresidente y consejero de economía, hacienda e innovación -y hombre fuerte del gobierno autonómico- a mediados de diciembre pasado a la pregunta “La saturación turística se perfila como el gran reto del futuro a 25 años ¿Deben establecerse límites? ¿Cuáles? ¿Cómo?” contestaba: "Es verdad que durante los meses de verano existe una cierta presión, pero creo que el turismo no es el único culpable, no se le debe demonizar. Uno de los ejes de los sucesivos gobiernos tiene que ser, sobre todo, combatir la oferta turística ilegal, además de avanzar en la desestacionalización, ya que esto repercutirá en una menor sensación de saturación para los residentes...". Estas declaraciones están en plena consonancia con las políticas que se ponen verdaderamente en marcha. Dicen, dicen, dicen... mientras hacen políticas de más turismo; más lujo por tierra (mansiones y casas de lujo), mar (industria náutica de lujo) y aire (jets privados); más invasión turística del suelo rústico; más chalets; derogación de facto de la Ley de Bienestar para las Generaciones Presentes y Futuras de las Islas Baleares; menos políticas públicas de vivienda y de contención de los precios del alquiler, más explotación y pobreza laboral... La masificación turística, que subyuga cualquier posibilidad de algo parecido a una buena vida para la mayoría de la ciudadanía residente, no es una prioridad gubernamental. Si lo fuera, reconocería lo que es una de las causas de un problema estructural: la turistificación al por mayor. El consejero de turismo lo tiene claro: "Loimportante es repartir y, si un lugar está saturado, intentar que la gente vaya a otro" (sic). Peligroso diagnóstico de la situación, que ignora indicadores como los de presión humana.
Aun así, lo más peligroso es la parafernalia de estas últimas semanas: 1. Puesta en marcha de la llamada "Mesa por el Pacto Social y Político por la Sostenibilidad Económica de las Islas Baleares", una especie de asamblea de representantes de la élite turismofílica neoliberal, con algunos -muy pocos-, representantes de los malestares provocados por la turistificación sin límites ni control. 2. La creación de un comité de expertos, con varios grupos de trabajo, del que, en el momento de escribir estas líneas, no se conoce la composición, pero sí quién dirigirá todo este sarao: un catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears absolutamente ligado a las élites empresariales.
Es, como digo, peligroso por varias razones: Es una apuesta por la tecnocracia, en contraposición a la democracia participativa. Es la anulación, a hurtadillas, de los organismos institucionales de diálogo. Es el sueño húmedo de siempre del capitalismo turístico isleño: "De turismo hablan solo los expertos". Es, como ya se ha insinuado, un intento de "dictadura de la ortodoxia" que establece qué es posible y qué no lo es. Es decir, negacionismo de la evidencia histórica de que todo es imposible solo hasta que se hace posible.
Es, en definitiva, un bla, bla, bla... con un único objetivo: desactivar, o, cuando menos, apaciguar, la creciente movilización social contra una turistificación que ha devenido en un régimen brutal de precarizaciones vitales para las mayorías sociales. Las diversas y masivas movilizaciones; la toma de las calles, plazas y playas para manifestar la diversidad de los malestares de la sociedad; la pluralidad de autoorganizaciones... indican que ahora mismo estamos en una situación de movilización continúa y de concreción de propuestas alternativas. La celebración del primer Congreso de Turismo de la Sociedad Civil tiene una importancia especialmente relevante al celebrarse en el ambiente de descontento actual. Parafraseando a Angela Davis, diría que empiezan a ser menos las personas que aceptan las cosas que, supuestamente, no pueden cambiar, y cada vez somos más las decididas a cambiar las cosas que no podemos aceptar. Dicho con otras palabras,cada vez somos más los y las que pensamos que el decrecimiento turístico es posible y que el no decremento turístico es inaceptable. En fin, los ecologistas siempre tenemos razón, y lo hemos demostrado, cuando menos, en esta última década y media poniendo en el centro la turistificación como problema civilizatorio en tiempo de emergencia climática (y de biodiversidad y espacios naturales).
2. El apunte de memoria histórica del ecologismo
Este 2024 hará cuarenta y cinco años que se celebraron las "II Jornadas de Ecología y Política". Los debates se desarrollaron los días 7, 8, y 9 de diciembre de 1979 en Palma, concretamente en el Estudi General Lul·lià dónde, coincidencias de la historia, en unos días se celebrará el mencionado Congreso de Turismo de la Sociedad Civil. Los organizadores de las jornadas fueron el GOB, el C.E.S.E. (Centro de Estudios Socioecológicos) y A.L.B.E. (Asociación de Licenciados en Ciencias Biológicas). Y los temas de debate giraron en torno a: 1. Turismo y medio ambiente. 2. Defensa e industria militar. 3. OTAN. 4. El Mediterráneo. Temas sobre los cuales se aprobaron unas conclusiones que el GOB recogió en un folleto.
A pesar de que este año no se conmemora un aniversario redondo de aquellas jornadas, creo oportuna recordarlas por dos razones: Por la actualidad de los temas que se trataron, y, en el marco de los descontentos actuales por la turistificación, me parece interesante recordar algunas ideas de las conclusiones sobre turismo. He aquí algunos párrafos que reproduzco literalmente:
"La práctica masiva del turismo es un fenómeno, típico de los habitantes de las sociedades desarrolladas, cuyas bases se hallan en la creciente atención social a la ocupación del "tiempo libre" y en el interesado fomento de las actividades de "ocio" como forma de recuperación de la fuerza del trabajo. Al socaire del turismo de masas ha surgido una formidable industria turística, cuya extensión ha provocado numerosas consecuencias ambientales negativas, entre otros muchos problemas".
"En principio, los ecologistas no nos oponemos al turismo, entendido como actividad de intercambio cultural y humano entre las personas y como conocimiento de las costumbres, peculiaridades, y usos sociales de los pueblos. Sin embargo, sí manifestamos nuestro rechazo a las formas turísticas vigentes, basadas en la degradación del intercambio cultural, la estandarización de las posibilidades personales de expansión creativa y el fuerte impacto sobre las riquezas naturales, históricas y artísticas. En suma, denostamos a la industria turística en cuanto cercena las posibilidades creativas del tiempo de ocio y comercializa para su propio beneficio el patrimonio colectivo".
"El proceso turístico, tal y como se produce hoy, contiene en sí mismo el germen de su destrucción".
Las conclusiones acaban destacando cinco propuestas de las qué interesa mencionar la siguiente: "Proceder a una política restrictiva allí donde la presión de la demanda turística lo aconseje, a fin de no alterar los bienes públicos"
Con toda seguridad que pasados cuarenta y cinco años emplearíamos otras palabras para decir, poco más o menos, lo mismo: Que otro turismo es posible. Que, por la ausencia de políticas restrictivas de verdad, ahora toca conjugar el verbo decrecer. Que la expropiación, vía turistificación, de lo que es común ha provocado un ensordecedor malestar social y un estado de movilización aparentemente imparable. En fin, que los ecologistas siempre tenemos razón.
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