25-04-2023
Elitización del turismo
Macià Blázquez | Alba Sud
Crédito Fotografía: Hotel Son Moll, Mallorca. Imagen de Macià Blázquez.
La oferta turística de algunos destinos de masas se reforma para atraer a clientes más ricos, descartando a la vez a los turistas de menor capacidad de compra. La cronificación de las crisis (climática, energética, sanitaria, geopolítica, migratoria...) contribuye también a poner fin al turismo barato que ha popularizado los destinos más atractivos y rentables. Mientras que el turismo de lujo se propone como la fórmula redentora de las catástrofes. Pongamos por caso las Islas Baleares, que reciben 16,5 millones de turistas al año, sobre sólo 5 kilómetros cuadrados de superficie y 1,2 millones de habitantes, mientras sus 603.488 plazas de alojamiento turístico legales aumentan paulatinamente de categoría y de precio encareciendo las vacaciones. Hagamos aquí un repaso de evidencias de este cambio de modelo turístico, consecuencias que se derivan y reflexiones sobre qué hacer.
Baleares: hacia un cambio de modelo
Una primera evidencia del cambio de modelo es la reconversión de la oferta de alojamiento orientada al incremento de las categorías, con más estrellas para los hoteles con la ratio por plaza más alta en: superficie (de habitación, camas, jardines, terraza, etc.), servicios, obras de arte, piscinas o incluso campo de golf. Los poderes públicos otorgan ayudas públicas y dispensas legales a los hoteleros para construiry hacer reformas. Estas inversiones relanzan el ciclo turístico con la reactivación de la tasa de beneficio del capital hotelero, mediante la revalorización de sus activos inmobiliarios que aumentan de categoría y subiendo los precios de su oferta turística. Así proliferan las iniciativas para promover el turismo de lujo en las Islas Baleares: Essentially Mallorca, Ibiza Luxury Destination, Exclusiver Menorca, etc. Estas medidas contribuyen a deshacer la oferta turística a precios populares y descartar así la demanda con menor poder adquisitivo. Las mismas grandes corporaciones hoteleras que tienen su cuna y se han forjado en los destinos turísticos maduros promueven y explotan esta regulación a la carta. Este nuevo modelo turístico tiene el apoyo de los poderes públicos para maximizar la rentabilidad económica también del uso turístico de viviendas, la ocupación de la vía pública, la turistificación del tejido comercial o de los amarres en los puertos de las Islas Baleares.
Una segunda prueba de cambio de modelo para descartar el segmento turístico de menor poder adquisitivo es la penalización del turismo de excesos en las ciudades turísticas de sol y playa más populosas. Esta normativa se centra, por un lado, en prohibir la oferta de bebidas a bajo precio en hoteles de todo incluido, barra libre, autodispensadores, licorerías, party boats, rutas etílicas o happy hour; y, por otra parte, penaliza o prohíbe el vandalismo (como el balconing), el alquiler de habitaciones por horas o los reclamos sexuales. El tejido comercial que se quiere erradicar ha hecho de atracción a los destinos turísticos más frecuentados, rentables y baratos de las Islas Baleares, especialmente a lo largo de calles concretas bien conocidas a las que se aplica este Decreto-ley: Punta Ballena, Schinkenstraße (de nombre oficial Pare Bartomeu Salvà), Bierstraße (oficialmente Miquel Pellisa) o al barrio del West End (alrededor de la calle de Santa Agnès). Su eliminación combina los objetivos de combatir el mal comportamiento con el de prescindir de la clientela de menor poder adquisitivo, a quienes se les vende el descontrol como forma de evasión. Las grandes cadenas hoteleras que encabezan los rankings españoles (Meliá, Barceló, RIU, Fiesta, Iberostar...) tienen su origen en torno a estas mismas calles, sacando provecho hasta ahora de esta oferta.
Efectos del turismo de lujo
Las consecuencias negativas del turismo de lujo son el encarecimiento de la oferta a raíz de la elitización o gentrificación turísticadel conjunto de las Islas Baleares. Como ocurre en otros destinos turísticos preferidos, las Islas Baleares atraen a las élites y su capital como destino-refugio. Al igual que ocurre con los paraísos fiscales, que tienen más de la mitad de sus sedes en islas, la gentrificación turística se inspira en la evocación del imaginario del mar y de sus islas, como lugares donde hacer realidad los sueños de lujo exclusivo con discreción y alejamiento. Las élites toman las islas como "un espacio más allá de la interferencia de la política y las molestias del antagonismo de clase" (Campling & Colás, 2021: 272).
La promoción del turismo de lujo favorece la tasa de ganancia del capital y el efecto goteo en el conjunto de la economía. Reducir la afluencia de turistas, decantando la oferta para atraer a los más ricos, se justifica como un método para combatir la saturación. Así, la exclusión derivada del aumento del precio se presenta como solución verde para rebajar la presión demográfica sobre el entorno.
Pero el turismo de lujo supone segregación social, por acaparamiento en manos de los ricos con el agravamiento de los conflictos territoriales: desposesión del acceso al litoral, haciendo exclusivo el acceso a los lugares más atractivos o encareciendo el entorno construido, tanto para usos residenciales como turísticos. El lujo profundiza la desigualdad socioeconómica (en el seno de nuestra propia sociedad, pero sobre todo entre el Norte y el Sur) y amplía la brecha metabólica por el aumento del consumo energéticoyde materiales per cápita de los ricos. En palabras de Ivan Murray (2013): “el impacto ambiental radica en los requerimientos territoriales y de materiales totales que no tienen porqué estar sujetos al número total de turistas, ya que las élites consumistas tienen unos requerimientos más elevados que el resto de la población, es decir que la cuestión de clase también es importante en lo que se refiere a los impactos socioecológicos del turismo”.
Oxfam señala la extrema riqueza como la causa de la desigualdad social, mientras que la insostenibilidad biofísica del turismo de lujo (que consume un exceso de energía, agua y materiales) contraviene los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, su socialización de las ganancias e, incluso, es interpretado como un delito por su alteración de la capacidad de regeneración y reproducción de los ecosistemas.
El turismo de lujo revalida el acaparamiento que caracteriza al capitalismo, pero ahora vestido de verde mediante giros retóricos (más “sostenible”, “circular”, “accesible”, “desestacional”...) para enmascarar el clasismo bajo el discurso de la calidad. Es austericida competir mediante el incremento de las inversiones públicas y el dumping fiscal para atraer a quien es más culpable de la insostenibilidad, como se condensa en la frase de que no hay ricos para todos. La lucha de clases por turistificación se refleja en medios culturales, con sátira y dramatismo, como en la canción Els pobres no podem viure, la serie TheWhite Lotus o la película Triangle of Sadness.
Una transformación eco-social del ocio y del turismo comienza, primero, por definir y medir el acaparamiento verde, el elitismo y la gentrificación que se disfrazan de calidad en el turismo de lujo; en segundo lugar, continúa por trascender el ambientalismo que hace jardinería para los ricos, para hacer ecologismo social que también es lucha de clases; y finalmente, se orienta a reducir el caudal de energía, agua y materiales per cápita de los más ricos, en pro del decrecimiento justo.
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