07-02-2023
Implicaciones de género de los viajes en solitario
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLos cambios sociales experimentados en las últimas décadas, y la COVID-19, han incidido en que la decisión de viajar en solitario sea cada vez más atractiva. Pero ¿podemos hablar de un colectivo homogéneo que demanda este tipo de viajes o encontramos diferencias significativas entre las personas que viajan solas?
Crédito Fotografía: Oriol Segon Torra en Pexels.
Un aspecto para tener en cuenta cuando nos acercamos a los viajes en solitario es que no existe una definición comúnmente aceptada sobre lo que significa viajar solo o sola, y esto afecta tanto al negocio turístico como a las investigaciones que lo abordan. Sí que suele existir consenso en diferenciar aquellas personas que viajan solas por decisión propia y otras lo hacen por obligación, pero nos encontramos desacuerdos en cuanto a cómo se planifica el viaje, si estas deben permanecen solas durante todo el trayecto o pueden unirse a otras personas, o si los viajes de negocios y trabajo se incluyen o no en esta definición (Otegui-Carles et al., 2022). Más allá de esto, lo cierto es que el sector turístico ha empezado a adaptarse a sus demandas específicas para no perder las oportunidades económicas que ofrecen.
El auge de los viajes en solitario
La llegada de la pandemia, las medidas que limitaban la realización de viajes y los requerimientos de distancia social han favorecido que los viajes en solitario hayan cobrado fuerza. De hecho, es uno de los de los segmentos turísticos de mayor crecimiento en los últimos años (Bianchi, 2021). Pero esta no es la única razón para el incremento de este tipo de viajes, desde la investigación se han detectado una serie cambios socioeconómicos que los han favorecido: el aumento de personas solteras y de aquellas que viven solas, los matrimonios a edades más tardías, la disminución de las tasas de natalidad, modificaciones en los estilos de vida, un incremento del individualismo, la mayor independencia económica de muchas mujeres, entre otros aspectos (Otegui-Carles et al., 2022).
El sector turístico observa con atención a este tipo de viajes después de que diversos estudios obtuvieran como resultado que, en el año 2022, una de cada cuatro personas se planteaba llevar a cabo un viaje en solitario. En este sentido, tal y como describe Rosa Fernández, el negocio turístico se modifica para lograr captar a estas viajeras y viajeros que le proporcionan una alta rentabilidad al poder cobrar tasas adicionales por individualidad, por ser más proclives a participar en actividades guiadas o al estar dispuestos a invertir más. Por ejemplo, la importancia que están adquiriendo las viajeras en solitario hace que desde las actividades de alojamiento se intente responder a los criterios de selección que estas tienen para lograr hacerse con ese segmento del mercado. No se limitarían a realizar actividades de ocio específicas, sino que algunos hoteles han reforzado una de las prioridades de estas viajeras a la hora de escoger un alojamiento, la seguridad. Acceso limitado a los ascensores con llave, sistemas digitalizados de seguridad, luces supletorias en los pasillos o plantas de hotel exclusivas para mujeres. No obstante, estos aspectos aún no han sido estudiados en profundidad (Herjanto et al., 2020) por lo que no deben sacarse conclusiones definitivas de la evolución de este proceso de adaptación. No obstante, desde el punto de vista de la persona que viaja sola aún existen problemas y desincentivos. El hecho de que siga privilegiando la experiencia turística desde una óptica de las familias y las parejas heterosexuales perjudica a aquellas que no encajan en esta visión. Pagan suplementos por individualidad en alojamientos que no se adaptan a sus necesidades, en ocasiones obtienen peores servicios y peor trato, cuando no son objeto de atenciones no deseadas, especialmente las mujeres (Yang et al., 2019).
El interés de las viajeras
Son numerosas las publicaciones científicas que han centrado su análisis en el creciente interés de las mujeres por viajar solas o las dificultades que estas encuentran para llevarlo a cabo. El sector turístico no ha querido quedarse atrás y ha desarrollado productos específicamente enfocados a satisfacer esta demanda de las viajeras solas (Senevirathne y Gnanapala, 2019).
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Algunos de estos estudios argumentan que hombres y mujeres presentan intereses diferentes en sus viajes en solitario y destacan la significación, en cuanto a sentimientos y experiencias personales (Otegui et al., 2022). Lo cierto es que, aunque cada mujer tiene sus propias motivaciones para realizar viajes de manera independiente, la literatura científica ha identificado una serie de puntos en común. Algunas de ellas serían: salir de su zona de confort, el crecimiento personal, reforzar su autonomía e independencia, conocer y relacionarse con gente nueva o el deseo de aprender sobre otros lugares y culturas, entre otros aspectos (Pereira y Silva, 2018).
El crecimiento del interés de las mujeres por este tipo de viajes se ha visto favorecido también, además de las razones anteriormente mencionadas, por los avances hacia la igualdad de género (Yang, 2021), por una actitud más favorable socialmente hacia este tipo de viajes, por el incremento de la independencia de las mujeres a través de un aumento de los niveles formativos y las tasas de actividad o los cambios en la concepción del matrimonio y las responsabilidades de cuidado (Senevirathne y Granapala, 2019). No obstante, los progresos se ven aún influidos por limitaciones en cuanto a la profundidad de los cambios, así como el ámbito territorial y cultural en el que nos encontremos.
Diferencias de género, culturales y religiosas
A pesar de estas tendencias, lo cierto es que existen una serie de riesgos que se maximizan cuando el viaje es realizado de manera independiente, especialmente si es llevado a cabo por una mujer. Entre las dificultades más mencionadas encontraríamos las relacionadas con la seguridad, el transporte y el alojamiento, vinculados a la salud, el rechazo de las personas locales hacia este tipo de viajes, etcétera (Bianchi, 2021). De hecho, algunos lugares nuevos y desconocidos pueden ser intimidantes, especialmente aquellos en los que parte de su población se muestra reacia a que las mujeres viajen solas. Comportamientos negativos que se plasman en la manera que son tratadas algunas viajeras en esos lugares (Osman et al., 2020).
Imagen de Alejandra 0049 en Pixabay.
Una encuesta implementada a más de mil mujeres, llevada a cabo en el año 2013 por Ward, Williams, Ott y Nath, daba como resultado que las mujeres que viajas solas suelen modificar ciertos comportamientos en este tipo de viajes y se preocupan más por su seguridad que los hombres. Entre las respuestas se repetía que intentaban no ser vistas como objetivos, para ello modificaban su vestuario para hacerlo más tradicional o conservador, volvían antes a su alojamiento por la noche o limitaban la cantidad de alcohol que consumían (Senevirathne y Gnanapala, 2019). Otros aspectos que señalar serían a la hora de planificar el viaje el detenerse en buscar los lugares más peligrosos para evitarlos o una vez allí ser cautas en cuanto a los espacios comunes del alojamiento como ascensores y pasillos (Otegui et al., 2022). No obstante, la realidad es que esas situaciones, de miedo o mayor precaución por un posible ataque sexual, son parte de la cotidianeidad que sufren las mujeres en su día a día, y por tanto van mucho más allá de una problemática exclusivamente turística (Otegui et al., 2022).
En Bangladesh, por ejemplo, a pesar de los cambios sociales en los últimos años, las mujeres suelen presentar una posición de subordinación respecto a los hombres que se refleja tanto en sus hogares como en la vida pública. Esto crea una serie limitaciones a la hora de viajar, pero también en sus traslados cotidianos, la primera de ellas tiene que ver con la inseguridad en los transportes públicos. Los abusos físicos y verbales de tipo sexual afectan a una elevada proporción de mujeres que utilizan esta forma de desplazarse. Un estudio llevado a cabo a viajeras solas de Bangladesh da muestras de ciertas barreras culturales para que desarrollen dichos viajes, entre ellas la oposición de su familia, los riesgos existentes y el tiempo. No obstante, destacan que sus deseos de viajar son superiores a los impedimentos (Bernard et al., 2022).
Aspectos como la cultura o la religión van a influir en que las mujeres encuentren más problemas a la hora de tomar la decisión de emprender un viaje en solitario y, también, de llevarlo finalmente a cabo. De hecho, para algunas de ellas puede suponer un verdadero estigma (Otegui-Carles et al., 2022) y un desafío. Por ejemplo, en algunos lugares de Asia existe un imaginario que envuelve a las mujeres solteras, lo que lleva a una interpretación de disponibilidad sexual por el hecho de viajar solas e incrementa el riesgo de sufrir algún tipo de acto que vulnere su integridad sexual, en comparación con los hombres en su misma situación (Yang et al., 2019). No obstante, esto no ha impedido que en Asia este tipo de viajes haya ganado una enorme popularidad y que prácticamente 8 de cada 10 mujeres del sudeste asiático muestren interés en realizarlos, según una reciente encuesta de TripAdvisor (Yang et al., 2019). Esta zona cuenta con un porcentaje elevado de población joven y resulta común que lleven a cabo desplazamientos internacionales con fines académicos.Hanaa Osman, Lorraine Brown y Thi Minh Trang Phung(2020) señalan en su estudio quelas estudiantes vietnamitas que viajan solas buscan la libertad y flexibilidad, el intercambio cultural y aprendizaje de otras culturas, la independencia, el empoderamiento y la autonomía. El viaje adquiere así un significado profundo de crecimiento personal.
Una transformación necesaria
Emprender un viaje en solitario puede traer aparejado una serie de riesgos que aparecen de manera más frecuente en este tipo de viajes que en aquellos que realizas en compañía. Las actitudes negativas de las personas locales o la falta de adaptación de las actividades y recursos de alojamiento pueden afectar de manera similar a ambos géneros, pero existen determinados aspectos que inciden especialmente en las mujeres que viajan solas (Otegui-Carles et al., 2022). Estas dificultades son, en muchos casos, una consecuencia de las desigualdades de poder derivadas de un sistema patriarcal. La sociedad, la cultura y la propia familia pueden ejercer presiones para desmotivar la realización de este tipo viajes, especialmente cuando la iniciativa ha sido tomada por una mujer (Hosseini et al., 2021).
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Los prejuicios sobre las mujeres que viajan solas siguen aún hoy presentes. Si se quiere adoptar una perspectiva de género a la hora de analizar las experiencias de las viajeras solas debe dotarse al análisis de una visión amplia que permita tener en cuenta aspectos como la religión, la etnia o la clase social, entre otros aspectos (Hosseini et al., 2021). Estas mujeres deben enfrentarse en mayor medida con los estereotipos que hacen que el mero hecho de viajar en solitario a veces se interprete como una invitación a recibir atenciones sexuales, lo que supone una discriminación que puede variar en cuanto a intensidad según los aspectos socioculturales y religiosos del entorno que se analice. No obstante, tal y como reflexionan Almudena Otegui-Carles, Noelia Araújo-Vila y Jose A. Fraiz-Vela (2022) esta situación no es tan diferente a la que se enfrentan en su vida diaria, donde evitan caminar en horas tardías en ciertas zonas o su familia se niega a que realicen determinadas actividades. Las mujeres, que deben hacer frente a la desigualdad y a la discriminación en sus entornos cotidianos, pueden igualmente sufrir de atenciones no deseadas o intentos de agresión sexual. Por tanto, y aunque el sector turístico no puede mirar hacia otro lado y debe evitar soluciones únicas que pasan por cargar toda la responsabilidad en las viajeras, lo cierto es que esta problemática va mucho más allá de estas actividades y debe abordarse de manera global y transversal.
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