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En profundidad | Turismo Responsable

13-12-2022

Turismo y memoria: ideas y reflexiones para avanzar hacia un horizonte poscapitalista

Raül Valls & Gema Martínez-Gayo | Alba Sud

El turismo de memoria puede tener efectos positivos al favorecer el recuerdo entre amplias capas de la población, pero no está exento de riesgos y prácticas que deben ser problematizadas. Proponemos una serie de recomendaciones sobre cómo debería ser la relación entre lugares de memoria y turismo. 


Crédito Fotografía: Moshe Harosh en Pixabay bajo licencia creative commons.

Un modelo turístico poscapitalista y desmercantilizado, que entronque con las viejas aspiraciones del movimiento obrero para el disfrute de un tiempo liberado del trabajo, donde sus principales parámetros sean el ocio popular, el descanso, la salud, el enriquecimiento cultural y el desarrollo intelectual y moral de una sociedad democrática, ha de entender los lugares de memoria como espacios de oportunidad para una recreación de proximidad, fundamentalmente dirigida a la población local, que contribuya al conocimiento y la interpretación del pasado reciente en clave progresiva y emancipatoria. En este sentido, el turismo puede ser un espacio adecuado y complementario al educativo, donde una sociedad que desee conocer su pasado pueda extraer lecciones útiles para su presente y su futuro. Pero hemos de ser conscientes que en los parámetros actuales la relación entre turismo y memoria nos lleva por caminos inciertos y resbaladizos, y que toda propuesta recreativa va a tener que sortear riesgos diversos.

Problemáticas del turismo de memoria

Aceptar que la memoria es un espacio de disputa política donde el pasado se moviliza en función de intereses presentes es el primer ejercicio de honestidad que debemos llevar a cabo. Por tanto, no debemos caer en ingenuidades bienintencionadas o aceptar superioridades morales del tipo “fin de la historia”, que coloquen el momento presente en atalayas éticas desde donde se juzga el pasado de forma condescendiente. Si aceptamos que la memoria del pasado es un espacio en disputa hemos de decidir honestamente qué posición vamos a defender, de qué lado estamos y qué objetivos queremos conseguir cuando difundimos el pasado.  Por otro lado, el modelo turístico hegemónico actualmente tiene una gran capacidad de absorber y movilizar comercialmente cualquier propuesta por alternativa y socialmente útil que se presente. Ciertamente, si como nos recuerda David Harvey no hay propuesta o idea moralmente positiva que el capitalismo no pueda pervertir y transformar en algo horrible, también es cierto que, como apunta agudamente nuestro compañero Ernest Cañada, no hay ninguna práctica social que no pueda ser pensada y practicada en un sentido emancipatorio. Tampoco el turismo y concretamente el turismo en espacios memoriales.

Es por eso por lo que creemos que es necesario problematizar el turismo memorial, plantearnos sus conflictos y contradicciones y acotar ideas y propuestas de como pensamos modestamente que debe caracterizarse una ofertaturística en los lugares de memoria.  Para ello vamos a tener que transitar por los debates abiertos por el llamado “giro memorial” [1], que desde los años 80 y 90 del siglo pasado han abierto una nueva y contradictoria época de relación y mirada a nuestro pasado reciente: la irrupción del “testigo”, la entronización de las “víctimas”, la despolitización de la memoria, la Shoah (Holocausto) como “religión civil” de Occidente, el paradigma de los derechos humanos como horizonte ético preferencial, y en muchos casos exclusivo,  para juzgar el pasado, etcétera.  Todas estas tendencias y debates, que han sacudido y catapultado el panorama de la memoria histórica en las últimas décadas, van a ser fundamentales para caracterizar una actividad turística éticamente aceptable en relación con los lugares de memoria.

Imagen de Patty Jansen en Pixabay. 

No es nuestra intención cerrar ningún debate, pero sí queremos tomar postura clara en el terreno muchas veces pantanoso del conocimiento y difusión del pasado reciente y traumático. Elturismo puede contribuir a su mejor conocimiento y a evitar que los riesgos de un injusto olvido caigan sobre aquellos acontecimientos y sus protagonistas, pero también puede ser un instrumento de los poderes estatales para llevar a cabo una manipulación política en el presente, y de unos poderes económicos que vean en ellos simples y rentables productos de explotación comercial. También puede suceder que se le atribuyan a la memoria todo tipo de milagrosas propiedades curativas. El caso del campo de exterminio nazi de Auschwitz, en Polonia, representa un terrible ejemplo de estas encrucijadas, éticas, políticas y mercantiles. Encontrar formas para visitarlo respetuosas con los sufrimientos de los deportados que allí murieron y sobrevivieron, que sean también útiles para intentar comprender lo allí acontecido e integrarlo en la maltrecha consciencia europea, y que finalmente sean positivos en todos los sentidos para los habitantes de la actual ciudad polaca de Oswiecim, es un objetivo al que una propuesta de turismo de memoria no puede, ni debe renunciar. 

Algunas propuestas

Es en este sentido que proponemos algunas ideas y reflexiones sobre por donde deberían transitar las propuestas turísticas en los lugares de memoria, atendiendo sobre todo a los límites y las líneas rojas que debemos tener en cuenta y respetar para poder desarrollar un turismo de memoria, de proximidad socialmente útil y que pueda ser parte de una alternativa poscapitalista.

Con la única pretensión de iniciar un debate que sea productivo tanto para las instituciones públicas, que han de gestionar espacios de memoria, los movimientos de memoria democrática que los reivindican y a las iniciativas turísticas, que, sin renunciar a ganancias económicas, no quieren tampoco dejar de contribuir a una sociedad más justa y democrática avanzamos estas ideas y propuestas sobre los lugares de memoria y su relación con el turismo:

  • Los lugares de memoria han de atender primero a los objetivos de recuperación y transmisión de lo sucedido en el pasado. Por tanto, deben ir dirigidos primordialmente a las poblaciones que vivieron o son herederas de los hechos históricos acaecidos. Ellas son las principales protagonistas y receptoras del lugar de memoria. Estos han de ser divulgados de la forma más amplia y rigurosa, pero su funcionalidad turística no debería ser en ningún caso una prioridad. El lugar de memoria no debe renunciar a tener un uso turístico, pero sí a su mercantilización. Sin descartarla en términos categóricos, la promoción económica del territorio no debe ser nunca el motor que impulse un espacio de memoria sino queremos poner en peligro su auténtico sentido.
  • La función pedagógica debería ser la principal motivación en su materialización física. Los contenidos han de ser didácticos y atractivos, pero han de huir de la espectacularización y de las anécdotas llamativas. El objetivo no es exclusivamente el entretenimiento sino la divulgación históricamente fundamentada de un pasado que puede ser conflictivo o no. El conocimiento y la reflexión han de caracterizar el espacio y los usos lúdicos, cuando están presentes, han de estar al servicio de estos.
  • Han de aceptar quese encuentran en una “zona gris de conocimiento”, un lugar incierto e inestable también desde el punto de vista ético. Los lugares de memoria no son lugares mágicos y purificadores donde se nos va a desvelar el pasado, sino espacios con relatos, a veces contradictorios, que nos van a guiar y estimular a pensar críticamente y a seguir aprendiendo. Tampoco son lugares de los que necesariamente volveremos moralmente mejores.  El visitante ya extraerá sus propias conclusiones a partir de sus propios principios ético-políticos y los conocimientos previos sobre los hechos históricos relatados.
  • Han de huir de la mera propaganda y explicar los hechos tal como nos llegan a partir de una investigación histórica seria y fundamentada y que huya de cualquier intención meramente partidista.El relato ha de distinguir entre la recuperación científica y documentada del pasado y su utilización, legítima o no, para los fines políticos del momento presente en que se expresan. Aunque es imposible que un espacio memorial no lleve algún tipo de carga ideológica de quienes lo abordan, sí que es cierto que debe primar el desarrollar estos aspectos respetando los hechos históricos de manera justificada.
  • Han de dar también voz a quienes históricamente no la han tenido: las clases subalternas, las mujeres, los grupos marginados y minoritarios, etcétera. También ser respetuosos con los sentimientos y las preocupaciones de aquellas personas que vivieron los hechos o que son sus herederas. 
  • Han de tratar de explicar fielmente el pasado, pero sin servir a fines revanchistas o que instiguen los mismos odios que provocaron, y resultaron, del conflicto. Pero tampoco pueden ponerse al servicio de apaciguamientos ficticios que no se correspondan con el sentir actual de las poblaciones que vivieron los acontecimientos que se quieren relatar. El pasado y sus consecuencias pueden no haber sido superados y esto no se debe ocultar tras relatos construidos desde una supuesta superioridad moral que los edulcora y los pone al servicio de un idílico presente. 
  • Las emociones no deben primar sobre las explicaciones racionales de los hechos. Un lugar de memoria no puede convertirse en un simple espacio panegírico para la exaltación de sus protagonistas o la simple denuncia apasionada de una injusticia. El relato debe describir los hechos, evitando los elementos de exaltación. Debe dar espacio crítico para que el visitante, en función de sus conocimientos y su previa posición ético-política, elabore sus propias valoraciones y conclusiones sobre los hechos sucedidos en el lugar.
  • No deben pretender supuestas equidistancias o neutralidades que equiparen a quienes han defendido los derechos humanos y las libertades con aquellos que los han vulnerado y destruido.  Por tanto, han de fomentar el respeto y la difusión de los valores democráticos: la libertad, la igualdad, la solidaridad humana y la fraternidad entre los pueblos, el feminismo, la defensa de los derechos de los pueblos oprimidos, que no pueden ser equiparados a aquellos contravalores que fomenten el odio entre los pueblos, la discriminación social, racial, de género o cualquier idea que implique una superioridad de ningún tipo entre un colectivo humano u otro ni que supongan una vulneración de los derechos humanos. No valen los argumentos que alimenten relativismos morales del tipo “todos fuimos culpables”, sino que deben tomar partido por aquellos que defendieron los valores democráticos por encima de aquellos que los vulneraron.
  • El sector turístico no puede ser quien los defina. Al contrario, deben ser las instituciones, impulsando políticas públicas de memoria, los movimientos sociales de memoria democrática, las universidades y centros de investigación y la ciudadanía organizada en general (sindicatos, partidos, asociaciones) quienes definan cómo han de ser los lugares de memoria y en ningún caso el sector turístico. Este debe ser el receptor que se adapta a los consensos sociales previos sobre cómo y dónde deben transmitirse los relatos del pasado.
  • El dolor no puede constituir el eje sobre el que se desarrollan. Las experiencias dolorosas causadas, por ejemplo, por la acción violenta de los estados, constituyen un elemento de la experiencia histórica que debe ser conocida ampliamente, dada la vulneración de los derechos humanos que ha supuesto en muchos casos. No obstante, no debe convertirse en el eje centralalrededor del que giran las políticas públicas de memoria y por tanto dominar exclusivamente el relato de estos lugares.  Estos espacios, sin obviar a las víctimas y sus sufrimientos, han de poner en valor y dar agencia a las acciones sociales y políticas de las que fueron protagonistas y que en muchos casos fueron la causa directa de su victimización. Como afirma Ricard Vinyes, “lo ejemplar no es el dolor, es la acción, no hablamos de víctimas. Hablamos de personas represaliadas” (Jelin y Vinyes, 2021: 110). En este sentido es importante que en los lugares de memoria se expliquen las trayectorias sociales y políticas de los protagonistas, contextualizadas en los momentos y acontecimientos históricos que vivieron, evitando que el momento de victimización aparezca como lo único relevante.
  • Las experiencias promovidas por el turismo de memoria deberían huir de la intención moralizante y profiláctica. Tal como sugiere Ricard Vinyes deben “proporcionar experiencias existenciales y políticas profundas que nos ayudan [el destacado es nuestro], a establecer un posicionamiento ético –cualquiera que sea– ante el pasado, lo cual no es poco” (Jelin y Vinyes, 2021: 42).Por tanto, al poner en valor los lugares de memoria y sus capacidades pedagógicas y moralizantes hemos de ser prudentes y acotar bien sus límites y contradicciones. No pedirles aquello que no pueden dar, a saber, una suerte de purificación y elevación moral que nos permite juzgar el pasado desde un supuesto estadio privilegiado y donde hemos superado las supuestas miserias y contradicciones de las generaciones que nos precedieron.

Un ejemplo de propuesta memorial que aporta algunos de los valores defendidos más arriba es la exposición Quan plovien bombes (Cuando llovían bombas) del año 2007, que se centraba en los bombardeos sobre Barcelona entre los años 1937 y 1939 durante la Guerra de España. Los historiadores Xavier Domènech y Laura Zenobi proponían, a través de ella, poner en valor la capacidad organizativa de la población para responder y protegerse de la barbarie, conectando con los valores democráticos universales. Para ello, más que centrarse únicamente en los datos de muerte y destrucción, y en las víctimas y sufrimientos de la ciudad, lo que hicieron fue destacar un aspecto sugerente y desconocido: la construcción de refugios antiaéreos, que fue en gran parte gracias a la movilización popular, se dio sobre todo en las zonas con mayor tradición asociativa, no siempre coincidentes necesariamente con aquellas más castigadas por los ataques aéreos. La exposición evitaba, sin obviarlas, centrarse exclusivamente en las víctimas, las destrucciones y los sufrimientos, y le daba importancia a la capacidad de la ciudadanía organizada para defenderse ante la adversidad y la barbarie. 

Turismo y memoria

La memoria constituye un recurso básico para la construcción de una sociedad democrática, pero no existe una fórmula única, ni sencilla, para llevarla a cabo y mucho menos dentro del ámbito del turismo. El turismo de memoria puede ser de utilidad si se mantiene dentro de ciertos límites, como los que hemos intentado esbozar más arriba. El conocimiento del pasado y la priorización del fomento de valores democráticos y de respeto a los derechos humanos deben situarse siempre por encima de la creación de un producto comercialmente atractivo y meramente experiencial. Pueden aportar también propuestas recreativas que favorezcan el turismo de proximidad, a través de la visita a lugares o la realización de rutas cargadas de historia que proporcionen información y conocimiento sobre nuestro pasado. De todo ello podemos extraer su importancia social en términos de propuesta turística, pero para considerarlas un éxito, en cuanto a sus fines, debemos tener en cuenta cada contexto y no pretender atribuir a la memoria las propiedades casi milagrosas que se repiten acríticamente en muchos discursos bienintencionados.

Imagen de Larah Vidotto en Pixabay. 

Ciertamente, la memoria y el conocimiento de la historia son una condición absolutamente necesaria para avanzar hacia una sociedad más justa y democrática. Pero no son condición suficiente. Como tampoco serán nunca una garantía segura de no repetición de los pasados violentos y traumáticos, a pesar de que la famosa frase de Georges Santayana se reitere una y otra vez en cada ocasión que realizamos discursos moralizantes sobre el pasado. Hemos de ser humildes y aceptar los límites de los beneficios de la memoria y el conocimiento histórico, que, a pesar de todo, no son pocos y sonabsolutamente necesarios. Por esto defendemos que el turismo vinculado a la memoria de un pasado reciente puede constituir una propuesta recreativa de proximidad donde el descanso y el uso del tiempo libre, unidos a experiencias intelectual y moralmente enriquecedoras, contribuyan a la formación de una ciudadanía más sabia, critica y democrática.

 

Notas:
[1] Siguiendo a Enzo Traverso entendemos el “giro memorial” como la penetración a partir de los años 80 del término “memoria” en los ámbitos de debate de la ciencia social, siendo utilizada en muchos casos como sinónimo de historia, absorbiéndola y mostrándose como su versión menos árida y académica, más cercana y humana.  Ya en este siglo la “memoria” ha invadido el espacio público de las sociedades occidentales. El pasado se convierte en inseparable del presente y amplificado por los medios de comunicación y promovido por las instituciones públicas, aparecen los “lugares de memoria” como espacios donde se materializa una suerte de “pulsión conmemorativa”. Para Traverso esta centralidad de la memoria deviene en una sacralización de los lugares significativos de un pasado convertido ahora en “memoria colectiva”. Una auténtica “topolatria” que va a tomar cuerpo en el “turismo de memoria” (Traverso, 2006). 
Referencias:
Jelin, Elisabeth y Vinyes, Ricard (2021).  Como será el pasado. Una conversación sobre el giro memorial. NED Ediciones.
Traverso, Enzo (2006). Instrucciones de uso. Historia, memoria, política. Prometeo Libros.
Este artículo se publica en el marco del proyecto “Plataforma de recerca en turisme, drets humans i equitat de gènere sobre Amèrica Llatina. 2a Fase”, ejecutado por Alba Sud con el apoyo de la ACCD (convocatoria 2020).