31-05-2022
Turismos en la Sudáfrica posapartheid
Gema Martínez-Gayo | Alba SudLos cambios sociopolíticos experimentados por Sudáfrica en los años noventa ofrecieron nuevas posibilidades para su desarrollo como foco de interés turístico internacional, pero ¿cómo se ha producido? ¿ha incidido en la mejora del nivel de vida de la población sudafricana?
Crédito Fotografía: Clayton en Pexels, bajo licencia creative commons.
El crecimiento de la importancia del sector turístico en Sudáfrica puede verse como una oportunidad para la generación de riqueza, puestos de trabajo y mejora de la calidad de vida de la población. Pero lo cierto es que su crecimiento y el éxito obtenido pueden causar problemas como la expulsión de parte de la población hacia los suburbios por el aumento de precios del suelo. Tampoco puede desligarse de los complejos procesos de paz, tras los enfrentamientos, y donde ciertas actividades pueden llevar a profundizar las divisiones previas. Además, se debe tener en cuenta que el Estado no ha conseguido eliminar las divisiones sociales y la violencia económica derivadas del segregacionismo del apartheid y del colonialismo (Forde et al., 2021). Dos de los principales recursos turísticos de la zona se vinculan con estos aspectos históricos: la Isla Robben y el turismo de township.
Contexto colonialista y apartheid
El origen de la discriminación racial sistemática de la que fue objeto la población sudafricana se remonta a la época colonial, cuando los holandeses se establecieron en la región del Cabo en el año 1652. Su llegada, al igual que otras posteriores, implicaron un empeoramiento de las condiciones de vida al privarles de recursos hídricos, pastos y ganado (Mhalauli et al., 2015; Davidson, 1983), a la vez, que se esclavizó a parte de la población negra de la zona (Argemi et al., 2010). A lo largo del siglo XIX, dado el dominio británico, los colonos holandeses decidieron desplazar sus asentamientos al norte y lucharon contra la población autóctona para ocupar y cercar su territorio. Los enfrentamientos entre holandeses e ingleses finalizaron con la conversión de aquel territorio en colonias británicas. No obstante, esto no mejoró de forma significativa la situación de la población negra que era todavía utilizada como mano de obra barata o incluso obligada a realizar determinados trabajos (Argemi et al., 2010).
Imagen de Beesmurf en Pixabay, bajo licencia creative commons.
Las elecciones de 1948 acabaron con el dominio británico, al vencer el Partido Nacional Afrikáner. Al tomar el poder implementaron numerosas leyes para legalizar la segregación racial sudafricana, conocida como apartheid (Argemi et al., 2010). Esta discriminación racial, que establecía la separación entre negros y blancos, tuvo profundas consecuencias en el ámbito político, económico y social del país (Mhalauli et al., 2015). Era el propio gobierno sudafricano quien respaldaba jurídicamente el sistema de opresión y explotación racial (Argemi et al., 2010). Una minoría blanca implementó este proceso para asegurarse la consecución de sus objetivos políticos y económicos a través de la exclusión y explotación de la población mayoritariamente negra. El propósito era el de abaratar la mano de obra que trabajaba en importantes empresas multinacionales con sede en el país. Esta vivía aislada en determinados lugares, las zonas catalogadas para personas de raza blanca estaban vetadas y sólo podían acceder con pases especiales (Argemi et al., 2010). Además de estas restricciones de vivienda y movilidad, no tenían derecho a votar, cobraban un sueldo menor a igual trabajo, no compartían los colegios o baños públicos y sufrían una carestía de recursos y problemas sanitarios graves (Argemi et al., 2010).
Esto generó numeras protestas a lo largo del territorio sudafricano en las posteriores décadas, donde participaban los integrantes del Congreso Nacional Africano (CNA) y se produjeron encarcelaciones como la Nelson Mandela en 1962 (Argemi et al., 2010). La gran presión social de los años ochenta e inicios de los 90, hizo que el presidente de Klerk legalizara organizaciones, antes clandestinas, y liberara a sus presos. Las elecciones del año 1994 dieron como vencedor al CNA y alzaron a Mandela como presidente. Este priorizó la eliminación del rencor para favorecer el progreso, aunque esto supusiera pocos cambios en el control de los recursos económicos (Argemi et al., 2010).
La Isla Robben
La Isla Robben, incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1999, es el polo de atracción turística más importante de Sudáfrica. Su mayor interés reside en albergar la prisión donde encarcelaron a Nelson Mandela, considerada un símbolo de la lucha por la igualdad y contra el apartheid (Gobierno de Flandes et al., 2020). Los sucesos del pasado se encuentran muy presentes, pero esto no ha evitado su conversión en producto turístico. No obstante, el carácter patrimonial de su actividad turística también se ha cuestionado en los últimos años (Naidu, 2013).
El museo de la isla fue inaugurado por el propio Mandela en 1997. En sus inicios contaba con unos servicios escasos dada la situación de agitación y cambio en el país y, también, por la rapidez con la que abrió sus puertas (Gobierno de Flandes et al., 2020). El proceso de transformación de la prisión en museo estuvo muy influido por las presiones del recién constituido gobierno para construir una nueva nación, la instauración de la paz y convertirse en un símbolo de la reconciliación y esperanza (Strange y Kempa, 2003). Es un lugar que invita a la reflexión de las personas visitantes y emplea a antiguos prisioneros como guías (Gobierno de Flandes et al., 2020).
Imagen de Adrega en Pixabay, bajo licencia creative commons.
Los principales cuestionamientos de este centro reflejan las preocupaciones actuales sobre las desigualdades económicas, raciales y de género que acucian a este territorio. Consideran que su orientación se limita a unos pocos activistas antiapartheid, especialmente al propio Mandela, y a los éxitos de su partido político (Gobierno de Flandes et al., 2020; Strange y Kempa, 2003). Esa imagen victoriosa e idealizada acaba por desplazar o anular otras interpretaciones (Deacon, 2004) y contrasta con el malestar creciente por la violencia, desigualdad y decepción existente en Sudáfrica, a la que el museo deberá hacer frente (Gobierno de Flandes et al., 2020; Strange y Kempa, 2003). También eclipsa otros aspectos históricos, naturales y culturales de la isla. Por ejemplo, este enclave conserva restos arquitectónicos de comienzos del siglo XVIII y también aloja una colonia de pingüinos africanos de las más numerosas del mundo (Deacon, 2004).
Otra de las dificultades a las que se enfrenta es la de tener que combinar su concepción como lugar sagrado con su carácter comercial. La tienda de regalos vendió recuerdos que “trivializaban” los hechos traumáticos acaecidos. No obstante, con el tiempo, el museo, ha intentado mejorar estos aspectos y crear una imagen más respetuosa (Gobierno de Flandes et al., 2020). También se enfrenta a la saturación de visitantes, especialmente en la celda de Nelson Mandela. Para solventarlo han añadido visitas, sobre otros aspectos históricos, que puedan ampliar las visiones mostradas (Gobierno de Flandes et al., 2020; Strange y Kempa 2003). Por otro lado, los problemas de financiación se abordaron con la incorporación de un precio por la entrada, pero este aspecto puede dejar a parte de la población sin la posibilidad de acceder (Gobierno de Flandes et al., 2020).
El turismo de township
Podemos identificar el término township con un gueto, asentamientos de personas característicos de Sudáfrica surgidos de las ideas segregacionistas y de las políticas que agrupaban a la ciudadanía dependiendo de su raza (Booyens y Rogerson, 2019). El germen se encuentra en la colonización y se desarrolló con las políticas gubernamentales del apartheid. Estas expulsaban a la periferia de las ciudades aquellas personas calificadas como “negras”, “de color” u “otras”. Hoy en día, décadas después de su fin, la gentrificación vuelve a llevar a cabo un desplazamiento de la población de tipo económico, espacial y racial (Forde et al., 2021).
El cambio político en Sudáfrica se acompañó de una transformación del mercado turístico. Estos guetos comenzaron a abrirse y a crear opciones para inversores, emprendedores y turistas (Booyens y Rogerson, 2019). Quienes respaldan estas iniciativas las ven como una oportunidad para que los residentes cuenten su historia. También algunas personas consideran que la pobreza es una parte del patrimonio urbano y cultural de las ciudades y debe mostrarse. Apoyan un turismo que potencie encuentros multiculturales, y reúna a la población local y a las personas visitantes, lo que favorecería el entendimiento a largo plazo y reduciría los niveles de pobreza (Booyens y Rogerson, 2019; Aula et al., 2019). La idea es que sean los propios ciudadanos quienes estén implicados en estos encuentros y se beneficien por estos, aunque tal y como destacan Booyens y Rogerson (2019) su desarrollo es aún escaso.
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Este tipo de turismo también genera controversia ética (Booyens y Rogerson, 2019). Para algunos expertos se fomenta el entretenimiento a través de la visita a ciudadanos pobres y su modo de vida (Forde et al., 2021), sin implicarse realmente en la situación. Por ejemplo, en Ciudad del Cabo todavía existen numerosos asentamientos con unas condiciones precarias de vida, caracterizadas por su inseguridad, un saneamiento inadecuado o dificultades para la utilización de los servicios públicos. El acceso al agua, especialmente en la noche, también puede suponer un riesgo de sufrir una agresión sexual en el caso de las mujeres. No se ha logrado un reparto adecuado y justo de los recursos (Forde et al., 2021).
Inicialmente, estas visitas por los guetos eran organizados por los propios residentes, pero, más tarde, las grandes compañías de viajes empezaron a ofrecerlas entre sus servicios (Rolfes et al., 2009). Algunas de las críticas que reciben es que no benefician a todas las personas residentes, ni se les consulta su opinión y las oportunidades de participación son escasas (Aula et al., 2019). Si el número de las personas locales que colaboran en estas actividades es reducido la imagen mostrada será sesgada y poco representativa, lo que puede dar lugar a sentimientos de malestar, vergüenza o humillación (Rolfes et al., 2009).
Turismo y justicia
La situación reciente de Sudáfrica incluye actos violentos y xenófobos, con un creciente rechazo a personas extranjeras (Mhalauli et al., 2015). Las protestas son numerosas debido a la falta de vivienda protegida, el coste de las matrículas universitarias y se suceden enfrentamientos raciales. Una parte de la ciudadanía se encuentra descontenta, dado el limitado cambio experimentado tras la finalización del apartheid (Mhalauli et al., 2015). Por otro lado, el sector turístico no puede limitarse a favorecer el desarrollo económico y excluir a esta parte de la población (Rolfes et al., 2009). Se la debe incluir en los negocios turísticos, formarles y que puedan participar, dado que, en general, la economía sudafricana favorece mayoritariamente a la población blanca, la gente con dinero decide lo que pasa. Las importantes desigualdades raciales existentes han limitado los resultados de todas las acciones implementadas en el pasado para construir y asentar la paz social en Sudáfrica (Forde et al., 2021).
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El papel del sector turístico no puede desligarse de la realidad social de los territorios, y mucho menos en aquellos casos, como el sudafricano, en el que han intentado superar una situación de segregación y exclusión social. No puede obviarse que ciertos aspectos de la lucha contra el apartheid han anulado otras visiones y hechos históricos relevantes para su patrimonio. Esto, a su vez, ha supuesto una masificación de determinados lugares de visita, con la implementación de soluciones que se han cuestionado o son aún novedosas para evaluar su efectividad. Pero, sobre todo, se ha producido un cuestionamiento de determinadas visitas turísticas que muestran una parte de la realidad de la población más pobre de Sudáfrica, sin que muchas veces esto repercuta en beneficios para esta comunidad o ni siquiera cuenten con su participación o consentimiento. En definitiva, las medidas aplicadas en el pasado no se han traducido en una compensación que pueda asegurar una mayor igualdad económica y espacial en este territorio, y el turismo, en muchas ocasiones parece que tampoco contribuye especialmente a ello.
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