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24-01-2022

¡Prohibido aparcar! Turismo de proximidad e hiperfrecuentación

Raül Valls | Alba Sud

El turismo de proximidad, si quiere ser una alternativa realista frente a la crisis ambiental y energética, deberá de resolver toda una serie de conflictos que amenazan su validez ecosocial y que de no ser resueltos supondrían replicar los mismos problemas ecológicos y sociales que afectan al turismo de larga distancia.


Crédito Fotografía: Coll de Bracons. Imagen de Octavi Bonet.

El confinamiento estricto de la primavera de 2020 nos trajo imagines inéditas. La naturaleza y los animales recuperaban espacios que habían perdido y las imágenes de delfines cerca de la costa o el canto de los pájaros se convirtieron en noticia. Nos hacíamos conscientes de cómo nuestra forma de vivir había arrinconado al resto de seres vivos con quienes compartimos el planeta. Pero una vez pudimos salir del encierro impuesto por la crisis pandémica, la necesidad de aire libre y la imposibilidad de hacer viajes al extranjero exacerbaron una tendencia que ya era una realidad los últimos veinte años: la de una mayor frecuentación lúdica y deportiva de nuestro medio natural cercano.

La palabra más utilizada los últimos años respecto a nuestra presencia en el medio natural es “aumento” y la preocupación que más frecuentemente aparece es el conflicto entre el uso y la protección de los espacios naturales, destacando los legalmente protegidos. Aun así, las consecuencias de esta contradicción se han extendido y ponen presión sobre otros espacios y principalmente sobre las actividades agrícolas y ganaderas.

El auge del senderismo y el turismo vinculado a la naturaleza se ha reforzado con la pandemia cómo señalan las tendencias más populares de las búsquedas en internet. El boom de las carreras de montañaha sido una preocupación que ha ido in crescendo durante la última década. En justa correspondencia, otro aumento significativo ha sido el de los rescates de montaña, crecimiento que también se percibió claramente en los años anteriores según datos de los Bomberos de la Generalitat de Catalunya.

Por lo tanto, el confinamiento y las consecuencias de la COVID19 han multiplicado unas tendencias que ya eran claramente manifiestas los últimos años. Se ha de tener en cuenta también que las redes sociales han dado la posibilidad de acceder a datos, información y propuestas de ocio en los espacios naturales que antes estaban en manos de las entidades excursionistas o de revistas especializadas, donde existía una transmisión de conocimiento y la experiencia cara a cara y sobre el terreno, que eran muy necesarias para llevar a cabo salidas seguras al medio natural. La eclosión de actividades al aire libre de los últimos años y la posibilidad de no depender de estas estructuras asociativas históricas, han generado, a parte de un ocio más individualizado e individualista, situaciones incontroladas por la desaparición de gran parte de la transmisión de este conocimiento sobre la montaña y del control que las entidades y los conocedores del territorio garantizaban.

Otro elemento que comporta esta masificación es que los espacios rurales cuando no están preparados ni dimensionados para otras funciones queden saturados de vehículos privados. Las carreteras de montaña y rurales suelen ser estrechas y pensadas para las actividades agrícolas y ganaderas, y no para acoger centenares o miles de coches. Las imágenes de interminables colas de vehículos ocupando cunetas o otros espacios inadecuados se han convertido en un problema recurrente, y muy impopular entre la población autóctona, en ciertos espacios naturales y rurales como derivada no deseada de su fama mediática. Estos suelen ser espacios ya emblemáticos del excursionismo o lugares que por su singularidad o valor paisajístico han atraído visitantes históricamente, pero que con las redes sociales han visto multiplicada su popularidad. Lugares como el Montseny, Montserrat, la Fageda d’en Jordà, el Pedraforca, el Puigsacalm, el Taga, el Congost de Montrebei o las pozas de Sadernes han visto sobrepasada claramente una capacidad de carga que ya se encontraba muy al límite. Estas situaciones provocan dificultades con la población dedicada a la agricultura y la ganadería cuando los vehículos cortan los accesos a los campos o generan problemas de movilidad en sus actividades cotidianas, que no se pueden detener durante los fines de semana y, por tanto, ser funcionales a las lógicas del descanso urbano.  

Otras problemáticas aparentemente más anecdóticas, pero con consecuencias funestas, son las que se dan alrededor de los perros desatados que entran en contacto con rebaños de ganado que pastan libremente. Estos incidentes pueden provocar la muerte de los animales por las situaciones de pánico que producen o por la transmisión de enfermedades a la fauna salvaje. La prohibición de llevarlos sueltos, en zonas naturales protegidas ya han supuesto las primeras multas a sus propietariosdespués de que se hayan producido accidentes graves con rebaños.

La frecuentación de estanques, pozas y riachuelos también ha generado situaciones de masificación de espacios fluviales de gran fragilidad ecológica y están obligando a regular el acceso, aunque muchos expertos se preguntan si no se debería de prohibir todo tipo de baño recreativo que los convierte directamente en vulgares piscinas artificiales y afecta a la fauna acuática.

Todo esto configura una situación dechoques cruzados de legitimidades y derechos en el uso de los espacios naturales que tensan un mundo rural ya muy castigado, y donde las actividades turísticas –como restaurantes, alojamientos rurales, actividades de ocio o deportes de montaña– han ganado más protagonismo, haciéndolos a su tiempo más dependientes de los flujos masivos de visitantes. Por un lado, un sector agrícola y ganadero que a pesar de ser cada vez más minoritario y vulnerable necesita mucho territorio para su funcionamiento, y al mismo tiempo, sectores de la hostelería y de servicios turísticos que viven de las personas visitantes, para los cuales los valores naturales y la ruralidad son su principal atractivo. En el otro lado, una población urbana que necesita, tiene derecho y quiere disfrutar de una naturaleza negada en las ciudades donde vive y trabaja y que sufre negativamente la masificación que ella misma provoca al querer disfrutar de la naturaleza.

Estamos ante una suerte de retroalimentaciones negativas donde nadie gana y el deterioro del medio natural y el aumento de la huella humana es desgraciadamente el resultado final.Para expertos como Josep Vila y Ponç Feliu y activistas como Adrià Compte: “La pandemia ha tenido un doble efecto, uno positivo y otro negativo, el descubrimiento y conexión con el medio natural cercano y paralelamente su masificación”. Nos enfrentamos a una cuestión no menor, porqué el turismo de proximidad, si quiere ser una alternativa ecosocial realizable frente al turismo de larga distancia, hoy ecológicamente cuestionado, deberá resolver estos conflictos y equilibrar una situación que no prevé nada bueno. Un fuerte liderazgo público, con un aumento de la capacidad de los municipios, la planificación y ordenación de las actividades en el territorio, la voz de los expertos y las entidades ambientales y un diálogo democrático entre las diferentes legitimidades confrontadas es sin duda el marco donde resolver estas situaciones de conflicto.

Las regulaciones y limitaciones habrán de abordarse de una manera valiente y evitando las fáciles tentaciones a elitizar los espacios naturales por la vía de cualquier clase de peaje económico que regule el acceso. Sí, serán necesarias limitaciones que dificulten o prohíban sobre todo el acceso motorizado y opten por el transporte público o otros medios más sanos y sostenibles, como caminar e ir en bicicleta. También serán necesarias acciones que favorezcan otros lugares y diversifiquen la oferta desemblematizando ciertos espacios, la popularidad de los cuales, que las redes y medios de comunicación multiplican, les está llevando a morir de éxito. Esta regulación necesitará la educación y la guía ambiental cómo apoyo para dirigir y complementar unas redes sociales, que, sin control, pueden desinformar, tergiversar, e incluso generar situaciones de inseguridad y peligro cómo están demostrando los constantes aumentos de rescates de montaña.

Finalmente, y más allá del turismo de proximidad y del ocio en general, creo que seria importante plantearnos, por un lado, la importancia de dar centralidad y relevancia a la agricultura y la ganadería como base de una necesidad prioritaria de nuestra sociedad: la alimentación. Al mismo tiempo debemosrenaturalizar las ciudades y convertirlas en espacios de vida más saludables y amables, y que el recurso de visitar espacios naturales valiosos, y muchas veces tremendamente frágiles, no sé convierta en la única alternativa para nuestra necesidad de bienestar. Buscar estos equilibrios, que implican sin duda una nueva relación que supere las grandes contradicciones que hoy existen entre el campo y la ciudad, ha de ser el contexto para desarrollar un modelo turístico que responda a los retos de la transición socioecológica que tenemos que llevar a cabo en los próximos años.