19-01-2022
Retos del turismo en zonas posconflicto
Gema Martínez-Gayo | Alba SudEn zonas posconflicto el turismo se presenta como una herramienta para la recuperación económica y para asentar los procesos de paz. No obstante, dichos objetivos no son sencillos. La relación entre paz y turismo más bien se revela como compleja e intrincada.
Crédito Fotografía: Pasja 1000 en Pixabay.
El paso de la violencia a una etapa pacífica es un proceso muy complicado al que se enfrentan las sociedades que han sufrido una guerra, momentos de elevada violencia o con una división importante entre su población (Gobierno de Flandes et al., 2020). A pesar del mensaje optimista transmitido habitualmente por organizaciones internacionales y gobiernos, que afirman que el turismo es una herramienta efectiva para lograr la paz, lo cierto es que son cada vez más las investigaciones que indican que esta relación dista de ser tan sencilla (Naef, 2019). El propio sector turístico vende esa imagen de vehículo capaz de instaurar la paz, pero para autores comoNoel B. Salazar (2006) esto se basa más en una imagen idealizada, y en un elaborado discurso,que en datos fiables fruto de una investigación empírica y del análisis de la literatura científica. De hecho, el turismo puede crear nuevas tensiones, especialmente cuando el crecimiento del sector se produce de manera descontrolada (Naef, 2019; Guilland y Naef, 2019) y se trata de sociedades que basan gran parte de su economía en este sector (Upadhayaya, 2014).
Efectos de la guerra en el turismo
Las consecuencias de una guerra, o de una situación de violencia prolongada, pueden ser muy graves para el sector turístico de un territorio. No obstante, varían en su alcance si atendemos a su localización y peligrosidad. Así, mientras algunos enfrentamientos acaban prácticamente con la llegada de turistas, otros más localizados permiten que puedan acudir a determinadas zonas de los territorios (Alluri et al., 2014). En cualquier caso, las consecuencias suelen ser de gravedad para la industria.
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De los resultados de una investigación llevada a cabo en Croacia, Sri Lanka y Ruanda, Alluri et al.,(2014) señalan algunos de los efectos más negativos que este tipo de enfrentamientos tienen sobre el turismo:
- La destrucción de empleo e impactos económicos que van más allá del sector turístico y que afectan a otras actividades relacionadas.
- La pérdida de infraestructuras y atracciones turísticas que, en algunos casos, se convierten en objetivos prioritarios de los ataques.
- La generación de miedo y desconfianza, ante la falta de seguridad, por parte de posibles clientes.
- El aumento de las dificultades para atraer nuevos inversores o recuperar los existentes.
- La pérdida de parte del personal cualificado que haya perecido o huido del país en la etapa de enfrentamiento y opte por no regresar.
Por otro lado, los conflictos armados causan también impactos importantes en el medio ambiente. Los recursos naturales a veces causan luchas por su control efectivo y, también, pueden verse afectados por la destrucción que la propia guerra provoca. Entre los daños podríamos encontrar la pérdida de ecosistema y daños en el suelo, la limitación de la biodiversidad, el deterioro de la vegetación, la fauna y la tierra. Todo ello, limita el acceso de la población autóctona a parte de sus recursos ambientales (Sánchez Supelano, 2019).
El turismo tras el conflicto
Una vez que la violencia ha finalizado, y los territorios se encuentran en ese camino transitorio entre la guerra y la paz, surgen nuevos retos que requieren de un esfuerzo importante. El desarrollo turístico tras el enfrentamiento acaba por presentarse como un recurso con claroscuros. Por un lado, ofrece oportunidades de integración, produce ingresos y puestos de trabajo, pero también crea desequilibrios de poder que conforman tensiones importantes (Guilland y Naef, 2019). Tal y como apunta Sánchez Supelano, en numerosas ocasiones la finalización de un enfrentamiento armado supone un aumento de la presión para asegurarse el mantenimiento de la paz, entre lo que se incluiría el alcanzar unos estándares económicos. Así, dicha justificación podría llevar a flexibilizar la normativa ambiental, a la apropiación de recursos naturales para distintos fines, a la utilización de zonas de conflicto para el turismo sin tener en cuenta la imagen proyectada, a la extensión de malas condiciones laborales o a la exclusión de la población local de los beneficios obtenidos, entre otros aspectos. Todos estos desafíos con una gestión inadecuada, tal y como apunta este autor, pueden suponer nuevas barreras a la consecución de la paz (Sánchez Supelano, 2019).
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Patrick Naef (2019) da cuenta de una serie de dificultades a las que se enfrentan los lugares posconflicto a la hora de implementar planes turísticos en un contexto de consolidación de la paz. El primero de ellos sería la vuelta a la actividad turística de manera acelerada, en un marco de escasa regulación, que convierte lugares de guerra y violencia en atracciones turísticas. No siempre se respetan las diferentes visiones, en ocasiones abiertamente enfrentadas, y con el tacto necesario en escenarios especialmente sensibilizados tras el sufrimiento (Gobierno de Flandes et al., 2020). También advierte el autor del riesgo de convertir al patrimonio dañado, o reconstruido, en símbolo de reconciliación sin tener en cuenta los enfrentamientos que existen, lo que oculta situaciones de elevada división entre la ciudadanía. Esto guarda relación con el hecho de que este tipo de proyectos que suelan primar el éxito económico frente a la preocupación por los efectos entre la población residente (Naef, 2019).
El crecimiento de la afluencia de turistas no solo tiene efectos positivos, sino que también conlleva los peligros que representa el rápido desarrollo y urbanización descontrolada (Guilland y Naef, 2019). Por ejemplo, a través del empeoramiento de la calidad de la tierra y el agua, problemas con su suministro y otros efectos que generan a su vez enfrentamientos. Con el aumento del número de turistas también se incrementa el consumo de plásticos, la generación de basuras y el de desechos. Otra problemática sería el hecho de que rara vez los planes turísticos se gestan atendiendo al cuidado del entorno, y la conservación del medio ambiente, lo que acaba por privar a la población local de sus propios recursos naturales y empeora la calidad del lugar como destino turístico (Alluri et al., 2014; De Villers, 2014). Además, esta situación puede incrementar el malestar de la población, desplazarla de su territorio, dañar su cultura o limitar que lleven a cabo su estilo de vida tradicional (Upadhayaya, 2014; Sánchez Supelano, 2019). Esto origina un rechazo hacia la industria turística, por ejemplo, a través de manifestaciones y reivindicaciones en contra de la construcción de nuevos complejos hoteleros (Upadhayaya, 2014).
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En zonas donde ha sucedido una guerra, el turismo se presenta como un instrumento capaz de generar recursos económicos. Martínez Bernal et al. destacan que en lugares de elevada conservación medioambiental se presentan mayores retos a la hora de recibir un número importante de turistas. Ejemplos serían la mejora de las infraestructuras, de las estructuras de saneamiento y tratamiento de residuos, de los servicios sanitarios y de las instituciones de educación y formativas, entre otros aspectos. También resulta de vital importancia la integración de la población en los proyectos turísticos, de manera que puedan participar y emitir su opinión (Martínez Bernal et al., 2020). En el proceso de construcción de la paz, al igual que ocurre con la implantación de planes turísticos tras el conflicto, puede darse que sean actores internacionales los que lo lleven a cabosin consultar e integrar a representantes locales. Se produce así una pérdida de legitimidad, aumento del descontento, falta de identificación (Rettberg, 2013) y limita el alcanzar el objetivo de la consolidación de la paz.
Por otro lado, la transmisión de los mensajes de paz y reconciliación no suelen formar parte de los puntos prioritarios de aquellos lugares turísticos, como por ejemplo los museos. La imagen transmitida de lo sucedido si es parcial, avivará las diferencias e incitará a nuevos enfrentamientos. En este punto, resulta clave la actitud y gestión de los grupos dominantes que en ocasiones optan por priorizar determinadas interpretaciones frente a otras (Naef, 2019). El patrimonio puede encontrarse muy politizado, lo que influye en la forma en que la memoria y la identidad se reconstruyen, de manera que las personas que ostentan el poderacaban por definir lo que se olvida y se recuerda (Gobierno de Flandes et al., 2020). En ocasiones, la recuperación de figuras controvertidas del pasado se utiliza para potenciar la afluencia de turistas, y esto causaincomodidad a parte de la ciudadanía e incluso nuevos enfrentamientos (Guilland y Naef, 2019).
Lo que queda por hacer
El turismo puede ayudar a mejorar aspectos de la calidad de vida de aquellos ciudadanos que han vivido una guerra, no sólo económicos, pero su éxito va a depender en gran medida de cómo se gestione. Resulta básica la participación de la población en todos los procesos. Se debe velar por la satisfacción de sus necesidades y que atienda a las circunstancias sociales y ambientales donde va a desarrollarse (Rueda Esteban y Bonilla, 2017; Martínez Bernal et al., 2020; Guilland y Naef, 2019). Al igual que la construcción de la paz debe promover alianzas con las personas locales y vincularse al contexto, la industria turística tras el conflicto debe seguir esa estrategia.
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La paz es un concepto complejo y cambiante, por lo que el cese de la violencia no implica automáticamente, y de forma permanente, el logro de la paz. El turismo, como sector de gran relevancia económica, se presenta a menudo como panacea para resolver muchos de los problemas a los que se enfrentan las sociedades tras una contienda. No obstante, esta visión es frecuentemente empleada de manera simplista e idealizada sin tener en cuenta los problemas que causa en esas zonas. Se deben evitar las prisas e improvisaciones a la hora de implementar proyectos turísticos, porque una mala gestión puede acarrear nuevos desencuentros. En este sentido, no se debe justificar un desarrollo excesivo, o poco respetuoso con el entorno, con la excusa de la recuperación económica para alcanzar la paz. Por otro lado, es preciso recordar que no existen fórmulas mágicas de carácter universal para aplicar en los negocios turísticos, sino que deben adecuarse a cada lugar y sus circunstancias. Por último, hay que destacar que cualquier éxito de dichos planes, en cuanto ayuda para la consolidación de la paz, pasa por la integración de la ciudadanía en ellos. El no hacerlo puede suponer la creación de un caldo de cultivo para nuevos enfrentamientos. En último término, la paz necesita basarse en la justicia, de ahí que los proyectos turísticos deberían preocuparse por conseguirla.
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