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Alba Sud divulga | Turismo Responsable

17-05-2021

Las apariencias engañan: los clubes de anfitriones de Airbnb

Jaime Jover

Un informe del investigador Luke Yates de la Universidad de Manchester, «El 'movimiento Airbnb' por la desregulación», publicado por Ethical Consumer, revela las estrategias que la plataforma ha desplegado en muchas ciudades del mundo para incidir en el debate público y en la toma de decisiones políticas que más favorezcan a sus intereses empresariales. 

Cuántas veces habrá escuchado esta frase: las apariencias engañan. Y en cuántos contextos. Una persona que aparenta ser lo que no es o una situación concreta que resultó ser engañosa. Las circunstancias son diversas. En menos ocasiones, sin embargo, se usa para describir a corporaciones o grupos empresariales, y eso que ejemplos no faltan: las cláusulas suelo de las hipotecas del sector bancario, las estafas de las grandes empresas de comunicación con los contratos de permanencia, o la falta de transparencia en la factura de la luz de las principales eléctricas. Con el objetivo de aumentar sus beneficios, las empresas utilizan todo tipo de triquiñuelas y embustes a costa de los consumidores, a pequeña y a gran escala. Luego una parte de esos beneficios los destinan a campañas de marketing para enmendar el (normalmente escaso) daño mediático que algunas de esas maniobras les inflige. Que si la liga tal ahora se llama como un banco, que si la estación cuál como una compañía. La estrategia no es nueva; lo novedoso es que haya llegado al sector turístico y, sobre todo, la forma en la que lo ha hecho.

El sector turístico no ha necesitado, por norma general, campañas para mejorar su imagen. La actividad turística está aceptada y arraigada en las sociedades occidentales desde hace décadas. A una mayoría de personas le gusta ser turista, visitar sitios nuevos. El consenso es tal que el derecho al descanso, esa conquista de las clases trabajadoras tras años de lucha, se equipara a día de hoy con un supuesto derecho al turismo. El sector no tenía que lavar ninguna imagen porque siempre ha gozado de buena salud, excepto en casos particulares y sitios determinados. Cuando esto ha ocurrido, la prensa generalista, nacional o local, fiel servidora de los intereses empresariales que la financian y la sostienen, tampoco se ha caracterizado por meter las narices. Ahora bien, en los últimos años, conforme el turismo ha crecido a una velocidad vertiginosa, han surgido nuevos conflictos. Ya no se trata de un caso aislado de explotación laboral en un hotel, o de una licencia urbanística en suelo de especial protección medioambiental como en El Algarrobico. Las externalidades -por usar el concepto de los economistas mainstream- han crecido como setas, lo que ha venido acompañado de una mayor movilización social y sindical. En las ciudades, uno de los aspectos más dañinos del turismo se asocia al desembarco de Airbnb, convirtiendo miles de viviendas en negocios turísticos. El uso principalmente residencial de los centros urbanos de tantas ciudades se ha ido transformando hacia funciones turísticos. O, dicho de otra forma, parte del vecindario de barrios centrales, normalmente la población más vulnerable en términos socio-económicos, se ha expulsado para acomodar visitantes. El turismo genera graves injusticias sociales ante las que no podemos cerrar los ojos.

¿Cuál ha sido la respuesta de Airbnb? Efectivamente, un nuevo lavado de imagen. La línea argumental de la multinacional es que su actividad ayuda a ese mismo vecindario. “Economía colaborativa”, la llaman, porque las personas que convierten sus viviendas en negocio, los anfitriones, son pequeños propietarios o jóvenes en alquiler, que para costear la eventual hipoteca de una segunda residencia o el arrendamiento de su vivienda principal anuncian la casa o una habitación en Airbnb. Ay, pero las apariencias engañan. El investigador Luke Yates de la Universidad de Manchester lo ha constatado en este informe publicado por Ethical Consumer, por título “El 'movimiento Airbnb' por la desregulación”, cuya traducción del resumen ejecutivo se puede consultar aquí.

Puede acceder al informe completo en inglés haciendo clic aquí

No solamente se trata de que apenas el 8% de la oferta en Airbnb se corresponde con una sola habitación, o de que el 59% de la misma esté controlada por empresas de alojamiento profesionales. Se trata de las estrategias que Airbnb ha desplegado y mantiene en muchas ciudades del mundo para amañar el debate público e influenciar en la toma de decisiones políticas que más favorecen a sus intereses empresariales.

Airbnb ha reinventado el concepto de lobby. Hasta ahora sabíamos que las grandes compañías contrataban a señores bien vestidos y de buenos modales para que, en el curso de una comida o una reunión, dieran a conocer la posición de su empresa y ejerzan presión sobre los representantes políticos. En los parlamentos nacionales o el europeo existe un registro de lobbistas -otra cuestión sería comprobar si realmente funciona-. Airbnb complementa estas estrategias con otra más sutil: los clubes de anfitriones, o grupos de pequeños propietarios o arrendadores financiados por la empresa que legitiman la actividad como economía colaborativa. El objetivo es doble: hacer pasar lo que es un perfil de anfitriones minoritario como el más importante, porque los anfitriones profesionales tienen mayor peso; y que los intereses empresariales de Airbnb parezca que emanan de la sociedad civil en lugar de la compañía. El informe recoge una serie de tácticas que se utilizan con estos fines, y que no solo incluyen la financiación, sino también la selección de los anfitriones que forman parte de los clubes con las historias de esfuerzo y superación que mejor encajan, su formación en técnicas de presión política, o el apoyo en cuestiones logísticas y de organización. El éxito de los clubes de anfitriones se mide en función de su capacidad para influenciar el debate general y a las instituciones públicas para conseguir la legislación más favorable, que dependiendo del contexto se representa en una total desregulación de las viviendas con fines turísticos, o una regulación controlada que, en ningún caso, ponga en riesgo la principal fuente de ingresos de la compañía: las empresas de alojamiento profesionales. El modelo Airbnb ha creado lobbies de base, colectivos ciudadanos que le dan otra vuelta de tuerca al objetivo de avanzar en la agenda corporativa que siga enriqueciendo a los que están en la cima de la pirámide a costa de los demás.

 

Jaime Jover es investigador postdoctoral. The Graduate Center, CUNY, Estados Unidos.