12-01-2021
Crecerse ante la adversidad: Alianza Peninsular para el Turismo Comunitario
Carla Izcara | Alba SudDistintas empresas sociales de turismo comunitario en Yucatán, México, se agrupan para hacer frente a desafíos comunes, entre ellos la pandemia de la COVID-19. A partir de la creación de una certificación en materia sanitaria destacamos la acción colectiva y la autogestión de la actividad turística.
Crédito Fotografía: Cartel informativo. Imagen de la APTC.
La península del Yucatán, en México, formada por los estados de Yucatán, Quintana Roo y Campeche, empieza su desarrollo turístico en los 70, con el impulso de la ciudad de Cancún, elegida como centro turístico por su ubicación, clima, playas y patrimonio arqueológico. De hecho, fue la primera ciudad turística integralmente planeada del país con el objetivo de incrementar a corto y mediano plazo el número de llegadas y gasto turístico (Mcoy, 2017). Veinte años después, esta transformación se intensifica y llega a Tulum, Playa del Carmen y Cozumel, creando un corredor de grandes complejos hoteleros que funcionan como enclave turístico (García de Fuentes et al., 2015).
A su vez, el turismo también llega a las pequeñas poblaciones y parques naturales. En 1988 se inicia un plan regional llamado Programa Mundo Maya para fortalecer la sostenibilidad de la oferta turística. Carlos Salinas de Gortari, presidente de México des del 1988 al 1944, centra las estrategias de promoción en las ciudades coloniales, la ruta maya y el turismo alternativo (Mcoy, 2017). Estos impulsos, junto a la disminución de la actividad en el sector primario en territorios como Quintana Roo, provocada por las políticas neoliberales impulsadas desde el mismo gobierno federal, causaron la aparición de las primeras empresas sociales de turismo rural comunitario en el interior de la península. En el 2000, la Organización Mundial de Turismo promueve el turismo alternativo con el objetivo de fortalecer el componente histórico-cultural de la oferta turística del territorio, dando apoyo institucional a varias localidades rurales. Doce años después, se contabilizan 153 empresas sociales que se dedican al turismo comunitario (García de Fuentes et al., 2015).
Actualmente Cancún, ha reproducido el modelo turístico del “todo incluido” excluyendo a la población local y generando empleo de mala calidad a la vez que ha provocando una pérdida de identidad cultural y ha contaminado y erosionado las playas del territorio (Mcoy, 2017). Sin embargo, también se practica otro turismo bajo distintas formas (turismo natural, rural, de aventura, comunitario…) con un número mucho más limitado de turistas y en mayor armonía con el territorio y la población local (Jouault et al., 2020).
Centro Ecoturístico Carey. Imagen de la APTC.
Alrededor del 2016, la mayoría de estas empresas vinculadas al turismo de base comunitaria empezaron a detectar que tenían dificultades tanto para promover y comercializar sus servicios como para formarse en gestión administrativa, turística y contable, informática, etc. Samuel Jouault, profesor e Investigador de la Universidad Autónoma de Yucatán, y Ana García de Fuentes, investigadora en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) Unidad Mérida, detectaron a partir del trabajo con las comunidades que “las capacitaciones habitualmente son muy verticales y no funcionan ya que hablan de una realidad que no tiene nada que ver con la de la comunidad”. Para solucionar esto, se propuso un cambio de metodología que consistió en trasladar la información de “campesino a campesino”, intercambios de conocimientos y experiencias entre empresas sociales con distintos niveles de desarrollo. Este cambio “creó un efecto distinto” en los participantes de las formaciones. Varios estudios también apuntaban que había una “falta de infraestructura, equipamiento y habilidades”, refiriéndose a la brecha digital en muchas de las comunidades, factor estrechamente relacionado con la dificultad de comercializar y comunicar sus propuestas turísticas.
Alianza Peninsular para el Turismo Comunitario
A partir de las problemáticas anteriormente comentadas, en noviembre del 2016, en el VII Encuentro de Turismo Rural Comunitario, surgió la idea de crear una alianza entre las distintas empresas sociales de turismo comunitario de Yucatán para afrontar estos desafíos comunes. Después de varios encuentros y talleres, y gracias también al Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), nace a finales del 2019 la Alianza Peninsular para el Turismo Comunitario (APTC) (Jouault et al., 2020).
Miembros de la APTC. Imagen de la APTC.
La Alianza la forman tres redes: el Consejo de Turismo Rural de Campeche, la Red de Turismo Comunitario de la Zona Maya de Quintana Roo - llamada Caminos Sagrados - y Co’ox Mayab en Yucatán, y agrupa a un total de 24 empresas formadas por 273 socios. Actualmente se gestiona y organiza a través de varios grupos de chat donde participan de forma activa unas cien personas, entre ellas de cuarenta a cincuenta líderes comunitarios, guías formados y en vía de formación y empiezan a involucrarse también algunos jóvenes de las comunidades.
De las 24 empresas sociales que integran la APTC el 79% son sociedades cooperativas y el 90% de los socios y trabajadores son de autoadscripción maya. Los valores de reciprocidad y solidaridad se reflejan en la toma de decisiones colectiva y democrática así como en la distribución de tareas y beneficios. El conjunto de la Alianza tiene una amplia oferta de actividades con bajo impacto ambiental que van desde una oferta deportiva, cultural o de interpretación medioambiental hasta un servicio de alojamiento y restauración; aun así, para la mayoría de los miembros el turismo es una actividad complementaria. Paralelamente, cuentan con aliados en el territorio tanto de organizaciones sociales como de los sectores público y privado (Jouault, 2020).
Certificación colaborativa en materia sanitaria
Con la llegada de la pandemia, el turismo internacional se detuvo y tanto el conjunto de la península como en particular la región de Quintana Roo se sumergieron en una profunda crisis que pone al descubierto y cuestiona la forma de desarrollo turístico. En este momento nace una oportunidad para todas aquellas propuestas de turismo alternativo y para fortalecer la unión de la Alianza.
Lo primero que destaca Zendy Chan Euan, enlace comunitario y miembro de Caminos Sagrados, es que ha sido un proceso complicado y “meses difíciles para todas las organizaciones”. La actitud de muchas comunidades fue de “repliegue, algunas incluso cerraron los espacios a causa de la desinformación y mala información que había generado miedo”. A la vez que llegaba la información de los efectos de la COVID-19, se creaban distintas certificaciones y protocolos a seguir pero todos ellos alejados de la realidad comunitaria. Zendy Euan Chan continua su discurso apuntando que “todo es en línea y algunas organizaciones no cuentan con el internet adecuado o no pueden estar atentas a los webinars, charlas…”.
Desde la Alianza se preguntaron cómo podían trasladar toda esa información a las comunidades y se decidió crear una certificación adaptada a las necesidades y características de estas empresas sociales dedicadas al turismo comunitario. Con ayuda de un proyecto de corte social financiado por el Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología (CONACYT), organismo público del gobierno mexicano, se organizó un equipo mixto, entre académicos y miembros de las comunidades, generando así una dinámica mucho más igualitaria y horizontal para plantear este nuevo protocolo. En palabras de Samuel Jouault, “la riqueza del proyecto es que no está planteado sencillamente desde el escritorio”. Por otro lado, Ana García de Fuentes, la cual ha colaborado en mejorar los procesos formativos de los jóvenes en las comunidades, comenta que ella viene de “la investigación más teórica y ha ayudado a jalar en los chicos para que no olviden el rigor del otro lado tampoco. Hay una retroalimentación por parte de los dos lados, ha sido una interacción muy horizontal.”
Encuentro presencial pospandemia. Imagen de la APTC.
El primer paso para crear la certificación fue analizar 15 protocolos tanto de organismos públicos como privados y ONGs para generar una gran base de datos agrupando distintos criterios, los cuales se discutirían posteriormente entre los enlaces académicos y comunitarios de forma virtual. En este proceso se detectaron varias dificultades para entenderse por medio de plataformas como Whatsapp: “hay elementos culturales que dificultan la comunicación”. Por su parte, Zendy Euan Chan ahonda en la explicación de estas dificultades apuntando que “las organizaciones comunitarias tienen ese perfil de que tiene que ser por medio de las asambleas y la palabra y no nos logramos organizar por la pantalla”. En septiembre, volvieron a permitirse los encuentros y organizaron de nuevo distintos talleres para validar los criterios de la certificación, poniendo fin a las dificultades comunicativas a raíz del distanciamiento social.
Una vez consensuados los criterios, los cuales se clasifican en protocolo de bienvenida y limpieza, reglamento para colaboradores y adaptación de instalaciones y equipamientos entre otros, empezó su implementación en el territorio. Gracias a los enlaces comunitarios pudieron trasladar esa información a todas las empresas en lengua maya, generando así mayor entendimiento y confianza. Todo este proceso de implementación y validación se realizó entre los distintos miembros de la Alianza, con el objetivo de que los actores protagónicos fueran en todo momento las comunidades.
Un elemento fundamental en el éxito del proyecto que destacan los tres entrevistados es la participación de los “jóvenes digitales”, muchachos y muchachas de las comunidades formados en informática y redes sociales para reducir la brecha digital. Fueron los encargados de sistematizar los datos, hacer las fotografías necesarias y enviar toda la información referente a los nuevos requerimientos sanitarios a los enlaces.
Certificación Colaborativa. Vídeo de la APTC.
Esta acción se culminó con la entrega de las certificaciones a las comunidades por parte de la Secretaría de Turismo. Samuel Jouault destaca que este gesto de la secretaría, aunque no haya participado en ninguna parte del proceso, es muy significativo ya que confirma públicamente “que se van a establecer y respetar unos protocolos y por lo tanto es una opción viable para los turistas”. Por otro lado, la certificación, un trabajo riguroso hecho de forma colectiva, aunque ha sido reconocida por veinte instituciones gubernamentales, académicas y organizaciones de la sociedad civil aun no ha sido aceptada por las diferentes administraciones estatales.
Transformación del turismo desde la base
Después de analizar la respuesta de las comunidades frente al desafío de retomar la actividad turística en un contexto de pospandemia cabe destacar, en primer lugar, la exclusión sistemática de las comunidades en lo que respeta a protocolos y estrategias frente la pandemia de la COVID-19. La realidad comunitaria y las iniciativas de turismo alternativo no encajan con las propuestas que se hacen desde los entes públicos y privados, ya sea por las características de la actividad turística, como por la forma de vida o la imposibilidad de acceder a la información. Así pues, la creación de una certificación propia no tenía como único objetivo retomar la actividad turística con seguridad y generar confianza a los visitantes, sino que fue también una reivindicación de su propia existencia como comunidad y una muestra de empoderamiento. En este sentido, podríamos destacar tres aspectos fundamentales de este proceso: lograr transmitir información veraz a todas las comunidades, reivindicar que los procesos participativos pueden dar resultados más que satisfactorios y por último, plantar cara al rechazo a “lo indígena”. Como afirma Zendy Euan Chan “si no lo hubiéramos hecho así, estarían a la deriva; no abrirían ni conocerían de buena fuente ni el tema de los protocolos ni el del COVID-19”.
En segundo lugar, cabría resaltar que, aunque la comunicación ha sido complicada a causa del distanciamiento social y que las comunidades se han tenido que adaptar a nuevos procesos de toma de decisiones, el resultado ha sido muy positivo. El feedback que nos transmitía Zendy era fundamentalmente de agradecimiento: “que la Academia nos haya invitado como enlace comunitario lo resalto, porque eso casi nunca se ve. Es la primera vez que nos tienen en cuenta de esta manera y nos ha ayudado a formarnos profesionalmente”. Tanto ella como la Dra. García de Fuentes, describían la experiencia como enriquecedora.
En conclusión, la propuesta y trabajo de la Alianza confirman que se puede lograr un turismo más sostenible e inclusivo, construido desde la base. Como reclama Zendy, “que nos vean como transformamos las cosas desde abajo”. Paralelamente, el contexto actual genera el momento perfecto para mandar el mensaje, en palabras de Samuel, de que es “el momento de descubrir el patrimonio biocultural de comunidades rurales gestionado por sus mismos habitantes”.
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