22-05-2020
El COVID-19 y las perspectivas para una transformación radical del turismo
Raoul Valerio BianchiA pesar de los avances argumentales a favor de una transformación del turismo, propiciada por la crisis de la pandemia, hace falta una política de intervención más robusta y a múltiples escalas que pueda desafiar el poder del capital turístico.
Crédito Fotografía: Harare, Zimbabwe. ILO.
Tras el estallido de la pandemia de Covid-19, todos los destinos turísticos del mundo han establecido restricciones a los viajes, mientras que el 45 por ciento está parcial o totalmente cerrado. A pesar de la experiencia de disrupciones previas, ya sea causadas por terrorismo, crisis financieras o pandemias, pocos podrían haber predicho el alcance y la gravedad del impacto que el Covid-19 ha tenido en las sociedades y economías de todo el mundo. La creencia en la capacidad de recuperación del turismo es tan alta que, a fines de enero, la OMT pronosticó un crecimiento del turismo del 3 al 4 por ciento para 2020, mientras que el Secretario General de la OMT destacaba, a raíz de la quiebra de Thomas Cook, que "en estos tiempos de incertidumbre y volatilidad, el turismo sigue siendo un sector económico confiable".
La pandemia no solo ha puesto de relieve la importancia económica global del turismo, sino que ha permitido visualizar la manera en que la arquitectura global interconectada del turismo y los flujos de movilidad asociados actúan como un vector para la transmisión de tales patógenos. El caso más destacado probablemente sean esos cruceros densamente poblados que actúan como placas de Petri flotantes de incubación. La OMT pronostica que las llegadas internacionales podrían caer entre un 20 y un 30 por ciento en relación con las de 2019, mientras que los ingresos disminuirán entre 350 y 400 mil millones de dólares. La OCDE pronostica una disminución del 45% en el turismo internacional en 2020, que aumentará al 70% si la recuperación se retrasa hasta septiembre.
A estas alturas, está fuera de dudas el hecho que la pandemia constituye una profunda crisis del turismo mundial, así como un punto de inflexión. Sin embargo, resulta de vital importancia que resistamos frente a las llamadas para “ayudar” a la recuperación de la industria, pero también debemos presentar resistencias frente a las interpretaciones de la crisis como un simple “bache en el camino”. Si bien es cierto que todavía es demasiado pronto para un análisis exhaustivo de las repercusiones de la pandemia en la estructura político-económica del turismo en el futuro, muchas voces ven con optimismo el hecho que el colapso abrupto del turismo permitirá que los destinos analicen su evolución histórica y alteren la trayectoria de crecimiento actual del turismo para tener en consideración los límites sociales y ecológicos. Ciertos destinos ya han comenzado a repensar cómo reconstruir sus sectores turísticos de acuerdo con los criterios de la sostenibilidad. Para algunos, como Hawai, esto implica limitar el número de visitantes y redirigir el marketing hacia grupos de turistas más pequeños que pagan más y que buscan experiencias culturales y naturales. Mientras tanto, Ámsterdam ha adoptado el modelo regenerativo de la economía del donut propuesto por Kate Raworth para redirigir la economía urbana con criterios sociales y ambientales.
No obstante, muchas de las respuestas hasta ahora no tienen en cuenta las lógicas políticas de las luchas inminentes para dar forma a los contornos estructurales y organizativos de las industrias turísticas mundiales tras el shock sin precedentes provocado por la pandemia de Covid-19. A la luz de las configuraciones político-económicas actuales y emergentes del turismo, esta reflexión deberá considerar algunos de los retos para una ruptura radical y transformadora con los modelos de desarrollo turístico impulsados por el crecimiento, intensivos en el uso de recursos, y articulados bajo lógicas corporativas.
La gran disrupción y los paisajes corporativos emergentes del turismo
A pesar de diferentes señales de progreso, un cambio de paradigma sistémico hacia formas de turismo más sostenibles y equitativas sigue siendo inconsistente. Este, además, resulta obstaculizado por la búsqueda incesante del crecimiento y el papel integral del turismo en la continua expansión del capitalismo, un hecho reconocido incluso por muchos en los medios de comunicación mayoritarios. Antes del estallido de la pandemia, los debates sobre turismo sostenible habían comenzado a girar en torno a la agenda del turismo sostenible 2015-2030 de la OMT, enmarcada en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, cuya premisa central es que la transición hacia el turismo sostenible e inclusivo se puede diseñar mediante el crecimiento gestionado del turismo. A pesar de haber reconocido los problemas asociados con la sobresaturación turística (overtourism), la OMT ha renovado su compromiso con el “crecimiento sostenible” en respuesta a la pandemia.
Dicho esto, la pandemia ha acelerado el declive de las ortodoxias económicas neoliberales que han alimentado tres décadas de hiperglobalización y crecimiento económico, a medida que los estados han intervenido las economías para evitar el colapso de las empresas y mitigar los efectos de la espiral de desempleo. Como resultado de la suspensión de los viajes y los “confinamientos”, el WTTC ha pronosticado una pérdida sin precedentes de 100 millones de empleos turísticos en todo el mundo, junto con una disminución del 30 por ciento en la contribución del turismo al PIB mundial (2,7 mil millones de dólares). Además del costo inmediato en términos de quiebras, desempleo y medios de vida perdidos, resulta muy complicado predecir cuáles serán las coordenadas de poder de la economía política mundial del turismo que surjan a raíz de la pandemia. Este hecho se complica aún más por la naturaleza híbrida y amalgamada de las “industrias” del turismo, caracterizadas por múltiples interconexiones entre empresas de diferentes tamaños y capitales organizadas en regiones globalmente diferenciadas en una división desigual del trabajo turístico.
La pandemia también ha dejado al descubierto vulnerabilidades en las que el turismo comprende proporciones superiores al promedio del PIB y del empleo, especialmente en España e Italia. Ambos estados considerados los epicentros europeos de la pandemia. Aunque es probable que a corto plazo se haga un mayor hincapié en el turismo interno cuando se reinicien los viajes, los mercados nacionales no podrán compensar fácilmente la pérdida de demanda internacional. La oferta turística es, por su propia naturaleza, muy perecedera, ni las infraestructuras turísticas y ni las hoteleras pueden reutilizarse fácilmente para un uso económico alternativo. Quizás una excepción son los activos inmobiliarios de hoteles que pueden venderse potencialmente para liberar liquidez, aunque la actividad inmobiliaria comercial también se ha desacelerado considerablemente.
Se estima que la oferta hotelera mundial se contraerá en torno a un 2 por ciento. Aunque es probable que la mayoría de los grupos corporativos hoteleros sobrevivan gracias a una combinación de ayuda estatal y financiamiento privado, miles de pequeñas y medianas empresas que representan alrededor del 80 por ciento del turismo mundial luchan por acceder a las ayudas gubernamentales de emergencia. A pesar de las considerables reservas de efectivo y acceso a financiación, muchas de las plataformas digitales corporativas, que habían impulsado una importante concentración del mercado en los últimos años, han anunciado importantes planes de reestructuración y pérdida de empleos, aunque es probable que algunos consoliden y expandan su posición en el mercado.
La crisis también ha puesto de manifiesto las tensiones entre, por un lado, los intereses del capital global y las corporaciones transnacionales y, por el otro, los de los estados. Las compañías que siempre han predicado las virtudes de los regímenes de baja regulación fiscal se encuentran ahora entre los defensores más fervientes de la ayuda estatal. Las aerolíneas es uno de los sectores más afectados por la crisis, pudiendo enfrentarse a unas pérdidas de ingresos globales de 250 mil millones de dólares y una pérdida permanente de 750.000 empleos solo en los EE.UU. El lobby agresivo ejercido por las aerolíneas les ha permitido obtener ayudas estatales que son vitales para mantenerse a flote. Si bien existe una razón clara y una necesidad urgente de brindar apoyo a los trabajadores despedidos en industrias que emplean a decenas de millones de trabajadores, los viajes aéreos baratos han contribuido de manera importante al crecimiento incesante del turismo y a las emisiones de carbono.
La mayoría de los gobiernos no han llegado a tomar posiciones en las aerolíneas como propiedad pública, con la excepción de Alitalia. En lugar de simplemente rescatar a este sector, la crisis ofrece una oportunidad para que los estados orquesten una transición hacia sistemas de transporte sostenibles alineados con mejoras en las condiciones laborales y con los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho, Air France-KLM recibió un paquete combinado de ayuda estatal franco-holandesa de alrededor de 10 mil millones de euros a cambio de un compromiso de reducir a la mitad las emisiones para 2030 y la suspensión del pago de dividendos. En cambio, a las aerolíneas estadounidenses simplemente se les ha alentado a "abstenerse" de utilizar el dinero de los rescates para llevar a cabo recompras de acciones o pagos de dividendos hasta septiembre de 2021, y limitar el pago de los ejecutivos hasta finales de marzo de 2022. Aunque la industria de cruceros de los EE.UU. -donde tres compañías representan el 75 por ciento del mercado mundial de cruceros- también es un sector importante en cuanto a puestos de trabajo, esta fue excluida del fondo de rescate corporativo de 500 mil millones de dólares debido al hecho que sistemáticamente han perseguido minimizar sus obligaciones tributarias y eludir los estrictos estándares laborales y ambientales mediante el uso de “banderas de conveniencia” extranjeras.
También hay indicios de que la pandemia puede acelerar los cambios de poder geopolítico y económico que ya eran evidentes antes del brote. Si bien los Estados más débiles pueden sufrir a medida que las inversiones extranjerassalen de los mercados emergentes, los inversores chinos ya habían estado muy ocupados adquiriendo activos occidentales de turismo, hotelería y propiedades antes de la pandemia, incluyendo marcas turísticas europeas tan emblemáticas como Club Mediterranée y Thomas Cook. Gracias a las considerables reservas de divisas y a la demanda de viajes internos, las empresas chinas bien capitalizadas y respaldadas por el Estado están bien situadas para resistir las consecuencias económicas y aumentar las inversiones en los principales activos del turismo, la hostelería, la aviación y los bienes inmuebles.
Los más afectados por la pandemia son los millones de trabajadores vulnerables y las pequeñas empresas de islas pequeñas y otros destinos turísticos de bajos ingresos en todo el Sur Global. Sin asistencia financiera internacional, esos Estados se verán muy presionados para mantener a flote las empresas turísticas locales y los trabajadores con permiso de ausencia y es probable que vean aumentar la carga de su deuda pública. Una proporción importante de los trabajadores del turismo y la hostelería a nivel mundial son mujeres y/o migrantes que a menudo trabajan en el sector no estructurado, con escaso o nulo recurso al apoyo estatal y la protección social. A pesar del mayor acceso al apoyo estatal, los trabajadores del turismo y la hostelería de los Estados ricos tampoco se han librado. En los Estados Unidos, el 98% de los miembros de los sindicatos de Unite Here han perdido sus empleos, mientras que los sindicatos de Europa estiman que casi la totalidad de los 12 millones de trabajadores del sector de la hostelería han sido despedidos o están en paro. Mientras tanto, un número significativo de trabajadores de cruceros mal pagados, muchos de los cuales provienen de países en desarrollo, permanecen varados en el mar y no pueden regresar a sus hogares.
¿Hacia un turismo democrático, equitativo y sostenible?
En su aclamado análisis del "capitalismo del desastre" La Doctrina del Shock, Naomi Klein cita al célebre pensador del libre mercado Milton Friedman para subrayar cómo las crisis sirven para catalizar transiciones bruscas hacia nuevos órdenes político-económicos:
"Sólo una crisis - real o percibida - produce un cambio real. Cuando se produce esa crisis, las medidas que se adoptan dependen de las ideas que se encuentran alrededor".
La pandemia de Covid19 tiene todos los atributos de una crisis de este tipo, pero cuyas repercusiones son de escala mundial y de una gravedad potencialmente mayor que la de la depresión de los años treinta. Se ha hecho mucho por el hecho de que la pandemia nos ha dado tiempo para tomarnos un respiro y reconstruir las economías turísticas según principios más sostenibles y regenerativos. Sin embargo, la reestructuración de las economías turísticas posteriores a la pandemia supondrá mucho más que apelar a la moral o simplemente para que el turismo "vuelva a crecer mejor", como propone la OMT.
Parafraseando al activista del clima Bill McKibben, las voces progresistas en el turismo pueden haber empezado a ganar el argumento, pero estamos lejos de ganar la lucha por la transformación hacia una economía política del turismo justa, sostenible y gestionada democráticamente. Además de los desafíos que plantea la compleja estructura y organización de las 'industrias' del turismo, sin un programa de acción transnacional coordinado para neutralizar el control de los mercados y el capital sobre la gobernanza del turismo, será difícil para los Estados resistir a las presiones comerciales para restaurar el crecimiento y la rentabilidad y para hacer retroceder el lobby corporativo que exige la flexibilización de las 'cargas' fiscales y las regulaciones sociales y ambientales "restrictivas".
El progreso también se ve obstaculizado por la falta de un consenso acordado en cuanto a la forma precisa que podrían adoptar los modelos de turismo pospandémico equitativos y sostenibles. Éstos van desde microalternativas dispersas hasta el turismo masivo, pasando por modestas innovaciones y remedios de mercado, y propuestas más radicales de decrecimiento. Lo que tienen en común muchas de las soluciones propuestas es la desconexión de la economía política y la invisibilidad de las controvertidas relaciones de clase que conforman y determinan los resultados distributivos y que a menudo se ocultan en los marcos pluralistas de la economía política del turismo. El peligro es que las estrategias de recuperación tecnocráticas y posiblemente autoritarias sean llevadas a cabo por gobiernos y empresas entregados simplemente en consulta con las "partes interesadas". Los Estados también pueden aprovechar la experiencia de las empresas de tecnología digital para desplegar análisis de datos y tecnologías "inteligentes" para la gestión de la movilidad de los turistas y los cruces fronterizos en interés de la "seguridad pública". Esas respuestas promueven soluciones técnicas abstractas de la política. Como tales, corren el riesgo de acentuar una arquitectura en expansión del capitalismo de vigilancia gestionado por las empresas que socaba los principios y estructuras de la participación democrática.
Las vías precisas de recuperación y transformación variarán según la estructura y la organización del turismo en los contextos locales y la cambiante tectónica de las fuerzas macroeconómicas mundiales. No obstante, los paisajes emergentes del capitalismo turístico mundial presentarán considerables desafíos para cualquier tipo de respuesta coordinada de la mano de obra y la sociedad civil a medida que se intensifiquen las renovadas luchas por los "activos turísticos" estratégicamente situados.
Ha habido propuestas prometedoras que van desde la localización de las cadenas de valor de los destinos hasta el fomento de la inclusión de las mujeres en la toma de decisiones. Sin embargo, un cambio más radical hacia un modelo de turismo ecológico y equitativo requerirá una política de intervención robusta y a múltiples escalas que pueda desafiar el nexo de los intereses comerciales, financieros y políticos que han instigado el crecimiento incesante del turismo y la expansión de la acumulación de capital mediante la apropiación de tierras, las privatizaciones, la liberalización reglamentaria y las estrategias de desarrollo del turismo impulsadas por el sector inmobiliario. No obstante, el resurgimiento de los Estados como agentes económicos fundamentales ofrece una oportunidad vital para disociar la toma de decisiones sobre el desarrollo del turismo de los flujos de capital especulativo y la especulación a corto plazo y, mirando más allá, para ampliar y profundizar la participación cívico-democrática en la gestión y socialización de los activos y recursos de los que dependen el turismo y los medios de vida humanos asociados.
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