14-05-2020
Domesticar el turismo. La proximidad en la desescalada
Asunción Blanco & Macià BlázquezPropuestas teóricas que abogan por un rediseño del turismo doméstico post-COVID-19 basado en la proximidad, el control local y la economía complementaria. ¿Cómo reorganizar el turismo en la transición socio-ecológica que necesitamos?
Crédito Fotografía: Macià Blázquez. Camino de Santiago.
El turismo de proximidad puede convertirse en una de las primeras actividades a realizar alejándonos de nuestros hogares, ya sea para pernoctar en una vivienda familiar –en un retorno al origen migratorio–, en residencias secundarias o en alojamientos turísticos. La reanudación del turismo para una desescalada del confinamiento debe obedecer a requerimientos de salubridad, pero también debe asumir su rediseño. En nuestro análisis planteamos la reorientación del turismo tras la crisis del COVID-19 para combatir el desarrollo geográfico desigual de los espacios de interior, proveedores de recursos y mano de obra en la España vaciada, compensando el subturismo (undertourism) y complementando sus economías agrarias (Blanco-Romero, et al. 2019).
Por un cambio de modelo
En las circunstancias actuales de confinamiento, el tiempo de ocio –el que dedicamos al enriquecimiento personal una vez realizadas las actividades básicas– se limita a actividades recreativas condicionadas por el espacio disponible en nuestros domicilios. Más que nunca tal vez, viajar y hacer turismo se puede echar ahora de menos. La desescalada de la crisis del COVID-19 tendrá que plantear escenarios turísticos alternativos a los viajes a destinos lejanos si queremos reducir los riesgos para nuestra salud. Esta urgencia puede favorecer un turismo más sostenible, que reduzca su contribución al cambio climático y al desarrollo geográfico desigual, si realmente nos comprometemos a que así sea.
Virtudes y defectos del turismo
Cómo definimos el turismo tiene su complicación e incluso controversia. El turismo como experiencia personal es una forma de recreación, que puede aportarnos intercambio cultural, conciencia socioecológica y de ciudadanía global y contribuir al desarrollo de nuestra inteligencia emocional o del pensamiento crítico. El turismo, desarrollado de manera adecuada como actividad económica complementaria, puede contribuir al mantenimiento de estructuras socio-territoriales equilibradas. En cambio, se ha convertido en una industria turística a partir de la mercantilización del tiempo de ocio. Hasta el principio de esta crisis, la producción de espacios de explotación turística intensiva ha derivado en situaciones de saturación (overtourism) por la extensión de la frontera para la acumulación de capital con impronta territorial y sobre las relaciones sociales (Murray, 2013).
Perjuicios de los extremos: de la saturación al subturismo
La aglomeración, urbana y litoral, del turismo de masas, que deriva en overtourism, responde a modelos de producción industrial del espacio, con elevadas rentabilidades extraídas de su prestación de servicios. Esa urbanización es objeto de especulación financiera, mediante una constante reestructuración inmobiliaria y de la capacidad de sus infraestructuras. Su imagen promocional seduce con espejismos basados en estereotipos recreativos de la clase social que patronea el capitalismo de casino, los súper-ricos parapetados en territorios institucionales que maximizan su rentabilidad: paraísos fiscales y ciudades globales (a menudo, una misma cosa), lujosos barrios residenciales de alta calidad ambiental, amenizados por clases creativas, tan talentosas, como ambiciosas y faltas de escrúpulos (Méndez, 2018). Estos territorios del poder se asemejan a las metrópolis coloniales pero adaptadas a los tiempos de la financiarización, en las que el poder lo ostentan los fondos de inversión. Por otro lado, los territorios complementarios, asimilables en la comparación anterior a las colonias, quedan al margen y son paisajes operacionales: el hinterland del que se extraen recursos, en los que se recluta mano de obra y se vierten residuos (Brenner y Katsikis, 2020). Su existencia es imprescindible en la otra cara de la moneda del desarrollo geográfico desigual, para sostener la explotación intensiva –metabólica, laboral y de extracción de rentas del capital– en los espacios saturados.
Desarrollo geográfico desigual
Overtourism y undertourism, muestran los extremos de la polarización que es consustancial al capitalismo. El desarrollo geográfico desigual se expresa territorialmente, por ejemplo, en forma de vaciamiento del interior peninsular y de relleno del litoral, especialmente en términos de flujos de inversión y población. Ello es debido a las economías de aglomeración y de escala, con mayor especialización y división del trabajo, imponiendo la globalización de la movilidad. El desarrollo geográfico desigual depende así de la accesibilidad y de la conectividad, que es lo más amenazado por esta crisis de la COVID-19. En el caso español, caracterizado por una fuerte especialización industrial inmobiliaria, turística y de megaproyectos de infraestructura.
Por otro lado, esta crisis se ensaña en los colectivos vulnerables, agravada por el hacinamiento urbano, también pone en cuestión la ciudad turística monofuncional, que padecía la saturación turística (overtourism), pero que a día de hoy resta dramáticamente vacía por no sabemos cuánto tiempo. En el otro extremo del espectro, los territorios vaciados por el desarrollo geográfico desigual, se caracterizan por el desinterés generalizado, entre otros, del turismo, en lo que podríamos denominar subturismo (undertourism).
Domesticar el turismo en la desescalada de la crisis de la COVID-19
La COVID-19 provoca una crisis sanitaria, pero la crisis económica deviene de nuestra excesiva dependencia de la híper-movilidad y la globalización. La crisis sanitaria ha puesto en evidencia la fragilidad del sistema. El monocultivo turístico nos hace vulnerables (hasta el punto de calificar estos espacios de “zona cero” de la crisis), además de insostenibles por el derroche de energía y materiales que supone. Un parón como este puede deberse a una pandemia, ataques terroristas, la inundación de las playas por la subida del nivel del mar o a un desabastecimiento energético por las guerras para controlar los menguantes yacimientos de petróleo.
Quisiéramos que una crisis como ésta pudiera ser aprovechada para crear y fomentar redes de solidaridad horizontal, ciudadanía responsable y empoderamiento democrático. Eso es aplicable también al diseño de nuevos escenarios turísticos respecto del problema del desarrollo geográfico desigual, orientado a combatir la polarización social y territorial, entre otras cosas, haciéndolo más “doméstico”.
Redescubrimiento del territorio
El mal trance de la crisis de la COVID-19 puede servirnos, por un lado, para analizar la contribución que el turismo puede aportar a nuestro desarrollo personal y redefinirlo como modelo económico. En este sentido, los escenarios turísticos alternativos de redescubrimiento doméstico del territorio, guiados por la proximidad y la lentitud, pueden promover el control comunitario local de la cadena de valor, su accesibilidad a todo el espectro social o su contribución a la complementariedad económica de territorios desfavorecidos por ese desarrollo geográfico desigual. Ernest Cañada ha desarrollado en su tesis doctoral el concepto de turismo inclusivo, en base a la propuesta de Regina Scheyvens y Robin Biddulph, según el cual sectores empobrecidos o marginados de la economía dominante verían ampliadas sus posibilidades de acceso al turismo, como consumidores y como productores, accediendo también a la toma de decisiones y a la distribución de los beneficios.
Camí de l'Arxiduc. Imagen de Macià Blázquez.
Cuando la híper-movilidad se desvanece y la tendencia es a la desglobalización, el redescubrimiento del territorio sustituye al consumismo turístico, priorizando la proximidad espacial y la justicia social. El capitalismo tiene las crisis en su ADN como momentos de destrucción violenta de valor, en forma de quiebras, abandonos y despidos, rescates públicos para las grandes empresas y flexibilización de la regulación laboral, ambiental y territorial a favor de la acumulación de capital (Murray et al., 2017). Así sucedió en 2010, con la imposición de una contrarreforma neoliberal por parte del Consejo Europeo, bajo el eufemismo de la austeridad (Méndez, 2018). Es por ello que en ningún caso se debe plantear ese redescubrimiento turístico en términos de una “puesta en valor” de nuevas mercancías, para añadirlas a la cesta de la compra homogeneizadora que ofrezca nuevas oportunidades de explotación y acumulación por desposesión.
¿Era la “normalidad” el problema?
Las actividades esenciales, que se han mantenido durante el confinamiento, son la prioridad en una reconstrucción postcrisis: la provisión de alimentos, energía, atención sanitaria, etc. Podríamos decir que el resto de actividades son enriquecedoras pero adicionales (como el turismo que se ha detenido de la noche a la mañana). De manera que ¿en qué debe consistir el retorno a la normalidad? En el caso de la industria turística, si por normalidad nos referimos a la situación previa a la crisis sanitaria, cabría preguntarse si su recorrido futuro muestra un escenario indeseable en términos de sostenibilidad o de disminución de la desigualdad (por ejemplo en términos de overtourism y undertourism) (Hall, et al., 2020).
La industria turística tiene una doble cara: por un lado, forma parte de una economía real, centrada en la producción, intercambio y distribución de bienes y servicios; y por otro lado economía financiera subyacente, rentista, especulativa y cortoplacista (como una parte más del capitalismo financiero que bien explica Ricardo Méndez, 2018). La defensa de su vertiente productiva obvia la cara oscura de la financiarización de la industria turística. En un contexto de crisis, la enorme fragilidad del sector puede servir de peligrosa excusa para el rescate de empresas, bajo los argumentos de compensación de las pérdidas y recuperación de puestos de trabajo. Si la economía real sigue sometida a la financiera, el rescate puede caer en manos de los grandes fondos de inversión (fondos buitre), a lo que se añade la flexibilización de los marcos legales ambientales y laborales.
Resiliencia para el turismo en la desescalada
La actual crisis nos puede brindar la posibilidad de rediseñar escenarios para un turismo más sostenible de resiliencia socio-territorial, fundamentada en la complementariedad de las actividades socioeconómicas y la cohesión social. La investigación sobre resiliencia turística destaca la necesidad de conservar la biodiversidad, combatir el cambio climático, fijar localmente los beneficios para mejorar el bienestar y distribuir mejor la captura de valor (Gössling, et al. 2016). Desarrollar la idea de clúster de carácter localpodría ser una buena herramienta, considerando la complementariedad económica y social en términos territoriales. La gestión de espacios naturales ya ofrece ejemplos de éxito en regiones europeas, también especializadas turísticamente, pero con menor vulnerabilidad socio-económica.
En un clúster turístico, la calidad de la experiencia del visitante depende de la calidad, la eficiencia y la conectividad de las empresas complementarias (como hoteles, restaurantes, comercios, transporte, etc.) en ámbitos locales y regionales, huyendo de la dependencia financiera global y retornando a la economía real y productiva de proximidad. Dada la interdependencia de cada uno de los miembros del clúster, el buen quehacer de uno condiciona los comportamientos de los demás (Porter, 1998). Para promover alianzas estratégicas y mejorar el papel de una actuación sostenible resiliente, es necesario: 1) promover la cooperación dentro del clúster, lo que potencialmente mejora las oportunidades y buenas prácticas para todas las partes involucradas; 2) promover la cooperación entre diferentes clústers, así como la integración social, para desarrollar nuevas sinergias, reducir costos y ofrecer productos de mayor calidad (Machiavelli, 2001); 3) implementar una visión compartida y objetivos comunes a través de los cuales los participantes del clúster se reconocen como partes de un sistema integrado y sostenible; y 4) crear conciencia sobre la importancia de la sostenibilidad en las políticas de desarrollo a largo plazo.
Turismo doméstico, de proximidad, control local y economía complementaria
En esta estrategia, los espacios vaciados del subturismo (undertourism) (por contraposición al overtourism de los espacios rellenados) deben ser ámbitos privilegiados de las políticas turísticas del futuro, consistentes en: 1) reorientar el turismo en beneficio de los espacios desfavorecidos, contribuyendo a su resiliencia, en pro de su recuperación en el contexto de la crisis, para alterar el patrón territorial creador de desigualdad, de la “normalidad” que nos ha dominado hasta día de hoy; 2) favorecer la proximidad que reducirá los inconvenientes que el exceso de desplazamientos suponen para el medio ambiente y nuestra propia salud; y 3) desarrollar líneas prioritarias de financiación no especulativa (pública o cooperativa) apostando porque los beneficios económicos de las actividades turísticas reviertan en las comunidades locales. Para ello no es posible pensar en un funcionamiento de clúster reduccionista, exclusivo para el turismo. Es imprescindible trabajar con escenarios de resiliencia que tengan en cuenta el desarrollo de la multifuncionalidadde los territorios. Asegurar así actuaciones transversales que ayuden a disminuir la fragilidad y la vulnerabilidad ante las posibles transformaciones del sistema, tanto de los espacios sobresaturados como de aquellos más desfavorecidos (Cànoves et al., 2017). Como ya señalábamos junto a Fletcher et al. (2020), las respuestas a la desaceleración económica deben guiar a la industria turística hacia una transición de decrecimiento suave, pero acompañadas de un cambio institucional.
De ese modo, se hace indispensable ampliar las miras y pensar en medidas de mayor calado: 1) asegurar la inversión pública en la mejora de la conectividad tecnológica de dichos espacios desfavorecidos hasta la actualidad; 2) llevar a cabo políticas de discriminación positiva de apoyo a las pequeñas y medianas empresas que se instalen en territorios vaciados y aseguren prácticas innovadoras social y medioambientalmente sostenibles; y 3) desarrollar estrategias de carácter comunitario en las cuales el trabajo creado en dichos entornos se reparta de manera equitativa según las necesidades de la población local.
Por tanto, es imprescindible reconsiderar la “normalidad” previa a la crisis y aprovechar este tránsito en la desescalada para reconvertir el sector turístico, con propuestas de base y control local, como el slowtourism, de proximidad o comunitario. Su articulación en clústers integrados facilita el desarrollo endógeno sostenible, vinculando agentes implicados que contribuyen a la resilienciaactualmente tan necesaria. Una nueva normalidad debe ser más próxima y justa.
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