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#TourismPostCOVID19 | Turismo Responsable | Islas Baleares

11-03-2020

La vulnerabilidad de la especialización turística

Joan Moranta | Terraferida

La especialización turística de la economía balear no ha ido acompañada de una mayor fortaleza ni una menor vulnerabilidad del sistema, sino todo lo contrario. Tres eventos recientes (la quiebra de Thomas Cook, la borrasca Gloria y la enfermedad COVID-19) han hecho tambalear los cimientos del sistema económico.


Crédito Fotografía: Cristian Bortes, bajo licencia creative commons.

Tradicionalmente algunos empresarios de Balears, cuando sus negocios se fundamentaban básicamente en el cultivo, lo que hacían a menudo era mirar al cielo para tratar de averiguar si el tiempo sería favorable para sus cultivos. Esto pasaba mayoritariamente antes de 1960, cuando aún había unos 65.000 agricultores y la economía dependía de la bonanza meteorológica. Sesenta años después del inicio de una importante transformación económica (actualmente quedan menos de 6.000 campesinos en Balears – incluyendo ganaderos, silvicultores y pescadores), impulsada por la ampliación planificada de las puertas de entrada a las Islas (puertos y aeropuertos), los empresarios actuales, dedicados sobre todo a los sectores del turismo y de los servicios, siguen atentos al devenir de la naturaleza, a pesar de que hoy vivimos de espaldas a ella. Pero ahora no solo estamos pendientes de la meteorología, otros factores externos y de diversa idiosincrasia también nos afectan con contundencia, de tal forma que la especialización turística de la economía balear no ha ido acompañada de mayor fortaleza ni menor vulnerabilidad del sistema, sino todo lo contrario. De setiembre de 2019 a marzo de 2020 han ocurrido tres eventos de naturaleza distinta que han hecho tambalear los fundamentos del sistema económico alertando, una vez más, al sector turístico balear en particular, y a la sociedad en general. Una sociedad que, desgraciadamente, ya está acostumbrada a contemplar las lamentaciones del sector turístico-empresarial cada inicio o fin de temporada por potenciales malas previsiones de reservas o por el no cumplimiento de las expectativas de beneficios esperadas, respectivamente. 

Socialización de costes i privatización de beneficios

Los ­tres eventos de los que hablamos, la quiebra de Thomas Cook, el temporal Gloria y la enfermedad COVID-19son muy diferentes en esencia. El primero, una crisis empresarial a escala global, relacionada con una política empresarial y turística muy dependiente de decisiones ajenas, lejanas y poco transparentes. El segundo, una crisis meteorológica regional, relacionada con un escenario de cambio climático que se manifiesta en un incremento tanto del nivel del mar como de la frecuencia e intensidad de los temporales extremos. El tercero, una crisis sanitaria a escala planetaria, relacionada con la globalización y, en consecuencia, con una mayor capacidad de movilización de las personas y materiales de una punta a la otra del mundo. 

Pero es precisamente esto lo que nos interesa, constatar los efectos negativos que tienen tres episodios catastróficos, imprevistos y de origen diferente sobre la economía de las islas (y del mundo). Los tres son muy preocupantes a causa de todas las consecuencias socioeconómicas que implican, principalmente pérdidas millonarias, desaceleración de la economía y caída de la ocupación, y también incremento de la mortalidad en los dos últimos casos. No solo en el ámbito local, la quiebra de Thomas Cook dejó atrapados a unos 600.000 turistas que disfrutaban de vacaciones en destinaciones de todo el mundo, el temporal tuvo impactos devastadores en la costa del levante peninsular con unos destrozos valorados en más de 71 millones de euros, y la enfermedad está teniendo graves repercusiones económicas y laborales en todo el mundo, como por ejemplo, la cancelación del Mobile World Congress de 2020 en Barcelona, con un impacto económico esperado de 492 millones de euros y la creación de 13.000 puestos de trabajo. Los tres eventos tienen en común que cada vez que hay una situación difícil, ya sea por causa de una mala gestión empresarial o como fruto de fenómenos naturales, el sector turístico-empresarial reclama intervención pública para paliar las pérdidas, siguiendo una estrategia de socialización de costes y privatización de beneficios, favorecida por las instituciones.

La quiebra de Thomas Cook

La quiebra del tour operador británico Thomas Cook tuvo lugar en setiembre de 2019 cuando se confirmaron las dificultades de la empresa para hacer frente a sus pagos, provocadas, en parte, por el fenómeno del Brexit, que amenazaba con una crisis económica en cadena. La Federació Empresarial Hotelera de Mallorca (FEHM) estimó una deuda de 100 millones de euros pendientes de cobro, los transportistas de autocares cifraron en 5 millones las pérdidas y muchos trabajadores quedaron en el paro. Pero, aparte de la deuda económica y las pérdidas directas de puestos de trabajo, la quiebra afectó a miles de usuarios, puso en peligro las reservas de la temporada siguiente y comprometió la conectividad del aeropuerto de Son Sant Joan con los principales mercados emisores afectando más de 350.000 plazas. Los gobiernos central y autonómico salieron al rescate del sector para intentar contrarrestar los efectos de la quiebra sobre las empresas y los trabajadores. 

El temporal Gloria

El temporal Gloria llegó con fuerza el mes de enero de 2020 y echó a perder el litoral isleño, arrasando playas, ya regeneradas tras el efecto de otros temporales, e infraestructuras diversas que durante décadas hemos construido y reconstruido en primera línea de costa desafiando la fuerza de las olas. Una de las consecuencias indirectas que sufrimos durante los días que duró el temporal Gloria, que obligó a suspender durante varios días el transporte marítimo, fue la falta de alimentos perecederos en los supermercados, hecho que pone de manifiesto, también, la precariedad del sistema agroalimentario del archipiélago. Pero los malos augurios no se hicieron esperar, los restauradores y empresarios turísticos de las zonas afectadas ya nos han hecho saber las nefastas consecuencias económicas que tendrá la falta de compromiso de los gobiernos central y autonómico para acometer las reparaciones necesarias para dejar las playas y los paseos marítimos impecables para recibir el primer volumen importante de turistas del año. Los daños en infraestructuras públicas causados por el temporal Gloria en Balears superan los 16 millones de euros, pero los empresarios y los alcaldes no han parado de quejarse ante el hecho que el gobierno de Madrid solamente quisiera dedicar inicialmente 4,4 millones para su reparación. Los alcaldes de los municipios de Mallorca más afectados por el temporal han expresado su preocupación por el estado de la franja litoral y han reclamado soluciones rápidas, por vía de urgencia y con posibilidad de saltarse los informes de evaluación de impacto ambiental, para poder llegar al inicio de la temporada turística en condiciones y evitar una imagen que ahora califican de vergonzosa y caótica. Reclaman que parte del Impuesto de Turismo Sostenible se dedique a regenerar el litoral echado a perder. Será interesante conocer los detalles de las actuaciones que llevarán a cabo los gobiernos (central y autonómico) para hacer frente a las demandas del sector y qué medidas de adaptación pondrán en marcha, teniendo en cuenta las declaraciones de emergencia climática hechas por las instituciones. En este sentido, según afirman los científicos, la pérdida de playas y el retroceso de la línea de costa serán muy significativos en todo el litoral español

La enfermedad COVID-19

La enfermedad COVID-19, provocada por un coronavirus con epicentro en Wuhan (China), que ya se ha extendido por los cinco continentes, infectando no solo a personas sino también a los mercados, ya ha llegado (entre febrero y principios de marzo de 2020) a España y a Balears. La infección provocada por este virus también puede comprometer las reservas de la temporada turística. De hecho, la Confederació d’Associacions Empresarials de Balears (CAEB) ya ha manifestado su preocupación por si el coronavirus puede afectar la afluencia de turistas en las islas en los próximos meses. Pero no solo eso, sino que instan a las autoridades y administraciones públicas que eviten tomar decisiones que no favorezcan el correcto desarrollo de la economía y de la creación de ocupación. En efecto, la CAEB también nos pone en alerta dado que los efectos del coronavirus se suman a la nueva desaceleración económica y al aumento de paro. Han sido muchos los eventos sociales de ferias, congresos, exposiciones culturales y competiciones deportivas que se han visto afectados por las medidas tomadas para evitar contagios, hasta el punto que algunos de estos eventos se han suspendido. Un ejemplo de ello es la ITB de Berlín, programada para el mes de marzo, la mayor feria del sector turístico y la más importante para Balears, donde se concretan la mayor parte de las reservas de toda la temporada. La preocupación de la FEHM y de la Agrupació de Cadenes Hoteleres de Balears (ACH) es evidente, y el Govern Balear y el Consell de Mallorca (CIM) han tomado nota y se han puesto a trabajar para intentar salvar la temporada turística, proponiendo y organizando alternativas de promoción de las islas. Los 6,7 millones de euros que CIM tiene previstos para la promoción turística este año 2020 se tienen que gastar… En este caso, son muy importantes las medidas que se puedan tomar a cualquier nivel para evitar el contagio de las personas y reducir la mortalidad. Es curiosa la estrategia conjunta que se está siguiendo entre los gobiernos y el sector turístico-empresarial, que intentan transmitir la sensación de máxima tranquilidad y control de la epidemia. Pero hay que tener en cuenta que, aunque sea posible poner en cuarentena las personas, es imposible hacer lo mismo con los mercados y la economía desregulada.

Prioridades para un cambio de modelo

Las alarmas, pues, se van disparando en forma de “crisis” (empresarial, climática, meteorológica, sanitaria, alimentaria…), y cada vez se hace más patente que estamos en una situación de vulnerabilidad y de alto riesgo. Pero, para poder hacer frente a esta situación, se deben tener claras las prioridades. No podemos continuar con la misma dinámica de intentar reparar año tras año los destrozos que los temporales marítimos, cada vez con más intensidad, provocarán sobre unas infraestructuras situadas donde no deberían estar. Además, la causa de la pérdida de arena en las playas urbanas no tiene su origen solamente en los efectos de los temporales. Como se ha explicado reiteradamente, esto se produce debido al hecho que los paseos marítimos y las urbanizaciones que hemos construido sobre los sistemas de dunas rompen la dinámica natural de estos ecosistemas litorales. Sin duda, es necesaria una nueva planificación litoral que contemple los escenarios previstos por los efectos del cambio climático de subida del nivel del mar y el retroceso de la línea de costa. Probablemente, cualquier solución tecnológica que plantee poner “muros” a las olas para poder continuar con las actividades de siempre, a la larga, será más costosa que intentar retroceder las infraestructuras hacia el interior. Tampoco podemos basar el éxito de nuestro modelo económico en la promoción turística, dedicando cada vez más presupuesto, intentando transmitir tranquilidad y confianza a los mercados emisores cuando surja algún imprevisto. Como hemos podido comprobar en el caso de la quiebra de Thomas Cook y del coronavirus, no garantiza que se pueda evitar la reducción de reservas y cancelaciones, ni sus efectos sobre la economía. Nuestro modelo turístico, sustentado en la estrategia de “cuanto más mejor” (más turistas, más vuelos, más cruceros…) ya ha quedado caduco y jamás llegará a ser sostenible.

Dada la vulnerabilidad de la especialización turística, la necesidad urgente de un cambio de modelo económico llama a la responsabilidad de toda la sociedad para poder poner en marcha la transición política, económica y social que hace falta para afrontar el futuro que se acerca y obliga el presente no solo a poner freno al desarrollo de la industria turística y a las políticas que la fomentan sino, sobre todo, a planificar y consensuar socialmente una estrategia de decrecimiento turístico deliberada y consciente para evitar el colapso ecológico y social. Ya no podremos seguir ignorando las repercusiones del turismo sobre el elevado consumo de recursos, materiales y energía, ni sobre la generación de residuos y emisiones de gases de efecto invernadero, ni sobre las importantes desigualdades e iniquidades que provoca en el sí de la sociedad. En definitiva, es necesario desarmar la economía globalizada, fomentar la economía de proximidad y ganar en resiliencia y soberanía, tanto alimentaria como energética

 

Joan Moranta es miembro de Terraferida y científico titular del Centre Oceanogràfic de Balears (Instituto Español de Oceanografía).