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Artículo | Mundo global | Honduras

04-06-2019

Las Smart Cities hondureñas tendrán que esperar

Jose Mansilla | OACU

Tras la moderna imagen de una Smart City, el proyecto Altia en Tegucigalpa, arropado por las principales autoridades del país, en realidad no parece ser más que un proyecto de corte inmobiliario que aprovecharía diversas circuntancias para obtener enormes plusvalías.


Crédito Fotografía: San Pedro Sula. Imagen de Bergistheword bajo licencia creative commons.

El 8 de septiembre de 2014, Yusuf Amdani Bai, Presidente del Grupo empresarial Karim’s, junto al alcalde de Tegucigalpa, Rasry Asfura, y el propio Presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, inauguraban el complejo Altia Smart City, en las inmediaciones de la capital, Tegucigalpa. Por sorprendente que pueda parecer, no se trata de la primera de estas iniciativas en Honduras, pues la misma empresa cuenta con un desarrollo similar en San Pedro Sula, en la zona atlántica del país. El Altia Smart City San Pedro Sula es un Parque Tecnológicoque cuenta con una serie de elementos –un polígono empresarial, un centro de turismo y ocio, una zona comercial, una sede de la Universidad Tecnológica Centroamericana (UNITEC), un hotel de la cadena Marriot y un complejo de viviendas aptas para lifestyle residents– que lo distinguen de otros emplazamientos similares en Centroamérica. Pero, ¿se trata realmente de una Smart City?

Las Smart Cities

Para comenzar, habría que señalar que no existe una definición única de Smart City. De hecho, muchas de las vigentes conceptualizaciones de éste término manifiestan una significada incompatibilidad. Ahora bien, eso no significa que no sea posible encontrar ciertos elementos, comunes a todas ellas, que nos permitan realizar una primera y breve aproximación.

Smart City es un concepto reciente; su nacimiento podría datarse en la década de los 90 del pasado siglo, cuando se empezaba a vislumbrar el importante papel que podrían llegar a jugar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en su vinculación con las infraestructuras urbanas.

En estos primeros posicionamientos, el adjetivo Smart –en castellano, inteligente, aunque también elegante– proyectaba una intencionada identificación entre las políticas urbanas y los nuevos desarrollos tecnológicos y digitales de la época (Alawadhi et al., 2012). Esta conexión entre nuevas tecnologías y gestión urbana estaba muy vinculada al Consenso de Washington y a la difusión e implementación del neoliberalismo como doctrina práctico-teórica a nivel global. Su influencia permeó todos los sectores económicos (turismo, comercio, industria, etc.), pero también distintos ámbitos de la esfera social. El objetivo tras la misma no fue otro que sugerir que cualquier solución a la cuestión urbana pasada, simplemente, por un oportuno despliegue tecnológico (Gibbs et al, 2013).

Sin embargo, con posterioridad a estos primeros planteamientos, algunos autores e instituciones académicas comenzaron a denunciar el exceso de tecnologización del concepto, pasando a poner el acento en la relación entre el capital social y el desarrollo urbano (Albino et al, 2015). Con posterioridad, sobre todo durante los primeros años del nuevo siglo, el término Smart City devino en una etiqueta, un elemento más de las estrategias de marketing urbano puestas en marcha por los gobiernos locales con la intención de atraer inversiones y creatividad a unas ciudades en continua competencia global (Mansilla, 2015). A pesar de todo, es innegable que el factor tecnológico, aunque sin olvidar referencias a las necesidades colectivas de la población, es el que ha otorgado significado y distinción a las Smart Cities, no sólo desde el punto de vista del urbanismo, la planificación territorial más técnica o las ciencias sociales, sino también desde una perspectiva política institucional.

De esta forma, bajo el concepto Smart City podríamos englobar aquellas políticas de orden urbano que persiguen fomentar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de las personas mediante un desarrollo sostenible y la aplicación de soluciones inteligentes, es decir, tecnológicas (Goverment of India, 2017).

La Smart City de San Pedro de Sula

La idea de poner en marcha una serie de medidas y políticas de tipo Smart City en San Pedro de Sula partió de su actual alcalde, Armando Calidonio, el cual promovió, a comienzos de su primer mandato en 2014, la elaboración de un Plan Maestro de Desarrollo Urbano (PMDU) a través de una licitación internacional. La idea, tanto del Plan como del alcalde, era alinear el futuro desarrollo de la ciudad con las bases de una Smart City, de forma que, en un periodo máximo de 25 años, San Pedro de Sula pudiera ser considerada como tal.

Así, entre las primera medidas puestas en marcha estaría la creación de hasta 250 puntos de acceso a internet gratuitos, tanto para residentes como para visitantes, distribuidos por toda la ciudad, pero también la creación de una aplicación móvil a través de la cual, los vecinos y vecinas de San Pedro pudieran denunciar el estado de los semáforos, el tráfico, el bloqueo de calles, la pavimentación de las mismas, etc. y los turistas pudieran navegarpor esta antigua ciudad industrial. Las limitaciones presupuestarias han llevado al Gobierno municipal a depender, para la financiación del Plan, de los fondos propios, así como transferencias estatales, pero también de su alianza con intereses empresariales mediante los conocidos como Public-Private-Partnerships (PPP), estrategia típica de las políticas de corte neoliberal.

¿Por qué Honduras?

Es precisamente en este marco en el que nace Altia Smart City, promovida por el Grupo Karim’s. Sin embargo, por más que el proyecto cuente en su nombre con el término Smart City, la iniciativa parece tener más que ver con un desarrollo inmobiliario-turístico, el cual aprovecharía las características del país como emplazamiento ideal para aquellas industrias que hacen un uso intensivo de mano de obra barata y con pocos derechos –hoteles, resorts y maquilas–, que con cualquier dinámica que vincule soluciones tecnológicas y gestión urbana. De hecho, parte importante del negocio de Karim’s está relacionado con la industria textil en países como Estados Unidos, México y Pakistán, además de Centroamérica, donde tiene previsto, precisamente en la capital de Nicaragua, Managua, abrir una nueva Altia Smart City.

Un simple vistazo a las redes sociales propias de esta iniciativanos mostraría una oferta continua de oficinas y otros equipamientos para el asentamiento de nuevas empresas, así como los servicios que la misma ofrece. El papel de la UNITEC, por otro lado, es esencial, en la formación de los trabajadores y trabajadoras, los cuales reciben una formación intensiva en inglés, algo que les permitiría trabajar en call centers y otras formas de outsourcing, además de para los diferentes establecimientos hoteleros. Prueba de la vocación internacional de Altia es el hecho de que la web está íntegramente escrita en inglés, sin posibilidad de acceder a ella en otros idiomas, ni siquiera en castellano, y que ofrece, además, información detallada de la distancia y de los aeropuertos de ciudades de Estados Unidos de América (EEUU) como Miami, Houston, Los Ángeles o New York.

Aunque las obras de la Altia Smart City Tegucigalpa comenzaron en 2014, no ha sido hasta recientemente, comienzos de 2019, que se ha inaugurado la primera de las torres de oficinas. Se estima que, durante la ejecución del resto del proyecto, se crearán entre 8 y 10 mil empleos, mientras que, una vez acabado el Parque Empresarial, éste acogerá en torno a 7 mil estudiantes y mantendrá unos 2,5 mil puestos de trabajo estables. Sin embargo, Altia Tegucipalpa no será nunca una Smart City.

En  un publicado por la Revista Portal de la Ciencia, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), los investigadores Fernando Zorto y Yeny Carías (2016) señalaban los elementos necesarios para que la capital hondureña pudiera desempeñarse como Smart City: una aplicación masiva de dispositivos electrónicos y digitales; unos procesos y protocolos que persiguieran transformar la vida de la gente mediante el uso de la información recolectada; un desarrollo de infraestructuras TIC por toda la ciudad y, finalmente, una integración entre tecnologías y comunidad local que permitiera aumentar la innovación, el aprendizaje y el conocimiento. De este modo, y según los mismos autores, en la actualidad Tegucigalpa muestra “un panorama poco alentador para que la capital pueda desarrollar de manera plena una iniciativa de ciudad inteligente” (2016:6).

Estaríamos, más bien, ante un proyecto de corte inmobiliario que aprovecharía la magnífica situación geográfica de Honduras, la vigente facilidad para mover grandes capitales, la posibilidad local para desarrollar políticas neoliberales, los nuevos desarrollos tecnológicos, las conexiones de determinados grupos empresariales, su específico mercado laboral, así como la disponibilidad de tierras a bajo precio para obtener enormes plusvalías. Las Smart Cities hondureñas tendrán que esperar.

 

Referencias bibliográficas
Alawadhi, S., A. Aldama-Nalda, H. Chourabi, J.R. Gil-Garcia, S. Leung, S. Mellouli, T. Nam, T.A. Pardo, H.J. Scholl, S. Walker (2012). Building Understanding of Smart City Initiatives. Lecture Notes in Computer Science, 7443 (2012): 40–53.
Albino, V., U. Berardi y R. M. Dangelico (2015). Smart Cities: Definitions, Dimensions, Performance, and Initiatives. Journal of Urban Technology, Vol. 22, No. 1: 3–21.
Gibbs, D. R. Krueger y G. MacLeod (2013). Grappling with Smart City Politics in an Era of Market Triumphalism. Urban Studies, 50(11): 2151–2157.
Goverment of India (2017). What’s a Smart City? Disponible en http://smartcities.gov.in/content/innerpage/what-is-smart-city.php
Mansilla, J. A. (2015). Urbanismo, privatización y marketing urbano. La Barcelona neoliberal a través de tres ejemplos. Encrucijadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales,  Vol.11, v1102.
Zorto, F. y Y. Carías (2016). Retos importantes para el establecimiento de una ciudad inteligente en Honduras. Portal de la Ciencia, nº10: 3-9.
Jose Mansilla es miembro del Observatorio de Antropologia del Conflicto Urbano (OACU) y colaborador de Alba Sud.