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Actualidad Alba Sud | Turismo Responsable | España

06-08-2015

Pepi García Lupiáñez: “No nos vean como pobrecitas. El paternalismo ni lo queremos ni lo necesitamos”

Ernest Cañada | Alba Sud

Camarera de piso en Torremolinos y dirigente sindical cuenta su experiencia en la lucha por la mejora de las condiciones laborales en el sector de la hostelería en la provincia de Málaga.


Crédito Fotografía: Fotografía de Ernest Cañada / Alba Sud

La historia de Pepi García Lupiáñez está marcada por la lucha sindical y la militancia en la solidaridad internacional, especialmente con el pueblo árabe. Nació en Alucema, Marruecos, pero se crió en Cartagena, Murcia. A los 12 años se trasladó a Málaga y empezó a trabajar desde muy joven, primero en el sector textil desde los 14 años y luego en la hostelería a partir de los 21. Desde muy joven participó en la actividad sindical vinculada a las Comisiones Obreras, por lo que fue despedida en diversas ocasiones. Cuando su nombre como sindicalista era ya conocido en todas las empresas textiles de Málaga, tuvo que buscar trabajo en el sector de la hostelería, como camarera de piso. Después de pasar por varios hoteles, hace 36 años empezó a trabajar en el Hotel Timor Sol, en Torremolinos, perteneciente a la cadena hotelera Sol Meliá. Desde las primeras elecciones sindicales fue elegida como delegada sindical y desde entonces no dejado de serlo, y hace seis años que es la presidenta del comité de empresa. Su sindicalismo entronca con un compromiso militante por la mejora de las condiciones laborales de las trabajadores y trabajadores desde la participación e implicación de todo el mundo. Reivindica como principio sindical no separarse nunca de su clase, de sus compañeros. El suyo es un compromiso de clase.

 

¿Cuándo comenzaste a trabajar como camarera de piso?

Empecé a trabajar como camarera a los 21 años. Yo venía del sector del textil, en el que estaba trabajando desde los 14 años. Me despidieron de todas las empresas en las que estuve porque estaba en la lucha contra Franco. En la primera estuve tres años pero me echaron porque denuncié cosas de salud laboral. De otra empresa también me despidieron porque me detuvieron en una manifestación y me metieron en la cárcel. Entonces se corrió la voz y ya se me cerraron las puertas y se me cortó toda posibilidad de seguir trabajo en el textil en Málaga. 

¿Y fue entonces que entraste en el sector hotelero?

Sí, entonces había una gran esperanza en la hostelería. Era cuando ibas por toda la costa, de hotel en hotel, pidiendo si hacía falta alguien. Y, efectivamente, siempre hacía falta alguien. Así empecé en un hotel que se llamaba El Retiro, en el paseo marítimo de Torremolinos. Me hicieron un contrato de seis meses.

1977-1979: luchas por el convenio

E inmediatamente viviste la conflictividad laboral que se estaba produciendo en esos años en Málaga en torno a la negociación del convenio del sector de la hostelería.

Sí, en 1979, a los cuatro meses de estar ahí hubo una de las huelgas más importantes de la hostería en la provincia de Málaga, que duró 18 días. En Málaga por el convenio han habido dos huelgas muy importantes, una que fue indefinida, en 1977, que la llamamos “la de los pinos”, porque nos reuníamos ahí, y luego en 1979, la huelga de los 18 días,y esa es la que me pilló a mi. De ese hotel yo fui la única que fue a la huelga, porque ahí no había organización sindical, estaba la cosa muy verde.

¿Por qué fueron tan importantes esas dos huelgas?

Por el convenio. Todos los puntos magníficos que tenemos hoy en el convenio de Málaga los conseguimos de esas dos huelgas. Hemos vivido de la renta de esas luchas hasta ahora. Ahí fue donde se creó realmente la organización de Comisiones Obreras en la hostelería.

La defensa de la estabilidad

¿Cómo te afectó que fueras la única de tu hotel en participar en la huelga?

Pues en cuanto terminó la huelga me despidieron. 

¿Qué hiciste entonces?

Buscar trabajo de nuevo. Estuve en unos apartamentos, trabajé también en el Meliá Costa del Sol, y en varios hoteles más. Hasta que llegué a un hotel de la cadena Sol, que está también en el Paseo Marítimo de Torremolinos, que se llama Timor Sol, y ahí me quedé. Y ya llevo 36 años en la empresa.

¿Y ahí empezaste de nuevo con la actividad sindical?

El primer año pasé un poquito desapercibida, nada más que haciendo análisis de la situación. Y al año, en las primeras elecciones sindicales que hicimos, salí elegida delegada sindical. Desde entonces estoy como delegada. 

¿En qué situación estabais entonces las trabajadoras y trabajadores del hotel?

Todos éramos eventuales. Entonces, estando yo como delegada sindical, empezamos a luchar por ser fijos discontinuos, y lo conseguimos para toda la plantilla.

¿Por qué era tan importante esa reivindicación?

Entonces el futuro estaba en los hoteles, era el “boom”. No es como ahora que mientras me sale algo mejor voy a estar en este hotel. Teníamos la idea de hacer nuestra carrera profesional ahí. Entonces con la eventualidad eso no era posible. Aunque hubiese mucho trabajo si no había estabilidad no veíamos futuro. La sensación de sentirse segura en donde estás es fundamental. Es un principio humano, necesitamos tener seguro el pan, la casa, el trabajo… Y las gobernantas y todos los jefes de departamentos jugaban con esa incertidumbre, que ahora te llamo y ven dentro de tres días, y espérame en la casa que te llame para que vengas. Y es que no teníamos vida, porque entonces no existían los móviles y tenías que estar en la casa esperando a que te llamara la gobernanta, porque como te llamara y tú no estuvieras en la casa llamaba a la siguiente en su lista. Eso era desesperante. La verdad es que los móviles a las camareras nos liberó un poco de la esclavitud de tener que estar en la casa esperando.

Esa fue nuestra primera gran lucha. Entonces todos éramos eventuales pero el hotel tenía actividad permanente, no cerraba nunca, trabajábamos de enero a diciembre. Entonces nosotros empezamos a hacer consultas con los abogados de Comisiones y nos dijeron que había una gran posibilidad de conseguir la estabilidad laboral, porque no era una actividad coyuntural. Entonces, con la ley por delante, los delegados logramos que a toda la plantilla la hicieran fija discontinua.

¿Hubo mucho participación por parte de todas las trabajadoras?

Sí, mucho. Cuando los objetivos y las reivindicaciones son muy claras y muy necesarias, y cuando tus intereses coinciden con los de los otras, cuando se da esa coincidencia de objetivos eso te hace tener una fuerza extraordinaria. Hubo mucha participación, mucha lucha, mucha solidaridad de todo el mundo. Y así fue que en toda la hostelería de Málaga se implantó lo de ser fijos discontinuos.

Vivíamos en los hoteles

¿Cómo era el trabajo cotidiano en los hoteles en esos años, entre finales de los 70 y principios de los 80?

Yo los recuerdos que tengo es que fueron momentos muy felices, la verdad. Estábamos en el auge de la hotelería y coincidió que todo el que salía de los estudios se incorporaba. Al ser todos jóvenes la carga de trabajo se hacía un poquito más soportable. Pero además es que no eran tan abusones como ahora. Siempre ha sido un trabajo duro, pero yo recuerdo que no trabajaba tanto.

Y luego se generó un ambiente familiar y generoso entre todos los trabajadores de la hostelería. En cada hotel había sitios para dormir, porque había mucha inmigración interna, y todos los que vivían en los pueblos se venían a la costa a trabajar, y entonces hacían la vida entera en los hoteles. Se comía, se dormía, todo lo hacíamos ahí, y era un ambiente totalmente de familia.

¿Y vuestro trabajo específico como camareras de piso?

Yo no sé por qué, eso habría que estudiarlo, pero a las camareras de piso nos encanta hacer el trabajo que hacemos. Yo creo que antes, por el rol adjudicado a la mujer, nos era muy fácil tener una habitación limpita, y si eso te lo dan como forma para vivir, como salario, te genera el sentimiento que trabajar es fácil. Entonces para nosotras trabajar era fácil.

Y luego es que a mi también me gustaba porque me introdujo al mundo exterior, porque era cuando los españoles no viajábamos fuera vacaciones. Entonces ahí es cuando ya empecé yo a estudiar inglés, francés,… A mi se me abrió un mundo, descubrir formas de vida diferentes, no te olvides que salíamos de la dictadura franquista. Desde entonces me enganché a los que viven fuera de España, sus culturas.

El empeño por ser fija

Pero luego siguieron las luchas. ¿Cuál fue la siguiente que emprendisteis después de conseguir que la plantilla fuera fija discontinua?

Después las cosas fueron ya más difíciles. Entonces vino la lucha por hacernos fijos en la empresa. Nos informamos bien y como el hotel tenía abierto todo el año vimos que teníamos la posibilidad de tener una plantilla de fijos permanente. Asesorados por nuestro abogado, asociado a las Comisiones Obreras, hicimos una asamblea de todos los trabajadores del hotel, a la que acudieron absolutamente todos, y entonces propusimos que hiciéramos una denuncia individual, que luego se convirtió en colectiva, para conseguir la fijeza en el puesto de trabajo.

Todos entregaron la documentación y le llevaron los contratos al abogado. Pero ahí empezaron las dificultades, porque la empresa hizo una campaña muy grande, diciéndole a los trabajadores que no les convenía ser fijos, que era una barbaridad, que ellos les podían asegurar un contrato de 10 meses como fijos discontinuos y que luego podían ir al desempleo los dos meses y que entonces podían ganar más dinero. Y también nos amenazaron y nos dijeron que como eso siguiera adelante iban a cerrar el hotel tres meses. Eso caló y la gente se asustó, y todo el mundo se echó para atrás. Bueno, todos menos un compañero y yo. Nosotros seguimos pleiteando y después de cinco años ganamos el juicio y nos hicieron fijos. Entonces yo soy la única camarera que ha habido fija en el hotel, pero por sentencia judicial. 

El día a día del sindicalismo

Imagino que con ese incremento de la fuerza sindical en el hotel, la empresa reaccionaría de algún modo, para tratar de reducir vuestra influencia.

Claro, te cuento un episodio. En una de esas despidieron a una trabajadora, que era familiar mía, y como no querían que el ambiente se acabara de intoxicar y salieran sindicalistas a punta pala, entonces decidieron quitársela de en medio. Entonces todo el comité de empresa y la despedida hicimos una huelga de hambre. Estuvimos 13 días en huelga de hambre en la puerta del hotel con una tienda de campaña. 

Aquí en Málaga esa huelga de hambre por un despido fue una lucha muy importante. Los compañeros salían del trabajo y estaban con nosotros en la puerta. Y todos hoteles de la costa nos hacían visitas continuamente. Hubo mucha solidaridad y al final se lió un buen follón y se consiguió la readmisión de la compañera.

¿Cómo enfrentasteis las presiones constante por incrementar vuestra carga de trabajo?

Aquí la lucha principal ha sido contra la explotación, que es la lucha del día a día. Las gobernantas presionan para que no vayas hasta haber terminado el trabajo, pero nosotras, que en el departamento de pisos hemos estado muy unidas, no lo aceptamos nunca. Era un hecho evidente que tú a las 4 de la tarde te ibas, aunque te quedara algo por hacer. Es más, todas teníamos que ir a ver a la gobernanta para decirle si había un cliente sin hacer, si a alguno le falta no sé qué, o si quedaba alguna habitación de salida. Pero a las 4 se terminaba y ahí no había nada más ya.  

¿Y lo que quedaba por hacer?

Eso lo hacía la que quedaba de guardia. Que a la vez, como dejábamos muchas cosas por hacer, eso ha hecho que las de guardia no sean solo una o dos, sino incluso tres, porque había que hacer todo lo que dejábamos las camareras más luego las tareas específicas de las guardias.

¿Alguna otra lucha relevante?

Hubo una lucha muy bonita sobre la igualdad salarial. Un día, hace ya nueve o diez años, estábamos muy cansadas, sudando, con una gran presión, y dijimos que esto no podía seguir así, que estábamos cobrando una mierda. Entonces recogí hicimos una asamblea y les demostré que los hombres estaban cobrando más que nosotras, absolutamente todos, incluso los tres hombres que estaban de valets en nuestro mismo departamento. Con el rollo de que limpiaban las botellas y las seleccionaban les daban un plus. Y eso se lo demostramos a la empresa con los TC2. Al final conseguimos para las camareras de pisos100 euros más todos los meses, que ahora está ya en 130 euros, durante cinco meses al año, que eran los meses de más actividad.

¿Y lograron ampliarlo al resto de departamentos?

Ahí la empresa se cerró, cedió con esos 100 euros pero luego ya no estaba dispuesta a alterar el salario fuera de convenio.

¿Pudisteis incidir en la creación de nuevos puestos de trabajo?

No había ninguna sola reunión con la empresa en la que no se hablara del empleo, para que entrara gente en recepción, en cocina, en bares,… pero en esa lucha no tuvimos grandes éxitos. La empresa siempre ha defendido la potestad de organizar cómo ellos querían el empleo en el hotel. Entonces el empleo lo hemos conseguido más por la resistencia que hemos mantenido todos tanto a ser explotados como a mantener nuestros derechos y esto les ha obligado a crear nuevos puestos de trabajo. Ha sido de una manera indirecta. Eso ha sido lo ha hecho que al final haya más empleo. Pero cuando le hablas a la empresa y le dices que tiene que contratar a más porque no podemos ya, ahí hay una resistencia total, se sienten como que los estamos controlando.

Una historia de lucha sindical

Vuestro hotel muy conocido por toda su trayectoria de lucha sindical.

El Timor Sol es conocido en toda la costa. En este hotel hemos hecho un montón de luchas y nos hemos ganado el prestigio entre nuestros compañeros. Somos un referente por toda la solidaridad y la complicidad que hemos tenido entre toda la plantilla, porque solos el comité no habríamos podido haber hecho nada. Y de aquí han salido grandes dirigente sindicales como Manolo García Morales, que fue el presidente del comité de empresa durante muchos años y  fue también el secretario general de hostelería de Andalucía.

Y de este proceso disteis el salto también a la dirección sindical a nivel estatal, ¿cómo fue esa experiencia?

Manolo y yo fuimos elegidos en el Congreso para estar en la Ejecutiva Federal de Hostelería y Comercio de Comisiones, cuando era FECOTH, y entonces nos tuvimos que ir vivir a Madrid cuatro años. Yo llevaba el tema de medio ambiente y él el tema de empleo. Y durante esos cuatro años estuve de lunes a viernes en Madrid y entonces me venía corriendo para Málaga para trabajar el sábado y el domingo como camarera en el hotel. 

¿Pero eso no es una práctica muy habitual?

No, pero yo lo tenía claro, no quería desvincularme de mis compañeros. Y además es que a mi me gustaba venir.

¿Y al terminar esos cuatro años?

Pues yo vuelvo normal y me reincorporo a mi puesto de trabajo.

Un proceso asambleario

A parte de la acción sindical en vuestro hotel, otra de las luchas importantes a lo largo de todos estos años ha sido el convenio provincial en la hostelería. ¿Cómo ha sido esta experiencia y qué resultados ha tenido?

Sí, tenemos uno de los mejores convenios. Además hemos practicado una cosa que ha ilusionado a todos los trabajadores. Cada vez abrimos un proceso de asambleas por todos los hoteles para hacer la lista de reivindicaciones. También hacemos asambleas generales, y nos ponemos a tope, porque como hay muchos hoteles en los que no hay delegados que realmente puedan llevar una asamblea para adelante, entonces unos ayudamos a los otros. Entonces hay una gran movilización de delegados, no solo en sus hoteles, sino que vamos visitando hoteles. Primero para activar el convenio y luego, ante cualquier circunstancia, volvíamos a abrir otro proceso de asambleas. Y al final, para decidir si se firma o no se firma, siempre con la aprobación de la mayoría de todas las asambleas de los trabajadores. Entonces la participación es fundamental en estos convenios. Todo el proceso negociador ha sido llevado por procesos asamblearios en todos los hoteles. Creo yo que esa ha sido la clave de la importancia de esos convenios.

En Málaga ha habido un gran poder organizativo de los sindicatos, y hemos contado con grandes dirigentes sindicales como Pepe García Quintana del Hotel Las Palomas o Manolo García Morales del Hotel Timor Sol, ambos trabajadores en los servicios técnico, y también Gonzalo Fuentes, camarero en el Hotel AC en Málaga o Lola Villalba, lencera en el Hotel Siroco de Benalmadena. Todos ellos han sido grandes dirigentes sindicales.

Se expande la externacionalización

¿Cómo estás viendo los cambios que se están produciendo estos últimos años en el sector hotelero y qué piensas que debería hacerse desde el mundo sindical?

Creo sinceramente que todo esto nos está pillando en un momento de debilidad de los poderes sindicales. Además hay mucho miedo entre los trabajadores y están dispuestos a todo, porque la competencia de los que están detrás también es muy grande, que hay gente que está dispuesta a trabajar por lo que sea. Y eso nos debilita. El futuro lo veo bastante incierto porque estamos perdiendo muchos derechos, mucha fuerza, y mucha credibilidad también. Entonces no lo veo fácil. 

Los trabajadores están cansados de esta situación y quieren ver cómo el sindicato sí se implica con sus problemas, quieren apartarse del sindicalismo ése, del burócrata, el vividor, el que se lleva los dineros, el que engaña,…, y aunque reconozco que ha habido miles de errores y malas prácticas, esa es la imagen que el capital ha querido adjudicarnos, pero los trabajadores reivindican el sindicalista ése que va a la empresa a verte, a preguntarte, a resolverte problemas, ese sí están locos por tenerlo, por recuperarlo.

Uno de los cambios más lesivos para el conjunto de las trabajadoras y los trabajadores en muchos hoteles es la extensión de la externacionalización. ¿Cómo lo estás viendo? ¿A qué crees que obedece este tipo de propuestas?

Hay un interés de los empresarios por las externacionalizaciones que no lo dudo que sea económico, pero por encima de eso está la voluntad de desmantelar a los trabajadores como clase, como organización, como relación de solidaridad.

Precisamente en el convenio de Málaga nosotros tenemos establecido que ningún trabajador en un hotel puede ganar menos que otro, por lo que las empresas externalizadoras, o subcontratas, tienen que hacerse cargo del salario establecido en el convenio. Entonces yo me preguntaba que si están obligados pagarles lo mismo, por qué les siguen interesando la externacionalización. Pues precisamente por lo que te decía antes, porque ahí se desvincula una parte de los trabajadores del resto de su clase, y el empresario si no saca la rentabilidad en el salario lo va a sacar en la explotación, en el horario, en lo que el trabajador hace, pero saca la rentabilidad de otra manera.

La gran rentabilidad que le da la externacionalización es que desmorona a la clase, a la familia de los trabajadores y trabajadoras de un hotel. Por encima del salario está el aislamiento de las trabajadoras de un departamento como el de pisos que claramente estaban dando la talla. Bien por sus condiciones de trabajo, porque es el grupo más numeroso o por lo que fuera, pero las camareras de pisos estaban adquiriendo fuerza y en todos los comités de empresa ya estaban presentes, cuando antes no había ni una en los comités de empresa.

No nos vean como víctimas

En un grupo de discusión con otras camareras de pisos que tuvimos en Málaga recuerdo que planteaste algo que creo que es muy importante, dijiste: “Que no nos vean como víctimas”. ¿Qué es lo querías decir con esto y por qué lo planteaste?

Este es un tema que me trae problemas. No es fácil entender lo que yo quiero decir con eso. Hasta ahora ha existido un sentimiento paternalista con las camareras de pisos, y yo lo agradezco porque eso en definitiva es comprensión y cariño. Pero eso no puede seguir así: nosotras el paternalismo ni lo queremos ni lo necesitamos. Que nos quiera todo el mundo y con eso es suficiente. El paternalismo impide que seamos nosotras las que iniciemos la lucha, e impide muchas cosas.

Luego hay otra cosa que nosotras mismas practicamos que es que vamos siempre diciendo que las camareras somos las que más trabajamos, las que estamos más discriminadas, es que somos las que más esto y las que más que lo otro, y esto que puede ser verdad, no lo voy a negar, hace que entremos en conflicto con nuestros propios compañeros, que también trabajan muchísimo y también se sienten explotados y mal pagados y en condiciones también muy chungas. A mi no me gusta ir de víctima, no quiero compararme con nadie, ni quiero que nadie me diga “pobrecitas”, no se trata que yo más que tú. Somos un producto más de la explotación y de la avaricia del capitalismo, pero no somos las únicas víctimas ni las últimas explotadas. Simplemente que como somos camareras nos vamos a defender como camareras.