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Artículo de Opinión | Territorio y recursos naturales

03-02-2014

Fracking, competitividad empresarial y puestos de trabajo

Llorenç Planagumà | Alba Sud / CST

El reciente apoyo al fracking por parte de las secciones sindicales de la petroquímica de UGT y CCOO reabre el debate sobre el papel del sindicalismo ante industrias extractivas que conllevan un enorme riesgo social y ambiental.


Crédito Fotografía: Fracking Site in Warren Center, PA., by Ostroff Law (Wikipedia Commons).

Uno de los debates más actuales sobre la explotación de hidrocarburos no convencionales por fractura hidráulica (fracking) hace referencia a la relación entre el agotamiento de los hidrocarburos convencionales y la pérdida de competitividad empresarial si no se apuesta por esta técnica. Este es el debate actual en Cataluña y Europa. Un debate interesado en el que se obvian los costos ambientales y socialespara centrarse exclusivamente en los beneficios económicos y por tanto laborales.

La precariedad actual en el mundo del trabajo facilita que las clases dirigentes puedan manipular a la población con el argumento de la necesidad de mantener el crecimiento económico a cualquier precio. Hay casos como el de Polonia donde la mayoría de la sociedad, gracias a la acción de una fuerte alianza entre oligarquía energética y gobierno, vea ya ampliamente con buenos ojos al fracking. En Cataluña hasta ahora es diferente, un fuerte movimiento social provocó que se detuvieran los permisos y se descartara esta técnicacomo alternativa energética.

Ganado el "combate" de los efectos negativos que puede conllevar el fracking para el medio ambiente y la comunidad que vive en el territorio más cercano a este tipo de explotación, ahora sus partidarios vuelven a la carga con un nuevo argumentario. De este modo se plantea que es necesario estudiar para poder decidir si se explota o no, porque lo que estaría en juego es la posibilidad de ganar competitividad empresarial, tal y como habrían hecho los Estados Unidos, donde la prensa no se cansa de repetir que de este modo han logrado la soberanía energética. Bajo el "mantra" de la competitividad, este posicionamiento abandona la muy sensata política de prevención ante una industria extractiva que puede llegar a ser muy agresiva.

Este argumento defendido por empresas y algunos científicos "desarrollistas" es ahora también defendido por las secciones sindicales de las petroquímicas, tanto de la Unión General de Trabajadores (UGT) como de Comisiones Obreras (CCOO) en el documento Explorar para decidir. Su posicionamiento se basa en la lógica equivocada que lo primero es la defensa de los puestos de trabajo, y por tanto asumen la preocupación por la pérdida de competitividad empresarial. Este argumento se debe dejar para la patronal y los que defienden el sistema económico basado en este capitalismo extractivista. Pero los sindicatos han de empezar a trabajar conjuntamente con los movimientos sociales y organizaciones políticas que priorizan al trabajador y el medio ambiente por encima del capital, por una economía que respete los derechos de los trabajadores pero también los derechos del medio ambiente y la ciudadanía.

Mirando a largo plazo la mejor manera de garantizar los puestos de trabajo es que estos no desarrollen productos que provocan el agotamiento de los recursos geológicos y ecológicos que hay en el planeta. Un ejemplo es el de la energía. Actualmente nuestro sistema socioeconómico necesita demasiada energía para funcionar y no colapsar, y ésta es obtenida de fuentes no renovables, como el fracking, que provocan graves impactos ambientales. Es necesaria una profunda transformación del sistema energético para poder garantizar una mayor eficiencia y que provenga de fuentes renovables y limpias. La opción del sindicalismo debería ser trabajar conjuntamente con partidos y movimientos, como la recién creada Xarxa per la Sobirania Energètica, para avanzar hacia una transición energética basada en energías renovables y en manos de empresas públicas y/o cooperativas.

Esta defensa de una transformación y control de la energía desde la ciudadanía y el sector público no es nuevo, ya se dio en parte en el Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial, provocando una mejora de las condiciones laborales de trabajadores. Ésta se pudo hacer gracias a la alianza entre el sindicalismo y el Partido Laborista que los representaba en ese momento. Por tanto no es imposible o una utopía.

En Cataluña, y el conjunto de Europa, se podrían generar miles de puestos de trabajo mediante la creación e instalación de fuentes de energía renovable (eólica, solar, geotérmica, biomasa...), y que también tendría efectos multiplicadores en otras actividades, como el mantenimiento y rehabilitación de edificios, por ejemplo. Una apuesta seria por el control energético podría dar lugar a una economía alternativa basada en una mayor participación de los trabajadores/as en las decisiones y el respeto al medio ambiente. Todo esto se podría realizar con eficiencia energética, terminando con la dependencia del petróleo y el gas y con un control democrático de la energía. Por eso pido una reflexión profunda de cuál es el objetivo del sindicalismo. ¿La defensa de los puestos de trabajo por encima de todo y de todos o la apuesta por una sociedad más justa que genere empleos dignos para la ciudadanía y el medio ambiente?