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14-05-2013

Raül Valls: "Es necesario superar las contradicciones de la época del pacto social y el consumo de masas"

Ernest Cañada | Alba Sud

Entrevista al nuevo miembro de Alba Sud, integrante también del Centre per a la Sostenibilitat Territorial y sindicalista destacado, que estrena nuevo blog, Interrupción revolucionaria.


Crédito Fotografía: Raül Valls

En tu trayectoria política viviste una experiencia especialmente intensa en la lucha contra el túnel de Bracons, en la Garrotxa (Cataluña), entre 1994 y 2004, ¿nos podrías explicar qué pasó y qué supuso para ti?

Bracons es sin duda un hito histórico, tanto a nivel global como personal. En Cataluña había pocas experiencias de crítica y oposición a carreteras. Por lo tanto la gente de “Salvem les Valls” fueron bastante pioneros en algo que hoy se empezamos a ver como normal. En ese momento una carretera era poco más que un regalo y que los vecinos de la Vall d'en Bas manifestaran su opinión contraria fue un gran impacto. También había un factor de clase innegable. Los opositores eran gente de las capas populares, trabajadores, campesinos, pequeños empresarios, en cambio los impulsores del proyecto eran la clase empresarial de la comarca, la casta política en el poder y los notables locales. En una comarca acostumbrada al autoritarismo y donde la protesta estaba estigmatizada fue un auténtico escándalo. Ganarse la autoridad que el movimiento fue alcanzando, no fue nada fácil. A nivel personal y colectivo la lucha contra el túnel fue una escuela impresionante. Aprendimos mucho a todos los niveles, sobre todo en lo que respecta al aprendizaje social ya que la lucha duró 10 años y esto supuso que el conflicto pasó por muchas fases diferentes. También sobre cuestiones científicas y técnicas incorporé muchos conocimientos que nunca había sospechado que tendría. Aunque al final no consiguiéramos detener la carretera a nivel personal fue una experiencia única.

Después del movimiento "Salvem les Valls", unas cuantas personas y colectivos significásteis en aquella lucha pusi en marcha el Centro para la Sostenibilidad Territorial. ¿Cuál es su propuesta y actualmente qué temas concretos se están priorizando?

Terminada la lucha y con la derrota del movimiento empezamos a pensar que toda esa energía y bagaje acumulado no se podía perder. Algunos intelectuales del ámbito universitario, como Quim Sempere, Àlex Casademunt o el mismo Oriol Nel.lo, impulsaron trabajos de reflexión sobre los hechos y las consecuencias de la lucha. Esto nos llevó a pensar que había un espacio que recogiera la experiencia de la lucha y la convirtiera en conocimientos y argumentos que fueran un alimento para el resto de movimientos y por las nuevas luchas que tarde o temprano llegarían. El CST ha querido ser, con toda la humildad, un think tank de la nueva cultura del territorio. En este sentido el conflicto en torno al fracking nos ha demostrado la utilidad de la propuesta. Los movimientos necesitan contar con apoyos que vengan de su propio "bando" o como decía E. P.Thomson refiriéndose a la clase obrera, necesita "instituciones propias" que generen sus propias propuestas culturales y científicas. En este sentido queremos priorizar estos elementos de apoyo y fortalecimiento de los movimientos en defensa del territorio. Nutrirlos de conocimientos, redes de apoyo y legitimidad, elementos prácticos para comunicarse mejor, etc.

Habláis de Nueva Cultura del Territorio, ¿de dónde surge este concepto y cuál es su propuesta?

El concepto surge a finales de los 90 en torno a una lucha de nuevo tipo. Ya no son solo los ecologistas que impugnan el modelo de desarrollo y que se movilizan para detener procesos de destrucción ambiental, surge una ciudadanía, que sin llamarse propiamente ecologista hace sus reivindicaciones del movimiento ambientalista y las vincula con su propia e inmediata realidad territorial. Esto en un primer momento es incomprendido y algunas posiciones ciertamente reactivas facilitan las críticas (Nimby, o la versión catalana "Cultura del No"), pero la evolución de los movimientos demuestran que las cosas no son tan simples. Los movimientos no se conforman en expresar su oposición a los proyectos que suponen una agresión sobre el territorio, la vida cotidiana o el paisaje, sino que también buscan argumentos alternativos y soluciones pragmáticas que eviten los proyectos y sus consecuencias. En la defensa de mi entorno inmediato se suma una comprensión más global de los motivos de lo que se percibe como una agresión y se buscan argumentos que los impugnen y alternativas viables. Si en un primer momento los vecinos de la Vall d'en Bas se referían a Bracons como una "destrucción del valle" o de los efectos "barrera" de las carreteras, finalmente también hablaban de nuevos modelos de movilidad y de un nuevo modelo de desarrollo. Estas luchas también ponen en crisis el modelo de democracia vigente. Ya no es una casta política elegida cada cuatro años que toma decisiones mientras come con empresarios relevantes y se deja asesorar por expertos dóciles y muchas veces corporativistas, sino que la ciudadanía quiere opinar e incluso decidir sobre las transformaciones de su entorno inmediato. Ya no son unos pocos los que deciden de manera delegada que es bueno para todos, sino que hay una ciudadanía más sabia que quiere participar en las decisiones sobre las cosas que le afectan más allá de las elecciones políticas.

¿Qué implicaciones tiene esta idea de la Nueva Cultura del Territorio en la confluencia con las diferentes tradiciones políticas de corte emancipatorio?

La izquierda transformadora vinculada al movimiento obrero ha tenido algunas dificultades para acercarse a los temas ambientales y ecológicos en general. Confluir en una lucha es la manera más eficaz de romper tabúes y establecer puentes de diálogo. Que los temas ecológicos se incorporen a la tradición de izquierdas obrerista no es fácil, hace falta un discurso potente que sea capaz de superar las contradicciones que ha supuesto la época del pacto social y del consumo de masas, y una práctica concreta de lucha que visualice la necesidad de hacer suyos estos nuevos valores. A veces he pensado que desde las organizaciones políticas de izquierdas ha habido un reflejo poco meditado de apoyo a los movimientos en defensa del territorio porque se oponían a los proyectos urbanizadores de la derecha en el poder, y pese a que el discurso que podía justificar la alianza existía, creo que muchos militantes no lo habían incorporado realmente. El problema es que tenemos que hacer ver a la izquierda de tradición obrera que no es posible preservar el territorio, sus valores naturales y sus recursos y al mismo tiempo mantener los niveles de consumo de las últimas décadas. No es compatible desear vivir en una urbanización dispersa en medio de la montaña, que dependen del coche para todo, con unos servicios públicos consecuentemente desproporcionados y energéticamente muchos costosos y luego movilizarte o simplemente opinar a favor de la preservación de espacios naturales o la continuidad de usos agrícolas de las tierras. El problema es que hay quien puede acabar justificando su "ecologismo" con deseos individuales de este tipo ("como amo tanto la naturaleza y quiero vivir cerca"). En este sentido no se trata solo de predicar una vida espartana sino de poner en valor modelos de vida cotidiana más austeros y contenidos y que pongan el acento en el cultivo de la sociabilidad humana y no en el consumo desaforado de productos y consecuentemente de territorio. De todas formas soy optimista y tengo la sensación de que hay sectores obreros que están incorporando el discurso y que se plantean seriamente las contradicciones que estoy mencionando. Ahora se trata de que esta posición vaya calando en el resto y esto sólo será posible desde la movilización.

Tus preocupaciones políticas expresan claramente la necesidad de una confluencia efectiva entre las tradiciones que se reclaman del socialismo y el comunismo con el pensamiento ecologista. ¿Sobre qué bases fundamentas esta apuesta?

Sobre una base para mí indiscutible: la urgencia ambiental no es ninguna broma y corremos el riesgo de provocar impactos ecológicos que a largo plazo se vuelvan contra la Humanidad. Al mismo tiempo la transformación hacia una sociedad ecológicamente reestructurada sólo será posible a partir de un proyecto colectivista e igualitario, por tanto comunista. Si partimos de la constatación de que los recursos son finitos y que los ecosistemas no admiten presiones indefinidas estamos abocados a una vida más austera y contenida. Esto no será deseable, y pienso que tampoco posible, con un modelo de sociedad basado en el beneficio privado y la acumulación, por lo tanto necesitamos formas de vida basadas en el cooperativismo, la proximidad y la solidaridad. Estos han sido los valores del movimiento obrero y de sus tradiciones de emancipación social. Aún así debemos reconocer que las tradiciones socialistas también prometían un futuro de abundancia ilimitado y que a pesar de las intuiciones del último Marx y de algunas tradiciones marxistas heterodoxas que muy temprano comenzaron a revisar la idea de progreso y la relación del ser humano con la naturaleza (Escuela de Frankfurt, Ernst Bloch, Wolfgam Harich, etc.) no fue el pensamiento mayoritario de la izquierda. Posteriormente los años de la concertación social y el consumo de masas convencieron a los trabajadores occidentales y sus sindicatos que era posible este acceso a una vida de consumo y placer fácil y que el capitalismo del pacto social y el estado del bienestar eran una alternativa a revolución ya la sociedad socialista. Todo ello pesa mucho y ahora tenemos que rehacer el camino para poder transitar hacia esta sociedad en paz con el planeta. Pero esto nos hace falta un colectivismo que se haga consciente de los límites del planeta y busque formas de vida más austeras.

¿Cuáles son los temas a los que quisieras dar seguimiento en este blog?

Me gustaría conectar los hechos concretos y los ejemplos prácticos con esta idea de colectivismo austero y contenido. Los temas territoriales y ecológicos no deben ser vistos como cuestiones propias sólo de expertos y científicos, sino como problemas que afectan y afectarán nuestra vida. Cabe socializar el conocimiento y eso sólo lo conseguiremos si la ciudadanía ve que estos conflictos tienen consecuencias para la vida cotidiana tanto ahora como en el futuro. Al mismo tiempo me gustaría poner en valor nuevas propuestas de vida no consumistas y basadas en la sociabilidad. No podemos ser sólo "portadores de malas noticias" como a veces se ha dicho, debemos defender como dice nuestro querido Quim Sempere que es posible "mejor con menos".

¿Por qué "Interrupción revolucionaria", de donde sale este concepto con el que titulas tu blog?

Interrupción revolucionaria es una idea que debo a Walter Benjamin. Benjamin revisa el concepto marxista de revolución. Para él ésta no es un salto adelante fruto de la acumulación de fuerzas progresistas como se podría deducir de cierto marxismo vulgar. La revolución para Benjamin es una repentina parada ante la certeza de una catástrofe que se aproxima. No es casual pues que las revoluciones y los revolucionarios se inspiren muchas veces en la historia pasada. Hoy ser revolucionario es querer conservar el planeta ante el supuesto "progreso" del capitalismo del crecimiento depredador. Esta es la auténtica dialéctica del Marx de los últimos años, del Marx que asustado ante la derrota moral y destructiva del capitalismo busca vías alternativas para construir el socialismo. Es en este sentido que propongo la revolución socialista como una interrupción histórica de un proceso abocado al desastre y la barbarie.