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Artículo de Opinión | Turismo Responsable | España

18-01-2021

¿Hacia un turismo generador de más desigualdades?

Rafael Borràs | Alba Sud

Los indicios de una gran recesión salarial en la hostelería –y en el turismo en general– se van haciendo realidad, a la vez que se produce un alza bursátil internacional, que presagia un fuerte aumento de las desigualdades.


Crédito Fotografía: Rafael Borràs.

Zygmunt Bauman, en su libro ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, nos dejó escrito que “… un incremento en la riqueza total [la que mide el PIB] va de la mano de una profundización en la desigualdad social, pues la brecha, ya imposible de cruzar, entre la seguridad existencial y el bienestar general, entre la cúspide y la base de la pirámide social, se está ampliando todavía más”. Me aventuro a pensar que, si pudiéramos continuar disfrutando de sus enseñanzas, el gran maestro Bauman quizás nos advertiría de que un descenso de esta riqueza total –un descenso del PIB de una magnitud inimaginable antes de la crisis de la pandemia de la covid-19– también va de la mano de una mayor y más intensa desigualdad social. Con toda seguridad, una –y muy importante– de las consecuencias socioeconómicas de la pandemia coronavírica será un crecimiento de la brecha entre la cúspide y la base de la pirámide social.

Todo indica que de la pandemia sanitaria se derivará –se está derivando ya– una pandemia de desigualdad. De ambas pandemias no podemos alegar falta de conocimiento previo. La sanitaria tiene mucho que ver con la multidimensional crisis ecológica, especialmente con la pérdida de biodiversidad sobradamente advertida por la comunidad científica. La de la desigualdad estaba en marcha, como iban informando toda clase de organismos y ONGs, desde el FMI, a Oxfam-Intermón que, en uno de sus últimos informes, afirma que “los milmillonarios del mundo poseen más riqueza que 4.600 millones de personas”.

Cabe decir que el salario continúa siendo el principal distribuidor primario de la riqueza generada (después vienen las políticas fiscales recaudatorias y redistributivas). Por lo tanto, las políticas salariales son importantísimas en la conformación de las grandes desigualdades. En este sentido, no es de extrañar que un twitt de hace unas semanas tuviera un impacto considerable. Decía así: “Salario Mercadona: -Caja: 1.197 €/mes, -Reposición: 1.121 €/mes, -Presidente: 5 millones €/año. Salario Inditex: -Intermedio: 1.749 €/mes, -Trabajador: 1.270 €/mes, -Presidente: 10,69 millones €/año. ¿Cómo se llama la película? Con el sudor de los de abajo”. Aparte del valor pedagógico de los datos, el mensaje tiene, sin duda, un simbolismo especial al hacer referencia a dos grandes empresas españolas (la primera de supermercados de productos de alimentación, de higiene personal, y del hogar; y la segunda una multinacional de fabricación y distribución textil) cuyos presidentes ocupan el podio de los más ricos de España.

Estos escandalosos datos no son anecdóticos. Todo lo contrario, son ejemplos de una tendencia global según la cual, volviendo a los informes de Oxfam-Intermón, desde la última crisis de 2008, la riqueza de las élites económicas creció seis veces más rápido que el salario de los trabajadores y trabajadoras. Una tendencia que, como es obvio, se ha dado y se da en el sector turístico.

Anotemos, de entrada, que el llamado sector turístico incluye una gran heterogeneidad de actividades (desde, por ejemplo, la tienda familiar de souvenirs o un puesto de “todo manta” en los espacios turísticos, hasta las grandísimas multinacionales de la hostelería, el alquiler turístico, o la restauración, o, las infraestructuras de transporte, y la potentísima industria de la aviación, de los cruceros…). Por lo tanto, existe una considerable heterogeneidad de “realidades sectoriales” que, a su vez, replican sus correspondientes “realidades empresariales y laborales”, desde la empresa que todavía conserva ciertos rasgos fordistas, a la totalmente externalizada; de la micro o macro empresa familiar, a la empresa participada; de la muy minoritaria presencia de empresas de economía social y solidaria, a empresas sustentadas en Flujos Financieros Ilícitos o en el capitalismo lumpen.

En cualquier caso, un subsector que, sin duda, es extraordinariamente representativo de este heterogéneo sector turístico es el de la hostelería. Dicho en otras palabras, lo que pasa en los hoteles es representativo de lo que pasa en el turismo en su conjunto, y en la totalidad de la cadena de valor de la hostelería. Es, por lo tanto, necesario intentar hacer una aproximación a lo que hoy podemos intuir que, en términos de desigualdad, sucederá en el inmediato futuro en la hostelería postpandemia en España.

Aumento de la desigualdad por una gran recesión salarial

Sin riesgo a equivocarse, el twitt antes mencionado podría haber sido el siguiente: “Salario 2019 Meliá Hotels: Camarera de pisos sujeta a convenio colectivo, con jornada completa y trabajando todo el año: En torno a una media de 18.000 €/año. Consejero delegado (CEO): 2,7 millones” [1]. Esta comparativa de antes de la pandemia ejemplifica la tendencia a la gran desigualdad turística en la distribución de la riqueza generada. Una tendencia que es casi seguro tendrá un subidón considerable.

¿Por qué? Pues porque la amenaza de una gran devaluación salarial es parte esencial de la intensificación de la precariedad postpandémica del trabajo turístico (ver aquí y aquí). Esto es al menos lo que se desprende de la información sobre la negociación colectiva en hostelería [2].

Veamos algunos convenios colectivos que, por el número de personas afectadas, son muy significativos:

  • Islas Baleares: El convenio se firmó el 2017 con vigencia hasta el año 2021, y con una subida salarial para cada año de un 4,5%. El 2020 se pactó la no aplicación del incremento salarial, y se amplió un año más la vigencia del convenio, es decir, se ha prorrogado su vigencia hasta el 2022, con la misma subida pactada para el 2020. Sin embargo, no está del todo asegurado que en 2021 se recupere el incremento salarial pactado.
  • Islas Canarias: En Tenerife el salario del convenio sectorial tendría que haber crecido en 2020 un 1,7%. Sin embargo, la patronal se negó a aplicarlo, y está pendiente de decisión judicial. En Las Palmas el convenio colectivo finalizó su vigencia el 31 de diciembre de 2019. Al llegar la pandemia la patronal se negó a negociar, y así sigue.
  • Catalunya: Las patronales se negaron a negociar alegando los efectos de la pandemia, y, antes de que el convenio decayera, puesto que no tienen recogida la cláusula de ultractividad indefinida que sí está recogida en la mayoría de los convenios sectoriales, se pactó la congelación salarial para los años 2020 y 2021 [3]
  • Alicante: Acordada la congelación salarial para 2021.
  • Málaga: En el 2020 se aplicó el 1 de enero (cuando nadie imaginaba una pandemia como la que hemos conocido) un incremento del 3%, que es el que estaba pactado. Para 2021 y 2022 estaba pactado que se incrementaran los salarios en un 2% para cada año. Sin embargo, por los efectos de la pandemia, se ha pactado su congelación para el 2021, y un incremento salarial equivalente al IPC real para el 2022. El acuerdo incorpora la prórroga del convenio para los años 2023 y 2024, con una subida del IPC más el 2%.
  • Madrid: El convenio tuvo una subida salarial del 2% para el 2020, que se aplicó puesto que entró en vigor a primero de año, es decir, antes de la declaración de la pandemia). En este complicadísimo 2021 tiene que negociarse un nuevo convenio.

En mi opinión, este pavoroso panorama de negociación de convenios colectivos -y los indicios de recesión salarial que lleva implícito- es consecuencia de la combinación de tres factores:

a) La crisis sociolaboral a consecuencia de la crisis sanitaria afecta de manera extraordinaria al sector turístico en su conjunto, y, obviamente, al de hostelería. La pandemia ha tenido tal impacto que ha hecho inimaginable cualquier movilización de resistencia a la contención salarial. Cómo hemos sostenido en varios foros y textos Ernest Cañada y yo mismo, se ha vivido –y se continúa viviendo– en un estado de lo que Naomi Klein denominó “doctrina del shock”. Por lo tanto, añado yo, los efectos disciplinarios del factor trabajo (Karl Marx) han sido, y seguramente seguirán siendo, muy evidentes.

b) Este estado de shock y efecto disciplinario se ha visto reforzado por las normas legales antisindicales y proempresa, especialmente las relativas a negociación colectiva, contenidas en la Reforma Laboral de 2012. Desgraciadamente, su derogación no ha sido una de las prioridades para armar un auténtico “escudo social”, y “no dejar a nadie atrás” en esta brutal crisis sociolaboral [4]

c) Una práctica sindical –en la que la precariedad estructural tiene mucho que ver– de años de ausencia de conflicto social sectorial. Hay generaciones de trabajadores y trabajadoras de hostelería que llegan a su jubilación con un lejano recuerdo de la última huelga en la negociación de su convenio colectivo al tiempo que para las nuevas generaciones conflictivitzar la fijación de sus condiciones salariales y laborales no figura en sus aprendizajes laborales y vitales.

El caso es que parece imponerse el marco mental neoliberal, según el cual, para crear ocupación, se tiene que reducir el coste laboral. Esto ha sido siempre una falsedad. Y lo continúa siendo en el actual contexto de catástrofe ocupacional en el turismo. Procede recordar una obviedad: “Ningún empleador quiere su trabajo [el de la persona ocupada] en sí”. El economista Yanis Varoufakis en Economía sin corbata remata la reflexión así: “¿... por qué el trabajo se diferencia radicalmente de las casas, de los coches, y de los tomates? Porque el precio del trabajo (el sueldo) puede ser que baje, y esto, a su vez, reduzca (en vez de aumentar) la demanda de trabajo”. Dicho en otras palabras, es una imbecilidad sostener que el mal llamado “mercado de trabajo” tiene dinámicas iguales o similares a los mercados de mercancías.

Y, sin embargo, se persiste en las estrategias de minoración de los costes laborales como medida de generación de empleo. El ejemplo más reciente es la aplaudida por los “agentes sociales” prolongación hasta octubre de 2021 de las reducciones de cotizaciones empresariales a la Seguridad Social de las personas que trabajan en la modalidad contractual de fijas discontinuas ¿Alguien se cree que con una medida como esta habrá más ocupación turística que la estrictamente necesaria para atender la demanda turística existente en cada momento? Más bien se trata persistir en la práctica de “subvenir al capital turístico”.

Mientras tanto, los indicios de gran recesión salarial en la hostelería –y en el turismo en general– se van haciendo realidad y presagian un fuerte aumento de las desigualdades. Nada más divisarse cierta posibilidad de reactivación de la actividad turística –lo que algunos han denominado coronaoptimismo asociado al inicio de la vacunación–, las acciones bursátiles de las empresas hoteleras se han disparado. El optimismo del capital hotelero y turístico se disimula, especialmente en los ámbitos estatales y locales, en la medida que se puede, pero hay evidencias de que la gran recesión salarial va acompañada de un alza bursátil internacional [5].

Estamos pues ante un muy serio peligro de que esta primera pandemia en la época del antropoceno se salde con un incremento de las grandes desigualdades en términos globales, y, particularmente, en el sector turístico. Así será, con toda seguridad, si no cambiamos de base porque, en palabras de Éloi Laurent “… el neoliberalismo, en realidad, es una forma de arqueoliberalismo que hace retroceder el pensamiento económico y la política económica a sus balbuceos del siglo XVIII, y las sociedades a la prehistoria social” [6].

 

Notas: 
[1] Una “kelly” casi imposible, puesto que las precariedades han devenido estructurales.
[2] Información facilitada por Gonzalo Fuentes, responsable del área de Hostelería y Turismo de la Federación Estatal de Servicios de CCOO, a quien se lo agradezco muy sinceramente.
[3] La ultraactividad de un convenio colectivo es la vigencia que tiene más allá de la fecha en que se haya pactado el vencimiento. La Reforma Laboral de 2012 limita esta ultraactividad a un año. Esto quiere decir que si después de 12 meses de haber caducado no hay un convenio nuevo, el antiguo desaparece.
[4] El caso del convenio de Cataluña es un ejemplo. La patronal dilató cualquier negociación a sabiendas que la desaparición de la ultraactividad presiona a la parte más débil de la negociación.
[5] “Tras los anuncios de Pfizer la cotización de las accionas norteamericanas ha subido. Las industrias más afectadas por el virus, en particular aerolíneas, hoteles y organizadores de cruceros, han visto dispararse sus accionas en las transacciones de Wall Street” (Artículo “Avanzando hacia el mundo de ayer” de Laurent Cordonnier en Le Monde Diplomatique en español, enero 2021.
[6] En Nuestras mitologías económicas (pág. 16).