04-11-2018
La vivienda y las nuevas formas de acumulación del capital
Ivan Murray | GIST-UIBLa salida de la crisis inmobiliaria iniciada en 2008 se ha hecho mediante la profundización de la mercantilización de la vivienda y esto ha empeorado las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Crédito Fotografía: Desalojo en Badalona. Imagen de Fotomovimiento bajo licencia creative commons.
Engels escribió en 1872 una serie de artículos en la prensa alemana sobre los problemas que la clase obrera sufría en torno a la vivienda en los centros industriales. La crisis de la vivienda que apuntaba Engels, recogida después en el libro La cuestión de la vivienda, no estaba motivada únicamente por la falta de lugares donde vivir, sino sobre todo por la especulación de los propietarios, que eran muy a menudo los mismos dueños de las fábricas donde trabajaban los obreros. Podemos ver, entonces, cómo la cuestión de la vivienda ha jugado históricamente un papel central en las lógicas de explotación y de control social de las clases trabajadoras.
En los años setenta, la ruptura del capitalismo keynesiano dio paso al capitalismo neoliberal. En esta etapa, se imponen las lógicas financieras y la globalización corporativa. De una forma muy estrecha, en los espacios del capitalismo avanzado, la financiarización irá de la mano de la transformación de las ciudades en máquinas de acumulación del capital. Las ciudades serán gestionadas cada vez más como si fueran empresas, y la producción y especulación inmobiliaria se convertirán en el eje central de la maquinaria urbana.
El capitalismo español en este sentido puede calificarse como un alumno aventajado en lo que respecta a la centralidad de la vivienda en las dinámicas de acumulación del capital. Esto responde, entre otras cosas, a la construcción de la economía fascista española cuando se tienen que buscar soluciones a los intereses de la clase propietaria del suelo (los rentistas), y se constituyen las grandes empresas constructoras y la gran banca españolas. Esta trinidad será clave para llevar adelante el proyecto de convertir la sociedad española en una "sociedad de propietarios". A su vez, el negocio constructor-inmobiliario tendrá una relevancia particular en las zonas de explotación turística donde se construirán, además de las viviendas de los trabajadores, los hoteles y extravagancias varias para las clases poderosas.
Cuando España se incorporó a la UE, se abandonaron buena parte de las actividades productivas. Así, las piezas clave del capitalismo español pasan a ser las industrias del ladrillo y del turismo. La política de vivienda española, fruto de las estrechas relaciones entre la banca y el Estado, se ha centrado en el fomento de la compra de vivienda mediante crédito hipotecario. Hasta el estallido de la Gran Crisis, el gran negocio era la venta de hipotecas más que la de viviendas. Hay que recordar como acabó esta historia hace tan solo diez años: colapso económico y una profundísima crisis social. Y, las vías de salida fueron: rescate de la banca, desahucios, reforma laboral, recortes, etc.
Tal como establece la ortodoxia neoliberal: "nunca dejes perder una crisis". Bajo este lema, resulta evidente que ha habido quien lo ha perdido todo, mientras que otros, como carroñeros, han aumentado su capital. No es casualidad que en plena crisis haya surgido el llamado capitalismo de plataforma. Detrás de un lenguaje seductor –con términos como economía colaborativa, democratización de la economía, etc.–, que evoca una ruptura con la economía que había conducido a la crisis, se esconden formas de explotación y precarización más intensas. Las personas más castigadas por la crisis muchas veces no encuentran otra salida que el trabajo precario ligado a las corporaciones plataforma.
Así, en 2008 se creaba Airbnb, que hoy ya es la compañía de alojamiento turístico más grande del planeta. En España, mientras el paro superaba el 20% y los desahucios se contaban en miles cada año, se disparó un nuevo boom turístico. En este contexto, la frontera de mercantilización turística se ha expandido con la invasión de barrios en las ciudades y ha penetrado en nuevas formas de producción, particularmente la mercantilización turística de la vivienda. Asimismo, el Estado dictaba normas para poner a trabajar el parque de viviendas en los circuitos financieros y turísticos: la ley de las SOCIMI y la modificación de la ley de arrendamientos urbanos. Las expectativas de beneficios derivados de esta nueva ronda de mercantilización de la vivienda se han disparado y a la vez se han disparado los desahucios de inquilinos. La emergencia de nuevos movimientos sociales es una expresión de la nueva conflictividad urbana.
La salida de la crisis inmobiliaria se ha hecho mediante la profundización de la mercantilización de la vivienda y esto ha empeorado las condiciones de vida de la clase trabajadora. Esta salida nos pone en una situación de gran vulnerabilidad y, cuando estalle esta burbuja, los costes sociales serán aún superiores a los de la pasada crisis. Una economía basada en la mercantilización absoluta de la vivienda y la hiperespecialización turística es una economía frágil y vulnerable. Para minimizar los daños de futuras crisis, deberíamos desmercantilizar la vivienda y desturistitzar nuestra economía. Como decía Engels, es la cuestión de la vivienda (y aquí podríamos añadir: y del turismo).
Artículo publicado originalmente en catalán en el diario Ara Balears el 2 de noviembre de 2018.
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