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Entrevistas | Turismo Responsable | Cataluña

06-01-2015

Lucía: “Hoy en día, tal como está la faena, tienes que aguantar todo, lo que te echen”

Ernest Cañada | Alba Sud

Vive en Barcelona, donde ha trabajado como camarera de piso contratada directamente por diferentes hoteles de forma eventual. Por miedo a posibles consecuencias prefiere mantener el anonimato.


Crédito Fotografía: Fotografía de Kidreosrts (bajo licencia creative commons)

Lucía tiene actualmente 42 años. Es vecina del popular barrio de la Barceloneta. En los últimos tiempos ha trabajado como camarera de piso de forma eventual, siempre por temporadas, contratada directamente en diversos hoteles de la capital catalana. Pero me cuenta que en realidad ha hecho muchos trabajos, “yo siempre he ido dando tumbos, he sido dependienta, cocinera,… El primer trabajo que tuve fue como camarera de piso y no me gustó nada, me dije: «Nunca más en la vida». Yo era muy jovencita y este trabajo me resultó durísimo. Es muy cansado y sufres mucho”. Sin embargo, en los últimos años ha sido el trabajo que ha encontrado, y por miedo a que no la contraten más prefiere ocultar su verdadera identidad bajo el pseudónimo de Lucía.

 

En los últimos años has estado trabajando como eventual, cuéntanos cómo ha sido tu experiencia.

El principal problema es que tú tienes un horario, pero la jornada la finalizas cuando acabas tus habitaciones. Y nunca haces 6 horas, que es por lo que estás contratada, haces 8 ó 9 horas. Y eso todos los días, es que es imposible en 6 horas hacer toda la faena que te ponen. Cada día le estamos regalando a la empresa de 2 a 3 horas. Pues cuenta al mes lo que eso supone.

Sí, no es muy justo.

Tú te pones pensar y dices pero esto qué es. Lo suyo es que si tú acabas hasta donde te ha dado tiempo, hasta aquí, y el resto lo sigue otra compañera. Pero no, está asignado así y tú tienes que acabar tu faena. Nadie viene a buscarte y te dice: «vete, que es tu hora, y ya viene otra persona a relevarte».Y eso es injusto, pero bueno es lo que hay, toca aguantar.

El trabajo siempre ha sido duro, hace 5, 10, 15 y 20 años. Pero hoy en día se contrata menos y hay el mismo trabajo. Es una sobrecarga de trabajo. Y no quieren contratar a más personal y menos hacer fijo a nadie.

Ver que finaliza tu jornada laboral y que no terminas, y que esto sea lo habitual, tiene que provocarte mucho malestar, y también mucha ansiedad.

Quieras o no, si una mujer tiene hijos, y tiene un horario, esto le va generando estrés, y conforme te vas haciendo mayor te vas poniendo más nerviosa y te puede afectar más que a una chica más joven, que se puede tomar más a la torera esta tomadura de pelo.

¿Y esto repercute también en tu forma de trabajar?

Claro. Cuando te toca una habitación de cliente a veces le tienes que cambiar las sábanas y a veces no. Entonces si no le tienes que quitar la sábana tú misma dices, pim, pam, y me voy, porque es que no puedes entregarte en esa habitación como en las otras. Y claro ese cliente está pagando igual que el otro, pero es que tampoco puedes hacer otra cosa. Y a veces si te entra ese sentimiento de culpa, de decir, jolín, qué mal me sabe.

¿Te hace sentir mal esto?

Yo soy profesional en mi trabajo y me gusta hacerlo bien. Pero muy a tu pesar, si tú ves que no sales a tu hora, lo siento mucho por el cliente, pero yo no voy a poder dedicarme a esa habitación, no voy a perder mi tiempo cuando tengo a mis hijas esperándome en casa. ¡Que el dueño ponga más gente a trabajar!

Antes decías que ahora toca aguantar, ¿a qué te estabas refiriendo exactamente?

Hoy en día, tal como está la faena, tienes que aguantar todo, carros y carretones, lo que te echen, porque el trabajo está fatal. Entonces tú tienes que aguantar lo que sea. Que tienes que hacer 10 horas pues haces 10 horas. O aguantas que te traten mal a veces. Implica ponerse un punto en la boca y no decir nada. 

¿Se dan también situaciones de maltrato?

Yo he visto como una gobernanta nos insultaba y nos daba un trato vejatorio.

Explícame qué ocurrió.

En ese hotel estuve solo dos meses. Era aquí en Barcelona. Todas eran chicas de color, de Senegal me parece que eran, y yo era la única española. Y yo les decía que cómo permitían que les hablaran de esa manera, que cómo dejaban que les trataran así, que eso no podía ser. La gobernanta nos reunía cada mañana para darnos un sermón, que nos hacía perder media hora de nuestro horario. Un día no sé qué pasó que a una chica la mandó a la mierda. Entonces yo le dije que o nos tenía un poco de respeto, como nosotras se lo teníamos a ella o,… Y solo por decirle eso, se fue, habló con la persona con quien tenía que hablar y yo me fui a la calle. Pero mira me quedé más a gusto.  

Eso es lo que quieren.

Eso es lo que les conviene hoy en día a los jefes, a los grandes, a los poderosos, gente que se calle.