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Dossier: Camareras de piso | Turismo Responsable

07-08-2014

Dolores Ayas: “Estamos echas polvo y trabajamos todos los días a fuerza de pastillas”

Ernest Cañada | Alba Sud / Rel-UITA

Camarera de piso en Playa de Palma, Mallorca, desde hace más de treinta años. Actualmente trabaja en un hotel 4 estrellas de una gran cadena hotelera balear, donde es delegada sindical por CCOO.


Crédito Fotografía: Ernest Cañada

Dolores Ayas trabaja como camarera de pisoen Playa de Palma, Mallorca, desde hace más de treinta años. Nació en Granada, Andalucía, pero a los 12 años tuvo que emigrar para ganarse la vida, “como los pobrecitos que vienen ahora de África”, dice. Trabajó en el campo, en Almería, Lérida y Francia, hasta que finalmente se instaló en Mallorca, que entre los años 60 y 70 vivió una fuerte expansión del turismo y había mucha demanda de mano de obra.

Con 57 años, actualmente trabaja en un hotel 4 estrellas de una gran cadena hotelera balear, donde es delegada sindical por Comisiones Obreras. Hablamos con ella sobre sus condiciones laborales y las de sus compañeras.

Sabemos que la carga de trabajo de las camareras de piso es por lo general bastante pesado, cuéntanos por favor cómo es el trabajo en tu hotel.

Nosotras hacemos 20 habitaciones al día, y limpiamos también las zonas nobles. Antes hacíamos 22, pero yo he conseguido con mi pelea que hagamos 20, que a mi me siguen pareciendo muchísimas, una barbaridad.

¿Por qué es tan pesado?

Lo más duro es mover las camas de madera, son muy pesadas. Cada día son 50 camas. Y los colchones pesan también un muerto, es horroroso. Hay días que no puedo con mi alma. Porque además de mover la cama hacia afuera tenemos que levantar el colchón y meter la ropa.

Además están los suplementos, que antes eran camitas con ruedas que una las empujaba y ya está, pero ahora las han cambiado y son camas normales, que yo no puedo con ellas. Me veo incapaz de meter esas camas desde el pasillo a la habitación o sacarlas de ahí, porque no puedo levantar un peso que supera el mío con creces.

¿Y cuántas camareras de piso hay?

En mi hotel somos unas 14 camareras, y ahí se incluye la gobernanta. 8 somos fijas discontinuas y el resto son eventuales. Y para ellas la situación es muy difícil, porque a parte de la presión de que no las tiren a la calle, hay muchas que entran nuevas y no son capaces de sacar el trabajo adelante, porque es durísimo. Y no es que no valgan, es que es muy difícil.

¿Por qué el ritmo de trabajo es muy intenso, no?

Sí, y como la temporada es más corta también hay más problemas. Antes el hotel estaba cerrado 40 días pero el resto del año quedaba abierto. Y siempre había algo de ocupación. Entonces había épocas que tenías menos habitaciones y te daba tiempo a hacer la limpieza más a fondo. Pero ahora no abren el hotel hasta tener la garantía que lo tienen hasta arriba, y no baja en toda la temporada. Entonces el trabajo siempre es enorme y no se puede hacer como Dios manda, porque nunca hay tiempo. Nunca se puede hacer el trabajo en condiciones.

Y si los turistas se quedan menos días en el destino eso también repercute en vuestra carga de trabajo.

Si cada día tengo 5 salidas en las otras habitaciones hago lo mínimo, lo imprescindible, y voy siempre hasta arriba. Y eso es un estrés enorme porque uno no trabaja en condiciones. Y al final la cara la damos nosotras, y el cliente debe pensar: "Mira qué tía más guarra". Me da mucho coraje que las cosas no se hagan como toca.

¿Siempre ha sido así el trabajo en los hoteles de Mallorca?

Cuando nosotras empezamos el trabajo era más leve. No se nos exigía tanto esfuerzo. Yo recuerdo hacer el trabajo bien. Pero ahora los ritmos han aumentado. Los empresarios cada vez quieren más. Se fijan un dinero que tienen que ganar al año y lo que esté por debajo de eso son pérdidas. Yo veo los hoteles llenos y ellos dicen que siempre hay pérdidas, y siempre quieren un poco más. Y han visto que lo pueden conseguir. Y nosotras somos números y no les importamos, porque no les importamos.

Como decías, esto debe provocar una situación de estrés muy fuerte.

Así es, ya no es el volumen tan grande de trabajo es también el estrés, porque ves que no llegas. Aquí trabajas las 8 horas corriendo, desde que entras hasta que sales. Y yo ya no tengo edad para correr tanto. Luego cuando llegas a tu casa y ya no puedes hacer nada. Toda la energía que tengo la consumo en el trabajo, ya no me queda más.

Y todo este ambiente laboral tiene que tener una fuerte afectación en vuestra salud, ¿cuéntanos qué es lo que está ocurriendo?

Yo estoy jodidísima, como la mayoría de las trabajadoras. La columna la tengo echa polvo, estoy operada del túnel carpiano, tengo las manos destrozadas, como todas, vamos, no soy más que un espejo de todas. Estamos echas polvo y trabajamos todos los días a fuerza de pastillas. Estamos todas drogadas, no con drogas ilegales, son legales. Yo tomo pastillas para el reuma, anti-inflamatorios y también para el corazón, porque voy muy estresada.

¿Cómo haces sindicalismo en este ambiente?

Yo conseguí que nos bajaran dos habitaciones, porque cuando renovaron el hotel, hace un año y medio, pedí una revaluación de la carga de trabajo de las camareras de piso, con el apoyo del sindicato. Había cambiado todo el sistema del hotel, pero no la querían hacer. Entonces la opción que me quedó fue decirles que la hacían o lo denunciaba a la Inspección de Trabajo. Entonces al final nos sacaron dos habitaciones.

Pero lo más triste fue que la gente está tan asustada que casi me muerden. Me han llegado a decir que si hacíamos 22 por qué ahora tenemos que hacer 20, y yo alucino de colores. El problema que te encuentras es que tus compañeras te atacan porque tienen miedo, porque temen que si reivindicamos nuestros derechos las echen.

Ciertamente es un contexto muy difícil para hacer trabajo sindical.

Ser sindicalista hoy es muy complicado. Desde hace dos o tres años hay una campaña para tirar a los sindicatos por los suelos. Es horroroso. Y ha calado entre los propios trabajadores.