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Artículo de Opinión | Comunicación para el Desarrollo

14-07-2011

Recortamos la cooperación, desacreditan las ONGD, ¿qué más?

Montse Santolino, especialista en comunicación para el desarrollo, analiza críticamente el libro de Gustau Nerín, "Blanc bo busca negre pobre", a luz de los ataques y los recortes que sufre la cooperación en Cataluña y el conjunto del Estado español.


Crédito Fotografía: Montse Santolino

Muchos periodistas no han prestado ni un minuto de atención al recorte del 55% en el presupuesto de cooperación en Cataluña, pero están utilizando el libro de Gustau Nerín Blanc bo busca negre pobre (Ediciones de La Campana, Barcelona, ​​2011) para desacreditar la labor de las ONGD. Más allá del eslóganes, no es un buen libro para conocer el sector. Mònica Terribas estuvo clara y contundente como siempre en el desayuno de prensa convocado por la Mesa del Tercer Sector Social la semana pasada. No estuvo sin embargo muy afortunada al decir que ahora la prioridad es la pobreza en nuestro país ya que la "gente no entendería que fuéramos ahora a explicar lo que pasa en la India". Anoche el Informatiu Vespre dedicaba 1 minuto a la crisis humanitaria en Kenia y, a continuación, más de 2 minutos y medio a promocionar el libro del Nerín. A continuación una reflexión crítica sobre este libro que fue publicada en el boletín interno del Centro de Estudios Africanos.

Meterse con las ONG no es precisamente un deporte de riesgo, y acusar a los periodistas de "papanatas" con ellas no deja de ser una estrategia inmejorable para conseguir eco mediático.

No descubriremos ahora que a las ONG les falta sentido del humor, pero de lo que va sobrada su gente es de espíritu crítico. No hay cooperante inteligente que no reviente de contradicciones, que no cuestione su trabajo y que no despotrique de los obstáculos que ponen las instituciones, las sedes o los políticos de turno. Todos y todas lo hemos hecho y si no ponemos por escrito nuestras angustias es porque sabemos que fuera de casa nada es nunca sencillo de hacer, ni de juzgar. Lo que Nerin "descubre" al mundo es algo muy gastado y superado entre aquellas ONG que acogen gente como él, y lo que es bastante decepcionante es que esconda esta parte de la historia.

Partimos de la base que la responsabilidad de que este libro sea un caramelo para los medios no es de su autor, que sólo saca partido del gran y grave desconocimiento social sobre el sector, desconocimiento cimentado sobre la base de montañas de tecnicismos y eslóganes agotados. La excesiva dependencia de los medios y la publicidad más comerciales no han facilitado que se hablara de la evolución, la diversidad y las rutinas de las ONG. Las críticas de fondo más serias que plantea este libro remiten a cuestiones de carácter comunicativo, sobre cómo se explica África, cómo se relacionan las ONG con los africanos o qué expectativas irreales levantan sobre los resultados de su acción. Difícil no estar de acuerdo en que "si nos guiamos por lo que figura en su propaganda, pensaremos que sólo se preocupan de pesar bebés y distribuir leche en polvo", o que llevados por la "mística del proyecto" exigimos a los africanos utilizar nuestro lenguaje.

El problema es que Nerin con este estilo "provocador" cae justamente en lo que denuncia: no contextualiza, des-informa a base de llenar páginas de críticas antiguas, poco justificadas y poco coherentes entre sí.Dos cuestiones resultan especialmente graves e injustas: la ambigüedad con que utiliza el término "organismos de cooperación", sin diferenciar claramente entre cooperantes de ONGD y cooperantes "oficiales", y el tratamiento amarillista que hace del tema de la corrupción.

Afirmar que los cooperantes ganan 10.000 dólares, que "son los que más utilizan África los campos de golf y los clubes de tenis" y que son "muy conocidos por los camareros de los locales nocturnos ya que a menudo piden la factura de los gintónics para colarse como dietas ", y no aclarar que no hablamos de las ONGD habituales en Cataluña, puede parecer muy divertido, pero es falso y doloroso para un sector con muy poca gente expatriada, y marcado por la precariedad y la reestructuración laboral. Especialmente chocante resulta que coincida con los empresarios deslocalizadores en presentarlos como "un grupo de vividores y fracasados", al tiempo que insinúa que las empresas son más eficaces que las ONG para el desarrollo, o que se afirme que "si valoráramos los proyectos de cooperación con estándares de empresa privada pronto despedirían en masa al personal de todas las ONG".

Por otra parte, entre acabar con la "mitificación" de las ONG, algo necesario sin duda, y levantar sospechas generalizadas sobre su honestidad manejando argumentos y casos poco documentados, hay una notable diferencia. Bajo títulos de cómic ("La ayuda más cara, con más cara") utiliza algunos argumentos bien retorcidos (como dar a entender que conocer los requisitos y prioridades de las administraciones públicas para dar subvenciones es connivencia y tráfico de influencias), que dan pie a párrafos delirantes (donde se cita a continuación el Partido Popular, el secretario de Estado de Cooperación francés, Intervida, Anesvad, Humana, Gestcartera y Manos Unidas), para acabar haciendo afirmaciones que no responden a la verdad como que "hay mucha gente que recibe ingresos de forma irregular por colaboraciones varias", o que, como los socios de las ONG no las fiscalizan demasiado, "es sorprendente que, en este contexto, los niveles de corrupción en el mundo de la cooperación no sean aún más elevados, al fin y al cabo nadie es de piedra y a todo el mundo le apetece lucrarse aunque trabaje en el sector no lucrativo".

Ni mucha gente recibe ingresos "de forma irregular", ni tanta gente espabilada monta una ONGD para lucrarse ni, por supuesto, las ONGD o el trabajo etnográfico deben valorarse con criterios de empresa. El gran defecto de este libro es que ataca el flanco más débil del sistema de ayuda y no apunta suficientemente a los Gobiernos, los actores que la han promovido y controlan, cuando el propio Nerin reconoce que las ONG en España sólo controlan una poco más del 10% del presupuesto dedicado a la ayuda internacional, y que el grueso de la cooperación la hacen los gobiernos y las instituciones internacionales.

Otro tema muy curioso tratándose de un africanista reconocido es que brillan por su ausencia las voces africanas que critican la cooperación, y cuando mueve argumentos en este sentido son siempre anecdóticos. No hay demasiados nombres y apellidos de comunidades, líderes o lideresas religiosos o intelectuales africanos salvo algunas excepciones como la de Abdoulaye Bio-Tchané, el economista de Benín que fue director de la sección africana del FMI.

Este libro quizás era necesario, pero es sobre todo, y desgraciadamente, una oportunidad perdida para explicar el trabajo que hay y que vale la pena hacer. No es hasta el final del libro y de manera muy breve que se menciona esa cooperación de campañas de denuncia y presión política que investiga y replica los discursos oficiales, cooperación sin la cual el propio Nerin no habría podido llenar varias páginas de críticas a la acción exterior de los gobiernos (créditos FAD, cooperación militar, deuda externa, comercio internacional injusto, etc.). Oportunidad perdida también para forzar las ONG a revisar sus prácticas culturales-comunicativas ya que, pensado para venderse bien, provoca antes los bajos instintos de la prensa reforzando, en la mayoría de casos, una aproximación al tema maniquea y sensacionalista, antítesis de lo que se necesita para entender África y el mundo.

Aunque pasa desapercibido en el conjunto, Nerin ya lo dice: "hay muchos cooperantes que en el día a día se ven obligados a plantearse muchos interrogantes. Son conscientes de los problemas de los proyectos, y quieren solucionarlos, pero no sabemos cómo. No reniegan de la cooperación, pero no tratan de esconder sus limitaciones ". A estos, un libro así, no les ayuda demasiado.

 

Artículo publicado originalmente en Canalsolidari.org el 11 de julio de 2011.