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Actualidad Alba Sud | Territorio y recursos naturales

21-03-2011

Recursos naturales y transnacionales

REDS publica el cuaderno número 2 de sus “Postales de Centroamérica”, una colección de materiales divulgativos sobre la realidad centroamericana. El cuaderno incluye un artículo de ALBA SUD sobre la conflictividad provocada por el turismo en Guanacaste.

La Red de Solidaridad para la Transformación Social – REDS, una asociación con sede en Barcelona dedicada a la cooperación y la solidaridad internacional, ha publicado una serie de cuadernos que bajo el título “Postales de Centroamérica”, intentan retratar y analizar distintos aspectos de la realidad centroamerica: derechos humanos (número 1), transnacionales y recursos naturales (número 2) y género (número 3).

El número especial sobre transnacionales y recursos naturales incluye diferentes aportes sobre: conflictos turísticos en Guanacaste, Costa Rica, elaborado por Ernest Cañada (coordinador de ALBA SUD); mineríaen Centroamérica escrito por Javier Baltodano (miembro de CEIBA Guatemala) y Gabriel Colomer (de Ingeniería Sin Fronteras Cataluña); agronegocios en Guatemala preparado por Sara Mingorría Martínez y  Gonzalo Gamboa (miembros del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la UAB) y Alberto Alonso-Fradejas (del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales de la CONGCOOP-Guatemala); y finalmente sobre el Acuerdo de Asociación entre Centroamérica y Europa (AdA), entendido como elemento clave en la disputa por los recursos naturales, escrito por Raúl Moreno (Catedrático de la Escuela de Economía, Universidad de El Salvador).

Para los coordinadores de este trabajo colectivo, la perspectiva desde la que enfrentan esta mirada a la relación entre transnacionales y recursos naturales es clara: estamos ante una nueva fase de saqueo a las comunidades rurales. Reproducimos a continuación sus palabras introductorias (págs. 5-6):

Cuando la industria, los gobiernos, y las instituciones financieras internacionales hablan de sostenibilidad, lo hacen desde su forma de entender el mundo: los consumidores piden productos, el mercado pide infraestructuras, el capital pide multiplicarse.

El insaciable dragón tecno-industrial exige continuamente el sacrificio de zonas vírgenes. Los sacerdotes del capital dicen que la minería es inevitable, que su impacto ambiental puede minimizarse, y que puede ejercer de catalizador para desarrollar económicamente zonas tradicionalmente marginadas. Dicen que las represas son necesarias para regular los caprichos naturales y para proveer de agua y electricidad a las zonas urbanas y a la industria. Que el turismo es necesario para obtener divisas que paguen la deuda pública y privada del país. Que la agricultura tradicional es un lastre y que las mejores tierras deben ser también las más eficientes, las más industrializadas. Dicen, al fin y al cabo, que el desarrollo del Sur es necesario para mantener el estilo de vida depredador del Norte.

Pero para las poblaciones campesinas de Centroamérica y de medio mundo, que desde la época colonial se han visto forzadas a abandonar las tierras fértiles y refugiarse en zonas más montañosas, la llegada del desarrollo es un nuevo asalto del invasor. Ciertamente la situación no es sencilla: en algunas zonas, recién se recuperan de las masacres de indígenas y campesinos de finales del siglo XX, en la estrategia antiguerrillera de “quitar el agua al pez”. Las comunidades, en proceso de recuperación y adaptación de sus instituciones, su cultura, sus tradiciones y su dignidad, observan cómo se menosprecia su situación, calificándola de “pobre”, y cómo se les ofrece sustituirla por la seguridad de las nóminas, por el ocio, por los servicios sociales, y por una educación que permita “prosperar”.

¿No será la industrialización del campo, la revalorización de la tierra, la principal fuente de pobreza?

Entre las promesas y el temor, en ocasiones aceptando la zanahoria tras recibir los palos, las comunidades rurales han descubierto que las promesas no eran tan brillantes. Escaso o breve empleo, indemnizaciones ridículas, polvo, ruido, pozos secos, enfermedades y animales muertos, alcoholismo y prostitución, paisajes y ecosistemas devastados tras el agotamiento de los recursos. Aún más, reactivación de conflictos larvados, amenazas, secuestros, muertes… Lo que pretendía activar la economía local, acaba poniendo en riesgo la pervivencia de las actividades anteriores, ocasionando tensiones sociales.