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En profundidad | Turismo Responsable

09-09-2021

El turismo de proximidad, ¿un paso hacia la transición ecológica?

Inma Díaz-Soria | UAB

¿Qué es conceptualmente el turismo de proximidad? ¿Puede establecerse una asociación con una transición ecológica y en qué medida podría contribuir a ella? ¿Qué implicaciones tiene esta estrategia sobre el desarrollo de territorios y destinos?


Crédito Fotografía: Les Deus. Imagen de Alba Sud.

Turismo de proximidad: ¿Oxímoron, solución de emergencia o única salida para la supervivencia a largo plazo del turismo? El concepto existe desde hace años, tanto en la academia como en la realidad de los destinos y de las prácticas turísticas. Se puede expresar en singular como concepto teórico o en plural como reconocimiento de una diversidad de prácticas y de perspectivas, aunque lo único en lo que todo el mundo concuerda es en que no se trata de un tipo de turismo que se pueda asociar a actividades bien definidas, sino que se trata más bien de un concepto o de una forma turística tan relativa como la misma proximidad.

A través de estas líneas, se propone una reflexión en torno al concepto de turismo de proximidad y especialmente a la asociación que se suele realizar entre turismo de proximidad y transición ecológica. ¿Es realmente la vía para que el turismo contribuya a esta transición? ¿Se trata de una vía deseada o por defecto? ¿Qué implicaciones tiene esta estrategia sobre el desarrollo de territorios y destinos?

¿Cómo definir el turismo de proximidad?

El turismo de proximidad como concepto es cercano a conceptos ya existentes, como el turismo local, el turismo autóctono, el turismo de interior o el turismo doméstico. Estos pueden confundirse con el turismo de proximidad cuando éste se refiere al sentido geográfico de la proximidad, a aquella que se mide en kilómetros, a aquel destino que uno visita y que se encuentra a poca distancia del lugar de residencia habitual.

Vinculado a este enfoque encontramos el turismo lento o slow tourism (Izcara y Cañada, 2020a), en el cual el trayecto es parte esencial de la experiencia turística y, por ello, no es necesario llegar muy lejos, ya que el trayecto ya es parte del destino. Siguiendo con esta idea, es deseable que todo el viaje turístico en el marco del slow tourism esté basado en la lentitud. Es desde esta perspectiva que puede ser considerado como un turismo de proximidad. Cuando los turistas se desplazan en avión a 900 km/h para practicar turismo lento en un destino lejano, la lentitud solo es parcial y la proximidad deja de ser un componente del viaje. El turismo lento se disuelve entonces en un producto de marketing que podríamos calificar de slowwashing, si nos inspiramos en el concepto más general del greenwashing de las prácticas sostenibles.

Cuando la proximidad se define en términos de familiaridad, es decir la visita de lugares que ya conocemos, de los cuales nos sentimos próximos y que pueden ser cercanos geográficamente o pueden ser muy distantes, entonces al turismo de proximidad se le conoce como turismo de raíces (Cardoso et al., 2018), turismo de retorno (García, 2009), visitar el hogar y lugares familiares (visiting home and familiar places – VHFP) (Pearce, 2012), turismo de diáspora (Huang et al., 2016) y, en algunos casos, visitar a familiares y amigos (visiting friends and relatives - VFR) (Griffin, 2017).

El turismo de segunda residencia o turismo residencial (Huete et al., 2008) estaría incluido en esta perspectiva, aunque puede estar en ambas cuando la segunda residencia se sitúa a pocos kilómetros de la residencia principal. Esto mismo ocurre con el turismo de interior, entendido como una práctica para el reequilibrio territorial, a través de la valorización de atractivos endógenos y de las sinergias con otros sectores económicos presentes (Blanco et al., 2020), lo cual puede darse en espacios próximos a la residencia habitual de los visitantes o en lugares familiares pero distantes.

Por su parte, turismo doméstico es un concepto estadístico que contabiliza los turistas que viajan dentro de su propio país. Cuando el país es pequeño, como Andorra o los Países Bajos (Jeuring, 2015), o cuando el destino es cercano del origen dentro del mismo país, como Montserrat de Barcelona, turismo doméstico es sinónimo de turismo de proximidad. Sin embargo, es más difícil percibir como turismo de proximidad aquél realizado en la otra punta del mismo país cuando se da en países de mayores dimensiones. En este sentido, podríamos convenir que, desde un punto de vista estrictamente geográfico, un residente en Girona realiza más turismo de proximidad cuando visita Perpinyà que cuando visita Madrid o la Vall d’Aran. Esto nos lleva a recordar que los espacios transfronterizos, conocidos también como cuencas de vida fronterizas, contabilizan los visitantes de uno y otro lado como internacionales, y no por ello dejan de ser visitantes de proximidad (Szytniewski et al., 2017).

Si el turismo se define como “un fenómeno social, cultural y económico que supone el desplazamiento de personas a países o lugares fuera de su entorno habitual por motivos personales, profesionales o de negocios” y el turismo abarca las actividades de estas personas, que “se denominan viajeros (que pueden ser o bien turistas o excursionistas; residentes o no residentes)” (OMT, n.d.), el concepto clave entonces es el del entorno habitual. La Organización Mundial del Turismo (OMT) define el entorno habitual de una persona “como la zona geográfica (aunque no necesariamente contigua) en la que una persona realiza sus actividades cotidianas habituales”. ¿Cómo definir esta zona en un contexto fuertemente globalizado, marcado por intensos intercambios personales, culturales y comerciales, en el cual una misma persona cuenta con múltiples residencias o lugares que considera o ha considerado como su hogar, con familia y amigos en diferentes puntos del mundo?

La figura siguiente modeliza el entorno habitual de una persona (Fig. 1). Las Q representan los espacios conocidos, que, en el mundo globalizado e intensamente comunicado que indicábamos, pueden estar más cercanos o lejanos en el espacio, ser geográficamente continuos o discontinuos y ser percibidos como parte de lo que la persona considera su entorno habitual. Las nubes representan los espacios que aún tienen potencial para ser conocidos. Entre los diferentes nodos se dan una serie de interacciones que pueden ser cotidianas, esporádicas o únicas (hacia lo desconocido). Cuanto más cotidianas sean las interacciones, más podemos considerar que esta zona pertenece al entorno habitual. Esta idea nos lleva también a conceptualizar el turismo de proximidad como un espectro de posibilidades, en vez de una realidad fija. En este sentido, uno puede ordenar los viajes realizados de más a menos proximidad y definir el turismo de proximidad a partir de esta comparación. Si este ejercicio, en vez de realizarse a escala individual, se realiza a escala regional o estatal, se puede obtener una definición adaptada de lo que el turismo de proximidad significa para cada contexto, según los valores culturales, las infraestructuras existentes y la comprensión misma de lo que significa viajar en espacios próximos.

Fig. 1. Elaboración propia basada en Diaz-Soria (2018).

Volviendo al esquema, el turismo de proximidad desde una perspectiva geográfica sería aquel que se realiza en el interior del nodo central y en las nubes inmediatamente adyacentes, es decir, cerca de la residencia habitual del potencial visitante. Es desde esta perspectiva que se puede ser dominguero o dominguera, practicar el slow tourism (Izcara y Cañada, 2020a), el staycation (Izcara y Cañada, 2020b), el agroturismo (Izcara, 2020), el turismo residencial o el turismo de retorno o doméstico de diáspora (Gascón, 2021) cuando se practica en espacios cercanos en kilómetros del punto de partida.

El turismo de proximidad desde la perspectiva de la familiaridad (o de la percepción) puede darse en la parte Q del nodo central y en cualquier nodo Q con los que el individuo mantiene relaciones, intensas o esporádicas, pero que percibe como familiar, conocido o cercano. Es en éste que se da el turismo de diáspora (doméstica o internacional) y el de retorno, de raíces o el de segunda residencia cuando se visitan lugares lejanos en kilómetros. En este caso la proximidad se mediría cualitativamente a través de un análisis de la intensidad y del tipo de relaciones o vínculos existentes entre la persona y el lugar.

Desde una perspectiva temporal, el turismo de proximidad sería aquél en el que el desplazamiento (en tiempo) es corto. Un city break, por ejemplo, coger el avión un par de horas (o menos) de Barcelona a París para pasar el fin de semana puede ser considerado como un turismo de proximidad, medida en este caso la proximidad en horas de trayecto. Los impactos producidos por este turismo de proximidad no serían por supuesto los deseados en un proceso de transición ecológica.

En definitiva, la experiencia turística de proximidadpuede ser, desde una perspectiva geográfica, aquella vivida por alguien que visita su propia ciudad, su propia región, o que va a su segunda residencia o a su pueblo en esta misma región o en regiones limítrofes. Desde la perspectiva de la familiaridad, es aquella experiencia vivida por alguien que visita lugares familiares: lugares importantes de su pasado o de su presente (VHFP), lugares en los que viven amigos o familiares (VFR), las vacaciones en el pueblo cuando éste se encuentra en regiones más lejanas, etc.

Existen más dimensiones de la proximidad en el turismo, como que el desarrollo turístico sea responsabilidad de agentes endógenos del territorio y que esté basado en recursos, proveedores y mano de obra local.

Local y proximidad, desde esta perspectiva, son conceptos asociados a un turismo responsable con el medio ambiente y con la sociedad en la cual se desarrolla, además de un turismo que dinamice una economía basada en la redistribución de la riqueza. Éstas son dimensiones más acordes con los objetivos de la transición ecológica.

Puesta en turismo de lugares ordinarios como etapa en la transición ecológica

La transición ecológica se presenta como una transformación radical de los métodos de producción y consumo con el fin de adaptarse a un contexto de ausencia de petróleo que nos obligará a reaprender cómo producir lo que necesitamos para sobrevivir (cultivar, reparar, reutilizar, etc.) (Hopkins 2010). Nuestra capacidad para adquirir este conocimiento depende de nuestra resiliencia ante este apocalipsis petrolero. En este contexto, se recomienda una vuelta a lo local, favoreciendo la proximidad entre producción y consumo (Soler, 2021).

Si el turismo es un fenómeno arraigado en las sociedades contemporáneas, si viajar se ha convertido en un derecho y la práctica del turismo en una necesidad para muchas personas acostumbradas a ir de vacaciones, el turismo debe integrar el proceso de transición ecológica para que éste tenga éxito. En este sentido, el turismo de proximidad, entendido como una forma de acercar origen y destino de un viaje y disminuir así las emisiones y otros impactos negativos vinculados a la movilidad, es a menudo presentado como una vía de supervivencia para el turismo en un escenario más sostenible (Prats et al., 2017).

Parc Natural de la Zona Volcànica de la Garrotxa. Imagen de Alba Sud.

Callot (2013) analiza los impactos de la escasez de combustibles fósiles y cómo el consecuente aumento de los precios será un obstáculo o al menos una limitación importante para la movilidad, con consecuencias serias sobre la práctica turística. En este escenario de petróleo-apocalipsis, Callot identificaba dos posibles situaciones: la ausencia de petróleo con otras energías disponibles para el turismo o la ausencia de petróleo sin alternativas disponibles para viajar.

En la hipótesis de tener otras energías disponibles para el turismo, si su precio es demasiado elevado, el turismo se convertiría en un lujo por el cual el común de los mortales sólo podría sentir nostalgia por un pasado en el cual el viaje parecía ser accesible a todo el mundo (ibid.). Con precios asequibles, caben dos posibilidades: seguir viajando igual hasta que estas energías se agoten o implementar estrategias respetuosas con el medio ambiente, como la promoción de destinos cercanos geográficamente.

Suponiendo que existan fuentes de energía alternativas al petróleo, pero que aún no estén disponibles para viajar, Callot pone sobre la mesa dos situaciones. La primera sería la renuncia a los viajes físicos. En este escenario, el viaje se realizaría en el espacio virtual, como De Maistre (1794) recorría su habitación. El turismo virtual, tal como se plantea hoy día, es altamente dependiente de los dispositivos tecnológicos y, por lo tanto, implica un alto consumo material y energético. Por ello, a pesar de proveer maneras de viajar sin desplazarse, no podría implementarse a gran escala en un escenario de crisis energética. El segundo se basaría en la movilidad suave o reducida como única posibilidad para poder viajar físicamente.

Viajes cercanos desde un punto de vista geográfico y medios poco contaminantes de desplazarse son, pues, las soluciones para que el turismo pueda seguir existiendo en un escenario de transición ecológica (Prats et al., 2017). El contexto de pandemia actual ha avanzado este escenario y, aunque sea de forma coyuntural, ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de repensar las bases que sustentan el fenómeno turístico.

En un contexto de transición ecológica, de prácticas atentas con el medio ambiente, el turismo de proximidad se presenta como oportunidad para seguir practicando turismo de forma respetuosa. Si apostamos por un turismo de proximidad geográfica como única o principal realidad turística, ¿resultará atractivo visitar la vuelta de la esquina una y otra vez? ¿Cómo se desarrollarán estos destinos turísticos de proximidad?

Este proceso de preparación para el turismo de lugares ordinarios es considerado por algunos autores como uno de los ejes de la transición turística contemporánea (Condevaux et al., 2016), una transición hacia una práctica más respetuosa de la visita de los lugares, que se suma al contexto más amplio de transición ecológica. Otros ejes pueden ser el fomento del uso de medios de transporte que generen bajas emisiones de gases de efecto invernadero y ampliar la duración del trayecto y de la estancia en el caso de viajar a destinos distantes.

El turismo de proximidad es, por lo tanto, desde una perspectiva geográfica, una tendencia lógica de transición turística hacia un turismo más responsable. Su implementación hoy día implica un cambio de prioridades: que los promotores de destinos desarrollen el turismo bajo los principios asociados a la proximidad y apoyen los mercados locales y que los visitantes elijan estos destinos (Atout France, 2015). Apostar por esta estrategia requiere mecanismos de planificación que minimicen los riesgos de su desarrollo, modificar realmente las dinámicas de desposesión y garantizar la entrada de nuevos actores (Blanco & Blázquez, 2020).

En la crisis actual, como ya fue el caso en la crisis financiera pasada con el fenómeno del staycation, el turismo de proximidad se plantea como una solución a corto plazo, como un sustituto coyuntural (Cañada, 2020), una opción por defecto cuando la vida se restringe a los límites municipales, comarcales o regionales, o cuando el contexto de crisis reduce el poder adquisitivo de las personas y, temporalmente, optan por viajar más cerca (Diaz-Soria, 2019).

En el marco de la transición ecológica, podría algún día convertirse en una de las pocas maneras de seguir practicando el turismo como experiencia de (re)descubrimiento. En este sentido, existe un reto desde el sector para aprender a crear algo nuevo en un lugar conocido, a identificar y promover lo exótico de los lugares ordinarios. Pero para que el turismo contribuya realmente a la transición ecológica, esta puesta en valor de lo ordinario para convertirlo en interesante no debe realizarse como una mercantilización de estos atractivos (Soler, 2021), sino que debe estar integrado en un nuevo modelo que sustituya “al consumismo turístico, priorice la proximidad espacial y la justicia social” (Blanco y Blázquez, 2020).

Sobre todo, de proximidad o no, el desarrollo turístico en el marco de la transición ecológica debe ser un turismo adecuado al contexto en el que se desarrolla y planificado desde una perspectiva sistémica que tenga en cuenta los riesgos a diferentes escalas.

Conclusiones

La experiencia turística puede estar relacionada con la vuelta a casa (o el viaje al pueblo), con el descubrimiento de nuevos espacios, con el redescubrimiento de espacios familiares, con la visita a familiares y amigos, con la desconexión y el descanso, con el placer de disfrutar de los atractivos tangibles e intangibles de un lugar (las artes, la gastronomía, la tranquilidad). Cualquiera de estas posibilidades puede ser realizadas en el marco del turismo de proximidad geográfica si se practican a poca distancia (en kilómetros) de casa y, por lo tanto, desarrollarse en el marco de una transición ecológica basada en una economía de la proximidad.

Cuando nos centramos en la dimensión del (re)descubrimiento, esta transición conlleva repensar la relación de las personas con los lugares que habitan, suscitar interés por lugares que parecen banales, promover productos locales, emprender en el territorio en el que uno reside.

La proximidad tiene múltiples significados, pero es el de la perspectiva geográfica el que realmente supone una estrategia coherente con la transición ecológica. Local y proximidad, desde la perspectiva geográfica, son conceptos asociados a un turismo responsable con el medio ambiente y con la sociedad en la cual se desarrolla, además de un turismo que dinamiza la economía local redistribuyendo los beneficios en el seno de la comunidad.

Conceptos como el de turismo local son ampliamente utilizados para definir esta perspectiva turística desde hace décadas. Si se habla hoy día de turismo de proximidad, es para enfatizar la idea de la proximidad como valor positivo de la experiencia turística, porque provoca menos emisiones, porque reduce en principio los impactos sociales negativos derivados de tensiones entre comunidades locales y turismo, porque se vende bien en ciertos contextos (crisis, pandemias…) como “plan B”, por la dicotomía con la distancia ya que la proximidad tiene toda una dimensión de redescubrimiento que puede ser interesante.

El concepto de turismo de proximidad permite enfatizar todas estas potencialidades, entendida como la vía con la cual las actividades turísticas pueden contribuir a un proceso de transición social y ecológica. Que estas potencialidades se materialicen depende del apoyo de la administración y de la comunidad a estrategias e iniciativas que actúen bajo los principios citados, así como de su correcto seguimiento y planificación para que éstas no se conviertan en amenazas.

 

Referencias:
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Blanco, A. y Blázquez, M. (2020). Domesticar el turismo. La proximidad en la desescalada. Alba Sud, 14/05/2020.
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Condevaux, A., Djament-Tran, G. y Gravari-Barbas, M. (2016). El antes y el después del turismo. Evolución de los lugares y papel de los actores del turismo «fuera de lo común». Análisis bibliográfico. Via, 9 (en línea).
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Inma Díaz-Soria es docente en la Escola Universitària de Turisme i Direcció Hotelera de la Universitat Autònoma de Barcelona. Una primera versión de este articulo fue presentado en el curso “Turismos de proximidad, un plural en disputa” organizado por Alba Sud en mayo de 2021 con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona – Barcelona Activa a través de la convocatoria Impulsem el que Fas 2020, financiando con los fondosprovenientes del impuesto turístico. Se publica ahora en el marco del mismo proyecto.