07-06-2021
Ir en busca de un bebé: del altruismo reproductivo al turismo reproductivo
Estefania Izrael | Alba SudLos avances científicos del último siglo han habilitado una nueva forma de concebir la gestación de la vida en el marco de la globalización. Ferias, agencias y profesionales especializados en el turismo reproductivo desafían las fronteras de las normativas nacionales y potencian el debate sobre lo moralmente realizable.
Crédito Fotografía: Babygest.
Viaje de negocios, vacaciones en un paisaje paradisíaco, reencuentro con familiares que han migrado hacia otro continente. Hasta hace no muchos años, la categoría de “turismo” remitía a la puesta en pausa de cierta cotidianeidad para emprender aventuras de distinta índole. En la actualidad, pasar por un aeropuerto puede ser la vía para “ir en busca de un bebé” en el marco del contexto global.
Las variantes son múltiples en función de cómo esté compuesta la unidad de parentesco: parejas heterosexuales con infertilidad, parejas homosexuales o familias monoparentales, por nombrar algunas, apelarán a las facilidades legales, biomédicas o económicas que en sus países no se consiguen. Desde los tratamientos de fertilidad hasta las donaciones de gametos o embriones, el llamado “turismo reproductivo” es, hoy en día, una vía a la que acuden aquellas personas que, por distintas razones, no pueden o quieren tener descendencia mediante las llamadas “vías tradicionales”. Este tipo de práctica puede ubicarse dentro de un campo mayor denominado “turismo médico o sanitario”, es decir, un viaje al exterior en el que se busca acceder a tratamientos legalmente prohibidos en el país de origen o de residencia, clínicas que proveen un servicio de mayor calidad, listas de espera de menor magnitud o procedimientos con costos más económicos, entre otras opciones posibles.
Tomar el pasaporte y agrandar la familia
Dentro de las nuevas tecnologías reproductivas, la gestación por sustitución, también conocida como subrogación de vientres, alquiler de vientres o maternidad subrogada, se posiciona como una de las alternativas en alza para quienes apelan a mantener cierta compatibilidad genética con su descendencia, quienes buscan vivir el proceso completo de un embarazo y, sobre todo, quienes cuentan con la necesaria solvencia económica para llevarlo a cabo. Así, en el marco del sistema capitalista globalizado, han emergido múltiples institutos de fertilidad y agencias de profesionales, como Gestlifeo BioTexCom, que ofrecen un asesoramiento médico, psicológico, legal y logístico internacional. Estas operan como “facilitadoras” o “intermediarias” que contactan tanto a pacientes como a potenciales gestantes, coordinan los tratamientos con los hospitales de destino, gestionan las variables operativas del viaje y se encargan del procesamiento burocrático de los nacimientos. Incluso, existen ferias especializadas en la promoción de dichos servicios, como ser el caso de inviTRA o Surrofair realizadas en España desde el año 2013.
La controversia internacional
Ahora bien, una de las razones por las cuales alguien decide tomarse un avión para “ir en busca de un bebé” responde a que existen distintos marcos normativos a nivel internacional, los cuales son agrupados por Eleonora Lamm (2012) en tres vertientes legislativas. La primera se corresponde con la prohibición, dentro de la cual se incluyen a Francia, Alemania, Suecia, Suiza, Italia, Austria y España, y en donde se consideran nulos los contratos de gestación por sustitución. La segunda refiere a la admisión condicionada, pero solamente dentro del espectro del “altruismo”, es decir, sin retribuciones económicas, y bajo ciertas circunstancias, como sucede en, por ejemplo, el Reino Unido, Canadá, Brasil, Israel, Grecia y Nueva Zelanda. Finalmente, en la admisión amplia se aprecian, entre otros, Georgia, Ucrania, Rusia y algunos estados de los Estados Unidos.
Ahora bien, más allá de la dimensión legal, uno de los puntos más controversiales de esta práctica radica en los debates éticos que trae aparejada. Por un lado, quienes la defienden abogan por un modelo no tradicional del parentesco y utilizan el principio del libre albedrío por parte de la mujer que llevará adelante el embarazo. Según establece Lamm, el argumento que apunta a la explotación y cosificación del cuerpo de la gestante resulta paternalista y no da cuenta de la capacidad de la mujer de consentir voluntariamente un acuerdo entre partes, ni siquiera cuando mediara el dinero.
Por su parte, la Doctora en Derecho Marisa Herrera (2015) reconoce que existe una polémica en los Tribunales respecto a qué hacer frente a los nacimientos ya consumados. Sin embargo, la investigadora afirma que la proliferación de fallos a favor de la gestación por sustitución, para los casos en que de forma solidaria una mujer accede a ser la portadora, da cuenta de un proceso de “humanización de la justicia” que implica la transición entre un “derecho de familia” planteado en términos tradicionales y otro que contempla la idea de “familias” en plural.
Yendo aún más lejos, desde una postura feminista queer y marxista, la Doctora Sophie Lewis critica a los movimientos antisubrogación que romantizan la maternidad en función del vínculo biológico inexorable entre la gestante y el bebé. En Otra subrogación es posible: El feminismo contra la familia (2020), mueve el foco del debate y se pregunta por qué se asume que debería existir una mayor resistencia a la subrogación en comparación con otros trabajos del sistema capitalista. Así, defiende un proyecto revolucionario de “subrogación sin límites” y propone la disolución de la categoría de “familia” en pos de una crianza colectiva en donde los embarazos sean de toda una comunidad de cuidado. Para lograrlo, alerta sobre la necesidad de proteger a las gestantes, reconocer que la reproducción es un trabajo productivo y repensar su relación con los y las bebés. Será a través de este nuevo paradigma, expresa, que se desarticulará el principio que establece que los niños y niñas son propiedad de aquellas personas con las que comparten información genética.
Ahora bien, quienes se oponen a la gestación por sustitución en clave internacional esbozan dos principales argumentos. En primer lugar, destacan la frivolidad que implica la variable turística propiamente dicha. Esto se debe a que muchas de las agencias privadas ofrecen paquetes que incluyen tanto la visita a los atractivos de una ciudad como la búsqueda de un hijo gestado en el exterior, como sucede, por ejemplo, en Ucrania.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Babygest.
En segundo lugar, nos encontramos con la explotación de la mujer y la comercialización de los bebés. Aquí, la problemática se potencia al abordar el contrato económico que implica dicho servicio y que, por lo tanto, es comparado con otro tipo de prácticas en el marco del sistema capitalista, como se arguye desde el proyecto de difusión feminista Stop Vientres de Alquiler o como plantea la escritora Kajsa Ekis Ekman en su libro El ser y la mercancía. Prostitución, vientres de alquiler y disociación (2017). Este postulado responde a que, si bien el pago de un sueldo por el “uso del vientre” se encuentra legalmente prohibido en la mayoría de los países, existe, cuanto menos, una “compensación monetaria” por razones médicas y psicológicas. Desde una perspectiva crítica, este sector da cuenta de un análisis interseccional entre la clase y el género, en donde, en ciertos contextos, aquellas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad ofrecen sus cuerpos a personas con un mayor capital económico. En consecuencia, esta práctica contribuye con la reproducción de la desigualdad estructural y promueve la cosificación y la mercantilización de los cuerpos con la complicidad de la ciencia (Tober & Pavone, 2018).
En esta línea, la Doctora en Derecho Itziar Alkorta Idiakez, especialista en biotecnología y asesora del Parlamento Europeo, plantea que la gestación subrogada se opone a los derechos humanos mismos, pero reconoce la imposibilidad actual de materializar su prohibición a nivel global. Esto, comenta la letrada, responde al lobby internacional de la industria de las técnicas de reproducción humana asistida, por lo que apunta a su regulación restrictiva. En una reciente entrevista con la revista Pikara Magazine afirmó que no todas las gestantes se encuentran en la misma situación. Por ejemplo, en algunos estados de Estados Unidos en donde la práctica es legal, muchas mujeres lo hacen para pagar sus estudios, pero reconoce que no se trata de personas pobres ya que aquellas que no tienen su documentación en regla y que no logran dar cuenta de una cantidad mínima de ingresos, no pueden postularse como candidatas. Sin embargo, antes de que esta práctica fuera declarada ilegal para el turismo internacional, el caso de las mujeres en India distaba de tal realidad: estas registraban una vulnerabilidad extrema por lo que recurrían a ella como una estrategia para subsistir, al menos, durante nueve meses. Muchas eran agrupadas en las llamadas “granjas de mujeres” en donde las tenían monitoreadas para garantizar condiciones sanitarias que les permitiera llevar sus embarazos a término. En este sentido, dado el escenario desfavorable para consolidar su prohibición, plantea que “si decidimos que la gestación subrogada es una práctica aceptable, vamos a regularla para llevarla a cabo bajo principios sostenibles y de soberanía reproductiva” (2021).
Lo que la bioética nos dejó
Para finalizar, diremos lo obvio: el debate no se encuentra saldado. Sin embargo, vale reconocer que, al día de hoy, nos encontramos ante un escenario en el que individuos, dinero e información genética circulan de manera desigual alrededor de un sistema global. En él, la gestación por sustitución se posiciona como un servicio legitimado por la ciencia, en sentido amplio, y garantizado por ciertos marcos normativos y mercantiles. En este contexto, el turismo se constituye en un vehículo de distintas prácticas atravesadas por perspectivas éticas contradictorias e, incluso, es utilizado para sobrepasar los límites legislativos que los distintos países establecen.
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