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Reportaje | Turismo Responsable | Nicaragua

21-10-2019

Asociación Puesta del Sol (Nicaragua): turismo comunitario y empoderamiento de las mujeres

Angélica Picado Duarte | Alba Sud

En la isla de Ometepe, una experiencia de turismo comunitario dirigida por mujeres favorece su empoderamiento. Aún con contradicciones, se han fortalecido cambios en las relaciones de género en un contexto de precariedad laboral generalizada.


Crédito Fotografía: Angélica Duarte.

La historia de vida de las mujeres campesinas nicaragüenses en la Isla de Ometepe en Nicaragua está atravesada por diversas formas de opresión y de desigualdad. La lucha de las mujeres por el acceso a la tierra, por tener un empleo digno y por incidir en las decisiones sobre los bienes comunes dentro de su territorio, ha desplegado mecanismos de resistencia y de liberación mediante el trabajo colectivo.

En este contexto, se aborda la experiencia y trayectorias de vida de las mujeres que participan en la Asociación Puesta del Sol (APS). Así mismo, se analiza cómo las desigualdades de género atraviesan la vida de las mujeres desde antes y después del turismo en la Isla de Ometepe. Con un énfasis especial en los aspectos del empleo femenino y las prácticas organizativas de las mujeres.

De la economía campesina al empleo turístico

La Asociación Puesta del Sol se organiza a partir del año 2005 como una iniciativa de autogestión, liderada por mujeres vinculadas a las actividades de turismo rural comunitario en la Comunidad La Paloma, municipio de Moyogalpa, en la Isla de Ometepe, Nicaragua.

El colectivo está integrado por 15 mujeres y 2 hombres, donde la más joven del grupo tiene 33 años y la mayor 65 años. Se caracteriza por ser un grupo bastante heterogéneo con diversas formas de dar sentido a sus familias: casadas, solteras, divorciadas y mujeres que han decidido vivir sin parejas. En su mayoría no lograron terminar el nivel de secundaria, y cuentan con un número no mayor de 3 a 4 hijas/os por familia.

Algunos años antes del auge turístico en la Isla de Ometepe, que inició en el 2000, las mujeres se dedicaban a la agricultura campesina. Esto implicaba la siembra de maíz, arroz y frijol, orientado para el consumo familiar, junto con la crianza de animales de traspatio y el trabajo doméstico en el hogar.

Las dinámicas de trabajo en el campo se fueron deteriorando producto de un proceso de descampesinización de lo rural. Esto cobra vida en la comunidad con la privatización de la tierra, ya que ahora se renta para producir. Por otro lado, la carencia de insumos y acceso al crédito, así como los fenómenos climatológicos en el caso de la sequía, puede representar la pérdida del sustento familiar de todo un año.

El deterioro del campo evidentemente afectó en la economía familiar, lo que obligó a muchas de las mujeres de la comunidad a emigrar hacia Costa Rica para insertarse como empleadas domésticas de manera estacional. Los hombres continuaron el trabajo en el campo a menor escala, y el cuidado de los hijos e hijas se sostuvo sobre las mujeres consideradas “inactivas económicamente”, que ejercen más de 12 horas al día de trabajo doméstico (abuelas, hermanas, tías).

Imagen de Angélica Duarte.

Sin duda, las condiciones de pobreza y desigualdad se intensifican en la vida de las mujeres tanto en la situación de migración forzada como dentro de su territorio ante la falta de oportunidades laborales. Se enfrentan a la privación de derechos sociales básicos (alimentación, salud, educación) que se reproducen en el trabajo doméstico que realizan las mujeres estando fuera. La experiencia laboral de Karla Gómez, previa a su integración en la APS, siguió este mismo patrón:

Años antes de integrarme a la Puesta del Sol, yo trabajaba como doméstica limpiando casas en Moyogalpa (cabecera municipal de la Isla de Ometepe), el salario era bien bajo, pero con eso medio me ayudaba para alimentarnos a mí y a mi hijo, en ese entonces ganaba 2000 córdobas mensuales. (Karla Gómez, comunicación personal, diciembre de 2018)

Los espacios de inserción laboral de las mujeres en la comunidad refleja en buena medida la precarización del trabajo femenino, con salarios incompatibles para el sostenimiento familiar, que se intensifica aún más en las mujeres solteras de la asociación.

El primer impulso para sobreponerse a estas realidades en clave colectiva fue de la socia fundadora Socorro Ponce, quién es reconocida como uno de los pilares de la APS. Como parte de su compromiso por lo comunitario, empezó a participar con diferentes asociaciones campesinas en Moyogalpa, como la asociación Entre Volcanes. Esta experiencia le condujo a reflexionar sobre la importancia de incidir en las acciones que se ejercen o que pueden afectar directamente a su comunidad. Al respecto, Socorro Ponce afirma:

En ese momento pensé que pudiéramos formar una organización de madres solteras en mi comunidad [La Paloma] para mejorar el ambiente de todos, yo tenía las ideas, pero no hallaba cómo arrancar, me sentía sola [...] En ese entonces todas trabajábamos en el campo, iniciamos un primer proyecto colectivo con la siembra de arroz y nos fue muy bien, esto nos dejó motivadas a todas para seguir trabajando unidas. (Socorro Ponce, comunicación personal, enero de 2019).

Esto marcó el inicio de un proceso de organización colectiva, que se materializó con la actividad del turismo rural comunitario. Los vínculos existentes entre la cooperación canadiense y la comunidad La Paloma pusieron en marcha este proyecto, que ha transformado las vidas de las mujeres que están integradas en la APS.

Organización y participación de las mujeres

Las mujeres de la comunidad de La Paloma iniciaron el proceso de constitución legal de la APS en 2012. La condición de ser socia y formar parte de un colectivo de mujeres las ha ubicado en un espacio de incidencia frente a las decisiones que se toman en la comunidad. Este proceso de organización colectiva ha adquirido relevancia por medio de la formulación de proyectos de beneficio social y comunitario autogestionados por ellas mismas, que además redundan en beneficio del conjunto de la comunidad, como explica Danelia López, hija de la socia-fundadora:

Existen diferentes formas de beneficio a la comunidad. Lo que nosotras trabajamos, lo que nosotras ingresamos, se expresa en toda la comunidad, se ve en la escuela, el apoyo a los adultos mayores, se ha apoyado en ampliar los salones de la escuela, se ha construido una biblioteca comunitaria, la inversión de un proyecto de agua para la escuela, construcción de un parque para las niñas y niños de la comunidad, la construcción del centro comunitario. (Danelia López, comunicación personal, julio de 2019).

El proceso de organización interna de la APS se consolidó a través de las asambleas semanales, considerado un espacio de reflexión y de toma de decisiones que resulta indispensable para mantener la cohesión del colectivo. En general, se establece un intercambio de experiencias en torno a las problemáticas comunes ligada a la interacción con los turistas, los sentires (estados emocionales, de salud, familiares) y todo aquello que sea significativo para la prestación de los servicios turísticos.

En este sentido, la conformación de la junta directiva establece la selección de cargos directivos de la APS cada dos años, bajo un sistema de convocatoria abierta de postulación y votación. Todas las mujeres socias pueden ocupar un espacio de representatividad política y de liderazgo en esta junta. El único cargo que se mantiene estático es el de la coordinadora-tesorera, que ostenta Danelia López, quien junto a su esposo canadiense han logrado establecer los convenios con universidades y escuelas canadienses para visitar la APS.

Imagen de Angélica Duarte.

El avance de este proyecto autogestivo se debe en gran medida al compromiso y la capacidad de agencia que han desplegado las mujeres para ayudarse unas con otras y mantener en el tiempo esta iniciativa. El liderazgo y participación de las mujeres en el colectivo ha desencadenado un proceso de autonomía femenina, ya que ellas mismas toman el control sobre sus propias decisiones, su bienestar y el de sus familias.

Los mecanismos de participación y las formas de trabajo se distribuyen de manera equitativa e igualitaria, cubriendo todas las actividades que se ofertan como colectivo. Una parte fundamental de su labor es la atención de turistas en sus hogares, por lo que se establece una rotación distinta en la semana que las socias reciben turistas. Otra parte de sus actividades está relacionada con las actividades de la producción de flor de jamaica, utilizado para la elaboración de vino y mermelada de jamaica, que se comercializa dentro y fuera de la Isla. En este sentido, Danelia afirma que este formato de organización es parte de un consenso colectivo:

Hemos acordado ciertas normativas de convivencia para alcanzar un trabajo equitativo entre nosotras mismas, porque todas recibimos igual de turistas, todas invertimos igual de tiempo, igual de implicación, cosas que nos hemos impuestas nosotras mismas, para evitar los conflictos internos (Entrevista personal, julio de 2019).

Frente a la avalancha de modelos extractivos que enfrentan los territorios, el modelo de autogestión turística de la APS, ha permitido ampliar el sentido de comunidad, de pertenencia y arraigo en la comunidad. En el caso de las mujeres su participación en procesos comunitarios fortalece la defensa de su patrimonio y la vinculación simbólica a su territorio. La tierra y la playa son bienes comunes que representan un frente de lucha y resistencia para ellas [1]. Danelia López relata cómo se han estado dando los procesos de privatización de la tierra a raíz del posicionamiento internacional de Ometepe como destino turístico.

Empezaban a venir gente de fuera de la Isla a preguntar si queríamos vender, y nosotras observamos como un horizonte lo que ha ocurrido con la gente que han vendido sus tierras en la zona de Santo Domingo. Muchos extranjeros han comprado para poner sus negocios turísticos y los dueños de las tierras ahora trabajan para ellos […]. No queremos perder la esencia de la comunidad, queremos que se mantenga la armonía ambiental y comunitaria (Entrevista personal, julio de 2019).

La participación de las mujeres en la actividad turística ha contribuido a que tenganun mayor acceso a la propiedad de la tierra. Dentro de la APS cinco de las socias tienen la titularidad de sus tierras, como resultado de la sucesión de derechos heredados de sus padres. Sin embargo, el vínculo con la actividad turística pone a disposición del mercado sus propios bienes patrimoniales.

A pesar de ello, las socias sienten que han elevado su nivel de autoestima al contar con la asociación como red de apoyo, que reconfigura su papel dentro de la comunidad como agentes activas. María José Cerda, una de las socias reflexiona al respecto:

Cuando me separé de mi pareja, logramos llegar a un acuerdo de yo quedarme en esta casa, este terreno es herencia de sus padres, pero yo le he invertido a la casa todo mi esfuerzo y dedicación por el trabajo del turismo, y por eso estoy hoy aquí con mis hijos (Entrevista personal, diciembre de 2018).

En la actualidad las socias de la APS manifiestan ciertos avances en cuanto a su participación política local y tienen mayor incidencia en espacios de toma de decisiones que refuerzan el liderazgo femenino dentro de la comunidad. Las actividades que llevan a cabo las socias no se limitan al turismo, sino también en la resolución de problemas apremiantes de la comunidad en su conjunto.

Conclusiones

La experiencia de la APS expresa ciertas contradicciones en los procesos de participación y organización comunitaria de las mujeres, ya que se sostiene fundamentalmente en la actividad turística. Antes del turismo las formas de colectividad se configuraban en las relaciones de parentesco y en torno a la agricultura campesina.

En la actualidad,el empoderamiento de las mujeres a través del turismo, se manifiesta a partir de su autonomía económica, el fortalecimiento de las formas de liderazgo y el aumento del nivel de autoestima. Sin embargo, en este proceso complejo y lleno de vaivenes, quedan algunos pendientes en cuanto al acceso a la educación, a los derechos laborales y reproductivos, y la manera en la que las estrategiasde participación de las mujeres puedan trascender la esfera de lo local.

La APS representa una experiencia de construcción en el empoderamiento de las mujeres rurales. El turismo apropiado como una herramienta de lucha debería contribuir a la superación de las desigualdades de género, no reforzarlas. Las mujeres como agentes activas seguirán construyendo estrategias y prácticas desde adentro, de manera que fortalecer el vínculo comunitario no dependa exclusivamente del turismo, sino que pueda ser realmente sostenible en el tiempo.

 

Notas:
[1] Playa: es una forma de nombrar al lago de Nicaragua o Cocibolca.
Este artículo se publica en el marco del proyecto «Campaña internacional de visibilización de las vulneraciones de derechos humanos para la inversión turística en América Central» desarrollado por Alba Sud con el apoyo de la Dirección de Relaciones Internacionales de la Diputación de Barcelona (convocatoria Derechos Humanos 2017).