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Reportaje | Turismo Responsable | Costa Rica

06-06-2019

Equipo Tora Carey: alternativas turísticas en Guanacaste

Arturo Silva Lucas | Alba Sud

Una ONG del cantón de La Cruz, dedicada  a la investigación y recopilación de datos de la vida marina, dispone también de una oferta turistica, en la que se encuentra involucrada la comunidad, que aporta recursos para la organización ambientalista y los mismos pobladores.


Crédito Fotografía: Imagen de Alam Ramírez bajo licencia creative commons.

El turismo es una actividad compleja, territorializada a partir de la interacción de distintos intereses, en la cual se plasman formas particulares de gestión de los recursos escénicos, naturales y humanos. En los últimos años, y como resultado del proyecto neoliberal, en mayor o menor medida, destinos que durante años pasaron desapercibidos ahora son definidos a partir de su receptividad para atraer inversiones millonarias orientadas al modelo de turismo de enclave.

El modelo de turismo de enclave tiene como estrategia de acumulación la readecuación espacial e instrumentalización del territorio que, sobre atractivos ya estandarizados, tradicionalmente “sol y playa”, busca encadenarse con los circuitos globales de la industria turística. Grandes cadenas de hoteles de renombre internacional y proyectos residenciales se cuentan como ejemplo en este tipo de modelo que, sobre procesos de depreciación en el valor de la tierra y abandono estatal en comunidades costeras, encuentra condiciones favorables para enraizar sus intereses. Este tipo de proyección turística trae consigo una serie de consecuencias sociales para las poblaciones locales. Entre los más comunes la desposesión y apropiación de espacios y recursos naturales para uso cada vez más exclusivo por parte de resorts, residenciales costeros y comercios turísticos. Propicia una economía cerrada territorialmente, pero vinculada a los mercados globalizados del turismo.

En contraposición a las dinámicas de desposesión predominantes, en distintos lugares de América Latina se pueden identificar casos en los que operan otras lógicas más inclusivas. Orientadas a un reconocimiento y articulación de los saberes locales, respeto y conservación por la flora y fauna en la cual medie una distribución de los beneficios mas equitativos.

Unos de los aportes mas recientes sobre este tipo de desarrollo turístico han sido los llevados a cabo por Érica Schenkely Rodrigo Fernández Miranda en Alba Sud. Para estos autores la dimensión social del turismo ha sido relegada en favor de una lectura economicista. Una lectura multidimensional del turismo implica incluir en los beneficios de estas actividades a las comunidades-destino mediante la articulación de redes comunitarias definidos a partir de objetivos y atractivos concretos, en algunas oportunidades más allá del tradicional turismo masivo de “sol y playa.” La inclusión de diversos agentes con inserción sociocomunitaria propician una oferta más democrática. Cooperación de personas a pequeña escala con arraigo territorial permite la vinculación de necesidades comunales y reconocimiento de entornos. Opción que, como bien menciona Érica Schenkel, resulta en “alternativa al modelo de acumulación, alerta sobre los principales desafíos que afronta el avance del capital turístico y sus estrategias de acumulación”.

Bajo este enfoque se plantea la necesidad de construir una contra estrategia que se desprenda de la premisa de turismo únicamente como sinónimo de crecimiento económico, si no que turismo como practica social.

Turismo de enclave en Guanacaste

El paso de Guanacaste, Costa Rica, a una economía primordialmente de servicios turísticos transnacionales tiene que ver con una reconversión de la economía provincial hacia una de corte neoliberal, facilitada por débiles regulaciones en el mercado de bienes raíces, alianzas públicas-privadas y decretos ejecutivos de distintos gobiernos orientada al modelo de enclave turístico. Por ejemplo, el Polo Turístico Golfo de Papagayo(PTGP) goza de excepciones tributarias y un ordenamiento legal y territorial independiente de los gobiernos locales, lo cual ha provocado el reclamo de representantes municipales. El PTGP se ha convertido en una referencia absoluta de enclave turístico en Costa Rica.  

La Cruz. Imagen de Arturo Silva Lucas.

A partir de la década de los noventa, y especialmente en la primera de los años dos mil, la inversión privada de enclaves hoteleros y comercio de bienes raíces se multiplican, haciendo palpable el nuevo modelo de desarrollo en la provincia de signo neoliberal, y que conduce a una larga serie de conflictos sociales y ambientales que llegan hasta el día de hoy [1]. A una escala comunal esta conflictividad tiene que ver con la apropiación de espacios públicos y de representación comunal por parte del sector turístico inmobiliario. Que se ha traducido principalmente en la desposesión de fuentes de agua potable comunales por parte de proyectos inmobiliarios como los sucedidos en Nimboyores, Sardinal, Potrero y Marbella.

En esta sucesión de conflictos se muestra una lógica territorial que evidencia la primacía de un modelo de gestión turística con consecuencias censurables, del cual se benefician claramente sectores ligados a un modelo de intensiva inversión inmobiliaria con efectos palpables para los gobiernos y comunidades locales.

Alternativas en El Jobo, La Cruz

El cantón guanacasteco de La Cruz, es un territorio con ciertas particularidades. Por ser frontera con Nicaragua, y al mismo tiempo poseer un gran número de playas, como Rajada, Rajadita, Naranjo o Cuajiniquil, se encuentran tanto asentamientos de migrantes, poblaciones locales e inversiones millonarias. Esto propicia una dinámica en la cual el Norte y Sur Global se entrecruzan en una disputa implícita por el territorio en tanto destino turístico.

Propio del bosque tropical seco, posee una gran riqueza natural, como felinos silvestres, loros nuca amarilla y un abundante número de especies endógenas de monos. Pero es particularmente abundante en vida marina, por ejemplo, pasto marino o la visitación de hasta 17 especies de manta rayas y ballenas que llegan por el agua fría proveniente de los polos. Asimismo, es zona de anidación de tortugas marinas negras, lora, carey.

En este cruce de realidades se pueden encontrar iniciativas con orientaciones más sostenibles ambientalmente y participativas con las comunidades locales. Tal es el caso de El Jobo, destino ubicado más al norte del cantón en el cual podemos encontrar la organización Equipo Tora Carey (ETC).

Paralelamente a la inauguración del Hotel Dreams Las Mareas, en 2015 se conforma la ONG ETC). La denuncia de algunos locales de las luces de fiestas y flashes de fotografías de huéspedes del hotel, que desviaban la trayectoria de las tortugas, provocó que un grupo de expertos de la Universidad de Costa Rica (UCR) conformara lazos de cooperación con la población de El Jobo. La organización tiene como misión la investigación y recopilación de datos de la vida marina que, al mismo tiempo, lleva a cabo acciones orgánicas de trabajo con pobladores locales.

Imagen de Arturo Silva Lucas.

La ONG está conformada pescadores, líderes comunitarios, profesionales en ciencias naturales y operadores turísticos locales. Ejecuta programas de investigación de tortugas, rayas, loras nuca amarilla, y manglares con estudiantes y turistas orientados a la investigación y descubrimiento de la vida natural. Dentro de las actividades llevadas a cabo están el recorrido y monitoreo de tortugas, actividad que se realiza en la noche. También llevan a cabo programas de educación ambiental como “Manos a la Ciencia” con niños y niñas de El Jobo. Pero lo que llama más la atención son las redes de cooperación que se han establecido desde el 2015.

El Equipo Tora Carey es una organización sin fines de lucro, por ende se tuvieron que buscar alternativas para propiciar un ingreso a los habitantes locales. Una de ellas es Bahía Salinas Research Center que facilita la participación de turistas y estudiantes en las actividades científicas de ETC a través de la adquisición de paquetes. Así, el turista se hospeda y alimenta debidamente en la comunidad, utiliza servicios locales y apoya económicamente a ETC. De la ganancia se mantiene el monitoreo y se pagan los materiales requeridos para realizar proyectos de investigación.

El hospedaje y alimentación corre a cargo de la organización local “Somos El Jobo”, quien coordina la alimentación y hospedajes para grupos de estudiantes y turistas, así como la distribución de grupos de voluntarios en las casas de habitación locales. También vela porque se cumplan con los requisitos del ETC.

Toda la logística pasa por una red de cooperación en la cual se ven beneficiados habitantes locales, nuevos residentes y investigadores interesados en ciencias naturales. La cooperación resulta el engranaje que permite funcionar bajo ejes definidos: conservación y beneficio para la comunidad local.

Conclusión

El cantón de La Cruz no es ajeno a los procesos que vive el resto de la provincia de Guanacaste. En un continuo esfuerzo por definir y caracterizar la provincia el capital turístico inmobiliario va descubriendo destinos que gocen del principal atractivo con el cual se oferta la provincia: sol y playa.

Prueba de ello es que en declaraciones a la prensa en el 2015 el representante legal del Hotel Dreams Las Mareas enfatizó la oportunidad que suponía: “La Cruz es una zona del Norte de Costa Rica desconocida y virgen, pero no por mucho tiempo. Este cantón está destinado a transformarse en un destino extraordinario”. Esa caracterización lleva preguntarse para quién es desconocida y virgen, posiblemente se haga referencia al capital turístico y sus estrategias de acumulación.

Dentro de este contexto de fuerte inversión turística inmobiliaria, es posible encontrar iniciativas motivadas por la investigación y conservación natural, articuladas con emprendimientos turísticos locales que merecen visibilizarse. Iniciativas como las descritas anteriormente se presentan como alternativas que no se ocupan exclusivamente de los réditos económicos mediante la readecuación e instrumentalización del territorio para fines privados. Más bien se articulan por el interés de investigar y proteger la riqueza natural existente y que tiene como resultado dinámicas de cooperación entre expertos y habitantes locales que también ven aumentados sus ingresos económicos.

Esto demuestra que, muy a pesar de los cambios que vienen sucediendo, es posible descubrir alternativas que busquen un mejor equilibrio entre el turismo y sus entornos, comunidades locales y turistas, interesados en la riqueza natural de la zona, es decir comprender el turismo como práctica social.

 

Notas:
[1] Blanco Obando, E.E (2019) ¿Ha sido la Región Chorotega un territorio olvidado? Políticas de Desarrollo Social y Productivo, 1950-2014. Rev. Ciencias Sociales 163(1), 69-87.
Este artículo se publica en el marco del proyecto «Campaña internacional de visibilización de las vulneraciones de derechos humanos para la inversión turística en América Central» desarrollado por Alba Sud con el apoyo de la Dirección de Relaciones Internacionales de la Diputación de Barcelona (convocatoria Derechos Humanos 2018).