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Reportaje | Turismo Responsable | Nicaragua

26-01-2019

Mujeres isleñas: alcances y limitaciones del Turismo Rural Comunitario en la Isla de Ometepe

Angélica Duarte | Alba Sud

La experiencia y testimonios de las mujeres de una asociación nicaragüense dan cuenta de la importancia que ha tenido en sus vidas la introducción del turismo rural comunitario, pero también las limitaciones que encuentra esta estrategia.


Crédito Fotografía: Angélica Duarte.

La actividad turística contempla una alta participación de las mujeres, según el Informe Mundial sobre las Mujeres en el Turismo 2010-2012, elaborado por ONU Mujeres y la Organización Mundial del Turismo (OMT). Las mujeres ejecutan gran parte del trabajo no remunerado de las empresas familiares en el sector turístico, donde suelen ganar de 10 a 15% menos que los hombres.

Las relaciones laborales en el sector turismo continúan reproduciendo situaciones de exclusión y de dominación para las mujeres. A pesar que las mujeres tienen casi el doble de posibilidades de insertarse laboralmente en el turismo. En países como Nicaragua y Panamá, según el mismo informe el 70% del empleo turístico está ocupado por mujeres.

En el caso de Nicaragua, los puestos de trabajo de inserción para mujeres en el turismo refuerzan en algunos casos las actividades de reproducción, al asumir casi exclusivamente actividades domésticas y de cuidado. Las ocupaciones otorgadas en el mercado asalariado o el sector formal habitualmente se limitan a camarera, ama de llaves, mesera, ayudante de cocina, recepcionista, anfitriona de restaurante, etc.

Aún en ese escenario, en Nicaragua el 53% de los negocios turísticos lo administran mujeres, según declaraciones de la Directora de Desarrollo Turístico del Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR), Mara Stotti durante la conmemoración del día internacional de la mujeren  el año 2018. Las acciones estratégicas promovidas por el gobierno en ese sentido, han tenido poca incidencia y son limitadas, ya que se encuentran desarticuladas de las experiencias comunitarias locales.

En la Isla de Ometepe existen organizaciones comunitarias lideradas por mujeres, donde se ha vuelto más visible su participación en los espacios públicos, así como en la inserción laboral en puestos de trabajo que implican liderazgo y toma de decisiones sobre sus propios medios de vida. En este sentido, el empoderamiento económico de las mujeres se hace más visible cuando empiezan a desempeñarse como empresarias turísticas, guías, líderes de organizaciones comunitarias y representantes de las cámaras de turismo locales. Algo que puede considerarse un avance en la deconstrucción de las prácticas naturalizadas del sistema heteronormativo y hegemónico, que históricamente ha condicionado la esfera de la vida social de las mujeres.

Voces de la Isla

Rescatamos en este artículo la experiencia de mujeres organizadas en una asociación, que llamaremos “Flor de Noche Buena”, dedicada a la gestión comunitaria del turismo. Desde hace más de una década han construido un proyecto de turismo rural comunitario, por medio del cual reciben a estudiantes de distintos países que buscan una experiencia vivencial con las familias, por lo que se hospedan en las casas de habitación e intentan convivir de cerca con sus anfitriones y sus formas de vida.

A través de sus testimonios es posible reflexionar sobre el impacto que ha tenido el turismo en la promoción del liderazgo y autonomía de las mujeres. Más allá de ser una actividad complementaria en sus vidas, también las ha enfrentado a una realidad que quizá nunca hubieran podido imaginar, especialmente en la dimensión de mejorar su calidad de vida y la de sus familias.

Imagen de Angélica Duarte.

Por otro lado, los últimos acontecimientos en el país también les ha mostrado la fragilidad de esta actividad y lo vulnerable que se encuentran a factores externos. A pesar de la parálisis del turismo, la capacidad organizativa de la asociación no ha mermado, y el convencimiento de sus integrantes sobre la importancia de mantener el colectivo, aunque tengan que diversificar sus actividades económicas, sigue estando intacto.

Cecilia: ¿Una luz al final del túnel?: ahora el trabajo no falta

La noche se volvió amena y Cecilia, de 39 años, me atiende aún con el rostro sonriente de hablar por teléfono con su hijo mayor. Se escucha a lo lejos los juegos de sus dos hijos pequeños de seis y nueve años que se entretienen mientras conversamos:

Trabajar en el turismo para mí fue como un sueño, no tenía más que una casita de cuatro paredes y piso de tierra, una cama individual que compartía con mi hijo de nueve años. No tenía baño, y tenía que recibir a los turistas en mi casa. Me integré al colectivo de mujeres Flor de Noche Buena con la esperanza de que algún día esta semilla diera su fruto, aunque confieso que los primeros años no recibimos a nadie. Antes me dedicaba al trabajo doméstico en casas de familias para dar de sustento a mi hijo porque era sola.

Reconstruye el recuerdo de la primera visita de turistas diciéndome:

Recuerdo muy bien el primer recibimiento de dos turistas en casa. Toqué puertas a ferreterías para pedir crédito para la compra de un plástico negro y dos láminas de plycem para hacer las paredes y división de un cuarto. Me lo negaron, y tuve que acudir a un familiar que me apoyara, con la promesa de pagar en el primer pago que realizaran los turistas. Ese primer salario representó el ingreso de tres meses de trabajo como doméstica. En buenos tiempos hemos contado con ingresos de hasta 100 dólares semanales, algo que nunca imaginé contar.

Continúa describiendo los retos que implicaron el atender a turistas en su casa con tantas limitaciones:

Hasta el día de hoy, el turismo me ha permitido reconocer que soy una mujer aventada y arriesgada. Ahora, puedo decir que le cumplí a mi hijo lo que tanto le prometí en tiempos duros, algún día hijo, vamos a vivir bien.

Mientras la escucho reflexiono sobre qué significa para ella esa frase “el vivir bien”, y le pregunto qué había supuesto en la vida de su hijo:

A través del turismo digamos que fue su crianza y estudio, se preparó en el inglés y terminó de estudiar electricidad industrial. El tener mi casa significa el vivir bien, construir paso a paso mi casa con los ingresos del turismo es uno de los logros más grandes que he vivido. Implicó mucho esfuerzo y dedicación de mi parte, pero yo la veo como la más bonita de la comunidad El Provenir.

Adela: El turismo, una oportunidad

En casa de Adela, de 20 años, se encontraba ella y uno de sus hermanos. Me recibieron con mucho calor humano, ofreciendo un asiento, a pesar de que le tocaba preparar el desayuno de sus dos hermanos y su papá.

Estamos llegando de cortar la Jamaica. Cuando mi mamá no está la represento yo en la Asociación. También ayudamos a mi papá en la agricultura. Ellos siembran arroz, frijoles y maíz para el consumo del año. Pero con esto ya amenoraron un poco la siembra, se dedicaron más al turismo. Somos tres hermanos, yo soy la mayor.

Con orgullo y nostalgia afirma:

En dos meses ya culmino mis estudios de licenciatura en administración turística y hotelera en Rivas. Mi mamá se encuentra trabajando en Costa Rica para ayudarme a poder culminar mis estudios, porque ahorita está un poco bajo lo que es el turismo. En su tiempo estuvo bien, y se miraba el incremento y el desarrollo que tenía la Isla. Era increíble: venía turista de todos lados y todas partes.

Le pregunto en qué le gustaría trabajar una vez que salga de la universidad, a lo que responde:

Tengo idea de trabajar como guía turística para enseñar a las personas que visitan la isla lo que nosotros tenemos. También quisiera administrar mi propio hotel.

También me intereso por lo que ha significado para la comunidad la introducción del turismo. Su respuesta apunta en varias direcciones:

Aquí en la isla bastantes mujeres trabajan en el campo, mis padres se conocieron en el campo. Ahora las mujeres ya no trabajan en el campo, es un trabajo bien pesado, se dedican a preparar todas las actividades para recibir a los turistas. Somos 18 familias que nos beneficiamos directamente del turismo, pero los beneficios indirectos han sido para la comunidad en general, porque ayudamos a la escuela en la construcción de aulas, hacemos jornadas de limpieza, jornadas de fumigación, entregamos canastas básicas a los adultos mayores, jornadas de atención medica con los estudiantes extranjeros que nos visitan. Con los ingresos que llegan a las familias, el dinero se queda en la misma comunidad porque vende la pulpería, vende el panadero y ya se ha convertido en el mayor ingreso de las familias en los últimos años.

Un porvenir incierto

El turismo rural comunitario viene a complementar la economía de las familias en los espacios rurales. Además de dedicarse a la agricultura, son empresarias turísticas, socias y han adquirido nuevos aprendizajes con programas formativos que ha gestionado la misma asociación, como la elaboración de productos artesanales, mermeladas y vinos de Jamaica, principalmente, así como el intercambio de experiencias con otras iniciativas de turismo rural comunitario.

El turismo rural comunitario representa una actividad económica rentable para las mujeres de la asociación, pero además significa un proyecto de vida que les ha permitido disminuir la brecha de pobreza y desigualdad de la comunidad. En este sentido, mediante el involucramiento en la asociación se ha logrado tener mayor conciencia sobre el papel de las mujeres en la lucha por la vida en condiciones dignas.

Imagen de Angélica Duarte.

Ahora sienten que tienen el mismo derecho que los hombres en el hogar, incluso reconocen que la contribución salarial que ellas realizan en el hogar es mayor respecto al generado por sus parejas. En el caso de las madres solteras esta nueva realidad ha influido incluso en las rupturas matrimoniales.

La autonomía económica de las mujeres les ha permitido tomar decisiones en cuanto al destino de sus ingresos. Principalmente para el mejoramiento de sus viviendas, la educación de sus hijas e hijos o la flexibilidad de organizar sus tiempos, aún con la doble jornada que implica mantener también el trabajo doméstico. Este proceso les ha permitido que ellas mismas valoren su contribución dentro del hogar, lo que se traduce en un aumento de su autoestima. Son ellas mismas las que dan cuenta de sus propias transformaciones.

Sin embargo, con el panorama actual del turismo, ha quedado de manifiesto la fragilidad de dicha autonomía. Algunas se encuentran nuevamente en una situación de dependencia económica, lo que de alguna manera significa un retorno a la esfera privada doméstica. La sostenibilidad de la autonomía económica de las mujeres se presenta como un reto mayúsculo, especialmente en contextos socioeconómicos estrechos, donde las oportunidades de mayor independencia son escasas y volátiles. Lo que queda claro sin duda, es que a pesar de estas limitaciones, el salto cualitativo en sus condiciones de vida es claramente significativo. Al respecto, Cecilia comenta como ha cambiado su forma de vida en los últimos meses.

Hasta hace ocho meses la actividad principal era el turismo, y puedo decirte que el 70% de los ingresos de mi familia venían del turismo. Siempre me ha gustado el dinamismo, desde los quince años he trabajado para generar mis propios ingresos. Ahora que esto ha estado así, me agarra depresión cuando miro que no estoy haciendo nada, y digo hay Dios mío cuando se irá a componer esta situación, qué irá a pasar. Hasta ahora que estamos viviendo de lo que mi pareja me da. Gracias a Dios que él no vivía del turismo y con eso nos estamos manteniendo. Esta situación nos ha afectado a todas, quizás a unas más que otras, cada quien vive diferente, y aún más a las madres solteras y con hijos pequeños.

El empoderamiento y el liderazgo de las mujeres en el turismo rural comunitario es aún un tema en desarrollo. Hay muchos aspectos que deben tomarse en cuenta antes de considerar a esta actividad como la única vía para que esta comunidad tenga un futuro libre de pobreza y de desigualdades. Pero también es fundamental potencializar las capacidades organizativas alcanzadas, acceder a financiamiento adecuado, diversificar sus actividades económicas, en fin, construir como colectivo la sostenibilidad de sus proyectos de vida.

Sin duda la crisis política actual ha significado un freno casi total de la actividad turística en Nicaragua. Esto ha enfrentado a la asociación a un reto monumental en términos de su propia existencia. En estas circunstancias es que resulta importante situar al turismo como un medio para lograr condiciones dignas de vida, pero nunca como el fin mismo. Hoy lo que está en juego no es solamente la asociación, sino la capacidad de agencia que tengan para reinventarse como colectivo y como mujeres.

 

Notas:
En este artículo se ha decidido mantener en el anonimato a las protagonistas de este trabajo, así como a la asociación involucrada, evitando cualquier tipo de perjuicio, tomando en cuenta la compleja situación sociopolítica de Nicaragua en la actualidad.
Este texto se publica en el marco del proyecto Turisme Responsable: una eina d'Educació per a la Justícia Global, ejecutado por Alba Sud con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona en la convocatoria del Programa de Educación para la Justicia Global 2017.