Contacto Boletín

Artículo de Opinión | Turismo Responsable | Islas Baleares

12-11-2018

“Palma Tot Turisme” y precariedad

Rafael Borràs | Alba Sud

Las "ciudades-negocio-turístico" son construcción social basada en la flexibilidad laboral, que supone vidas con carencias materiales más o menos graves y proyectos vitales precarios.


Crédito Fotografía: Miguel Morey.

Palma se ha convertido en una "ciudad-negocio". En los últimos años la invasión turística de los espacios residenciales lo ha mercantilizado casi todo, desde los espacios urbanos, como, por ejemplo, plazas, calles, y barrios, hasta el ejercicio del derecho a la vivienda, pasando por la mayoría de las políticas culturales públicas. En pocas palabras, ahora que se cumple el cincuenta aniversario de la aparición, de la mano del filósofo Henri Lefebvre, del concepto de El derecho a la ciudad, este derecho es menos practicable que nunca. Esta extracción de derechos explica la aparición de nuevos movimientos urbanos como Ciutat per a qui l'habita i no per a qui la visita (“Ciudad para quien la habita, y no para quien la visita”). Cabe decir que el nombre dicotómico de esta asamblea ciudadana no me parece caprichoso, dado que a los actuales procesos de turistización de las ciudades, o se les ponen severos límites y eficaces mecanismos de control, o la convivencia de habitantes y visitantes deviene en incompatible.

Las "ciudades-negocio-turístico" tienden a maximizar beneficios con mercados laborales singularmente precarizados, y, para combatir esta tendencia, es clave tener indicadores de ámbito municipal que evalúen los efectos que esta precarización tiene para las personas. Sin embargo, en Palma no tenemos al alcance de la ciudadanía –y me temo que tampoco al alcance de las instituciones– indicadores de, por ejemplo, su particular riesgo de pobreza y/o exclusión social, el porcentaje de población con un trabajo remunerado a tiempo parcial o en la condición de autónomo forzado (es decir, no deseado), la media salarial, el índice de incidencia de siniestralidad laboral de la ciudad, o la tasa de cobertura de las prestaciones por desempleo. Es decir, parece que no interesa acompañar la foto del "éxito turístico" palmesano con la foto de los trabajadores y trabajadoras pobres de la ciudad. La ausencia de esta segunda fotografía es una decisión política, y no vale alegar imposibilidades técnicas-estadísticas. No en balde, otras ciudades sí que se preocupan y ocupan de conocer la evolución de las vidas precarias de sus ciudadanos y ciudadanas. Quizás el ejemplo más claro y próximo sea Barcelona, donde el gobierno municipal, a través de Barcelona Activa, hace apenas unos meses publicó su Llibre blanc del futur del(s) treball(s) (“Libro blanco del futuro del(os) trabajo(s)”). Sí, en singular y en plural, pues, si hablamos seriamente de trabajo, no basta con hacerlo de la ocupación remunerada –la de mercado– más o menos normalizada, sino que hay que analizar las Bullshit jobs (los “trabajos de mierda”), y, obviamente, el trabajo no remunerado ni valorado de cuidados y/o reproductivo.

No obstante, se conocen algunos datos de la precariedad laboral realmente existente en Palma. Pongamos por caso el que hace referencia a la contratación temporal veraniega de muy corta duración: del total de contratos registrados en el tercer trimestre de 2018 cuyo centro de trabajo es Palma (55.578), el 82,6% fueron temporales, de los cuales, al menos –puesto que del total de contratos temporales (45.926), casi la mitad eran de duración temporal indeterminada– el 32% tenía una duración fijada de menos de un mes. Pero atención, el dato más sobrecogedor es el de la extrema temporalidad: alrededor de uno de cada cuatro contratos temporales tenía una duración de uno a cinco días. Añádase que en Palma el número de estos contratos que no llegan a la semana ha crecido en el periodo 2010-2018, es decir en los años en los cuales se ha reavivado la "Palma Tot Turisme", por encima de un 146%.

Por tanto, no es exagerado calificar el modelo económico de Palma como de fracaso en términos de estabilidad laboral, de integración social vía trabajo remunerado, y, teniendo en cuenta que el riesgo explotación laboral es proporcional a la magnitud de la extrema temporalidad, de vidas laborales y vitales deseadas para todos y todas.

Para acabar, conviene nombrar a las cosas por su nombre. Las "ciudades-negocio-turístico" son, entre otras cosas, una construcción social basada en la flexibilidad laboral que, usando las palabras como es debido, no deja de ser un eufemismo para referirse a vidas con carencias materiales más o menos graves, y, en cualquier caso, proyectos vitales precarios. En la época de las ciudades turistizadas y la economía de plataforma digital es más cierto que nunca que "en el pasado, quitarle la connotación maldita a la expresión 'sistema capitalista' dio lugar a muchos circunloquios, como sistema de 'libre empresa' o de ‘empresa privada'. En la actualidad, el término flexibilidad se usa para suavizar la opresión que ejerce el capitalismo". Transcurridos dieciocho años desde que Richard Sennett escribió La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, este sigue siendo un libro, desgraciadamente, muy actual.

 

Nota: Una primera versión de este artículo se publicó en catalán en el Diario de Mallorca el 11 de noviembre de 2018.